martes, 3 de septiembre de 2013

TEXTO Y CONTEXTO*

JORGE ALCOCER

Cumplidas las primeras 36 semanas del ya no tan nuevo gobierno, sugiero leer el texto del mensaje presidencial de ayer, y tener presente el contexto del Primer Informe de Gobierno.

Fue Vicente Fox el primer Presidente impedido de entrar al salón de sesiones de San Lázaro, para dirigir el tradicional mensaje con motivo del informe de gobierno; al año siguiente (2007) Felipe Calderón entró, subió al presídium, entregó el informe por escrito... y se fue. En agosto de 2008 se promulgó la reforma al artículo 69 de la Constitución, que eliminó la obligación del Presidente de acudir al Congreso cada 1o. de septiembre; a partir de entonces el informe se presenta por escrito, sin determinarse quién debe cumplir tal encomienda. El domingo lo hizo, como antes, el secretario de Gobernación, pero igual pudo enviarlo con un motociclista.

Por ese cambio, a partir de 2008, cada 2 de septiembre (salvo en 2011), Felipe Calderón usó el Palacio Nacional para realizar un evento, con invitados y escenografía a modo, para dirigir un mensaje, en cadena nacional de TV y radio. La sesión de apertura de sesiones del Congreso, cada 1o. de septiembre, con los discursos de los grupos parlamentarios, dejó de interesar. Por unos cuantos diputados, groseros y gritones, la República perdió el acto en que el Ejecutivo rinde cuentas al Congreso. Todos salimos perdiendo. Ojalá, antes de que termine el sexenio, veamos al presidente Peña Nieto en la "tribuna más alta de la Nación".

Para el Presidente su primer informe se convirtió en un juego de vencidas con los maestros de la CNTE y demás acompañantes, que desde hace semanas tomaron la Ciudad de México como rehén y al Zócalo capitalino como base. Peña Nieto anunció que daría su mensaje en el Campo Marte, a las 11:00 horas del pasado domingo; la decisión fue mal recibida. Ir a una instalación castrense fue interpretado como señal de temor; hacerlo antes de la apertura formal de sesiones del Congreso, como una descortesía a diputados y senadores.

El Presidente enmendó día y lugar; decidió esperar al cumplimiento de la formalidad constitucional, difiriendo su mensaje al día de ayer, desde la residencia oficial de Los Pinos, bajo una improvisada carpa, con el costo de evidentes errores de protocolo en el trato entre Poderes. Cobijado por sus invitados, Peña Nieto mandó su mensaje. Por la TV se veía tranquilo; aunque más que rendir cuentas de 9 meses, se refirió a expectativas de futuro. Nada le ayudó, para tal fin, mencionar cifras millonarias y billonarias, de gasto e inversiones. Esos datos pasan de noche, son demasiados ceros.

Peña Nieto insistió en que no quiere administrar, sino cambiar. Como dicen sus mensajes, quiere "mover a México". Su mensaje tuvo más de administración que de cambio. Fue un repaso y reparto de promesas, que de tanto decirlas se han desgastado; carecen de credibilidad. El texto tuvo como hilo conductor las frases de sus mensajes en TV y radio; se apegó a la teoría de sus publicistas, al repetir -martillear- careció de fuerza motivacional. Peña está -para bien- lejos del histrionismo de José López Portillo; produce en el público la misma emoción que Miguel de la Madrid. Lo que el actual Presidente no encuentra es su propia forma, eso que se llama "estilo personal de gobernar".

Sin dejar de lado al Pacto, y el consabido apapacho a los tres partidos, el Presidente puso el énfasis final en pedir apoyo para el Congreso en las reformas pendientes -energética y hacendaria- y exhortó a los mexicanos a hacerlas suyas. De la política nada dijo, como si fuera tema ajeno al jefe de Estado y a lo que pase con su gobierno. Veo remoto que el exhorto presidencial sea atendido, pues nadie sabe qué contendrá la segunda de esas reformas, y de la primera solo se ha dado a conocer la iniciativa constitucional. Falta la letra chiquita, esa en la que se esconde el diablo.

Sin grandes resultados para mostrar, el Presidente ponderó como tales una "economía estable" y una "democracia madura"; solo que ambas condiciones no están presentes en la percepción social. No puede considerarse estable una economía en vías de recesión, ni madura una democracia a la que una vez más se propone reformar, o deformar.

Tanto la estabilidad y el crecimiento económicos, como la madurez democrática, son metas por alcanzar.

*Reforma 03-09-13

No hay comentarios: