martes, 11 de octubre de 2011

PEÑA CONTRA PEÑA

JAVIER CORRAL JURADO

No es el mundo de las ideas un mundo que le pertenezca a Enrique Peña Nieto; ayer lo demostró en el primer foro regional —que no debate— organizado por la Fundación Colosio y en el que también participó Manlio Fabio Beltrones, presumiblemente su competidor hacia la candidatura del PRI. Lo suyo es el manejo de la imagen, la férrea disciplina del que no se despeina un solo minuto, las entrevistas pactadas para respuestas de memoria, la envoltura de un muñequito de porcelana que tiene estudiados milimétricamente cada uno de sus pasos y cuida todos los días la multimillonaria inversión que ha hecho en televisión para que de él se tenga la mejor impresión, aunque nadie recuerde una sola de sus propuestas. Debajo del prolongado copete, el candidato de Televisa no trae una sola idea. Es un repetidor de textos de fabricación ajena. En una auténtica confrontación de ideas es pan comido.
Quizá por eso el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que tanto ha cuidado en sus sentencias al impune de Peña Nieto, ha llevado a términos sumamente restrictivos la interpretación de la prohibición constitucional y legal para contratar o adquirir propaganda en radio y televisión por parte de partidos, candidatos o particulares, como consta en su sentencia SUP RAP 459/2011, sobre el asunto de los debates y en la cual —a partir de los debates que se verificaron entre los entonces precandidatos de la extinta coalición Nayarit, Paz y Trabajo: Guadalupe Acosta Naranjo, Martha Elena García Gómez y Jorge González González—, ha formulado el criterio de que, de realizarse en medios electrónicos, éstos sólo pueden llevarse acabo en “programas de periodismo”.
Un auténtico debate transmitido por televisión entre el experimentado senador Beltrones y Peña Nieto expondría a este último a una seria exhibición de su vacuidad conceptual, y de paso sentaría un precedente de equidad, para que los demás precandidatos de otros partidos gozaran de la misma cobertura mediática. Pero eso es lo que el Trife, amigo de Peña, ha querido evitar por partida doble.
La Sala Superior del Trife “considera que la transmisión íntegra en un canal de televisión de una actividad intrapartidaria, en tiempos no ordenados por el Instituto Federal Electoral, consistente en dos debates, en los cuales emitieron sus propuestas electorales en el caso de llegar a ser candidatos, constituyeron una adquisición indebida de tiempo en televisión, lo que constituye una violación a lo establecido en los artículos 41, fracciones III, apartado A, párrafo segundo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos...”.
De ahí se ha desprendido —también colocada de manera maliciosa para seguir golpeteando a la reforma electoral del 2007— otra interpretación todavía más absurda: la de que están prohibidos los debates entre precandidatos de cualquier forma. Lo que está claramente prohibido es contratar o adquirir tiempo en radio y televisión, no ahogar el debate de los puntos de vista diferentes, ni mucho menos restringir la función social de los medios de comunicación para contribuir a una cultura cívica basada en la difusión más amplia posible de las propuestas y los programas de los candidatos y los partidos, siempre y cuando se realice con criterios de equidad entre todos.
Es lo que supongo ha decidido hacer la Organización Radiorama, que ayer en la ciudad de Chihuahua transmitió en vivo por sus estaciones el foro entre Beltrones y Peña; en mi caso pude seguirlo a través de La Poderosa, en 89.3 de FM, sin corte alguno. El concesionario podrá argumentar que fue una transmisión especial en ejercicio pleno de la libertad de expresión y en atención al interés periodístico que, indiscutiblemente, tuvo el encuentro. Sin embargo, el antecedente es importante: ese mismo trato debe exigirse para los precandidatos de los demás partidos. Si los aspirantes panistas deciden debatir, en Chihuahua ya tendrían de entrada una cobertura radiofónica de primer orden.
Acción Nacional debiera hacer una defensa absoluta de esa prerrogativa constitucional y embatir la interpretación que está haciendo el Trife de los debates en medios electrónicos y exigir que el IFE reglamente las características de esa cobertura mediática. Siendo el único partido con una competencia real hacia su interior, este caso le sirve como ninguno para contrastarse en sus planteamientos y sobre todo en sus procedimientos eleccionarios, sin miedo al debate. Estas son las actitudes que nos hacen no sólo distintos, sino distinguibles.
Y mientras, el PRI se apresta a la farsa de la década y es muy probable que al ridículo; ha decidido convocar a un proceso abierto para la elección de su candidato a la Presidencia de la República. Los priístas han conquistado finalmente su derecho pleno a decidir y lo más probable es que al ritmo de los foros como el de ayer en Chihuahua, se encuentren pronto en la encrucijada de una elección reñida al tener que decidir votar, o por Enrique, o por Peña, o por Nieto.

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