martes, 13 de diciembre de 2011

UN MALENTENDIDO PRESIDENCIAL SOBRE LA DESIGUALDAD

RICARDO BECERRA LAGUNA

Está en You Tube. Desde Los Pinos, con gran seguridad y aplomo, el Presidente Felipe Calderón nos mostró la forma en que deben leerse las feas cifras mexicanas sobre desigualdad que la OCDE hizo públicas la semana pasada.
Dijo el mandatario: "…la desigualdad en México disminuyó del año 2000 a 2008 y todavía más al 2010… Aumentó, sí, de 1984 a 1988, terriblemente. ¿Por qué? porque nos pegaron tres crisis: la del 82, la del 87 y la del 94, con una inflación terrible en los 80, que pulverizó el ingreso de los más pobres".
En la versión presidencial, el siglo XXI nos condujo a otra época: “Desde el año 2000 el indicador ha ido a la baja de manera consistente… incluso la desigualdad se redujo en plena crisis… el Gobierno le metió muy fuerte para proteger a las familias más pobres, con más dinero al Programa Oportunidades y al Seguro Popular, de modo que no tuvieran que gastar en lo que siempre los arruina: cuando se enferma un hijo, el papá o el hermano".
La cosa merece, al menos, tres apuntes.
Primero: que los aprietos económicos nacionales son cosa de un remoto pasado. Por desgracia no es así. Los primeros años dos mil, fueron el escenario de la recesión más larga de la historia moderna (38 meses, entre agosto del 2000 hasta septiembre del 2003) en la que el producto per cápita simplemente no creció.
Y además, en el año 2009, vivimos con toda crudeza la caída del producto interno bruto (-6.5%), la peor en 77 años. ¿Es este el medio ambiente en que un país puede disolver su desigualdad? Por supuesto que no.
Segundo: hace diez años, el 20 por ciento de la población de mayores ingresos tenía el 57 por ciento del ingreso total. En 2010 -último dato disponible- la proporción había bajado a casi 54 por ciento. En contraste, el 20 por ciento más pobre tenía el 3.5 por ciento en el año 2000, pero al comenzar 2011 subió a 4.5 por ciento. ¡Los pobres, aquellos que representan el veinte por ciento de la población, ganaron uno por ciento en una década! ¿Es este un ritmo de progreso social, real y defendible?
Para responder, hagamos una proyección: si en los siguientes 20 años la economía creciera a un ritmo tres veces superior, podemos aspirar a que en el año 2030 llegáramos a un ingreso por persona de 17 mil 430 dólares, es decir, el 55 por ciento del nivel de vida que tienen hoy los españoles (con todo y su crisis).
De arribar así al futuro, entonces ya se habría agotado el bono demográfico y la riqueza generada no alcanzará para cubrir el compromiso de pensiones suficientes, en una época en que los viejos mexicanos representarán la cuarta parte de la población.
Dicho categóricamente: el progreso, la igualación social, tiene un plazo, y por eso, tiene que verificarse a un ritmo mucho más rápido, más amplio y sostenido, si queremos escapar de esta nación que envejece miserablemente.
Y lo peor: la aseveración del Presidente Calderón es cierta porque el país se empobreció. En 2010, los ingresos medios de los hogares en México no sólo eran bajos, sino que cayeron en 12.3 por ciento en términos reales. Según CONEVAL, la caída de ingresos del 20 por ciento de la población más pobre fue de 7.1 por ciento (entre 2008 y 2010), pero los ingresos del 20 por ciento más rico cayeron en 16 por ciento. O sea: a los más ricos les fue peor.
Allí está el malentendido presidencial. Lo deseable para cualquier nación, es que la redistribución del ingreso ocurra porque los más pobres obtienen una proporción mayor de un ingreso nacional creciente, y no porque en las crisis, su ingreso cae –aunque no tanto- como el de las clases medias y los ricos (OECD 2011, Why Inequality Keeps Rising, www.oecd.org/els/social/inequality).
No tiene sentido celebrar una sociedad que se iguala un poquito porque se contrae y se empobrece. Valdría más reconocer que con esa inestabilidad y a esos ritmos, nunca abandonaremos nuestro penoso segundo lugar, como nación más desigual –y estancada- de la OCDE.

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