¡Feliz Nochebuena, trabajadores de México y del mundo! Cómo la pasarán esta noche y no me refiero a los trabajadores privilegiados, que los hay, sino a los de "mano dura", encallecida por el esfuerzo cotidiano, sudorosos y aguerridos. El niño que nació en un pesebre hace más de dos mil años era hijo de trabajadores y trabajador Él mismo, del cuerpo y del alma, del espíritu. Cómo la pasarán. Lo digo pensando en cómo a su vez están el mundo y el país, envueltos ambos en un torbellino de incertidumbre. Tampoco me refiero a los que trabajan para pervertir la grandeza de su oficio, dañando y hasta matando a su prójimo. Pero la verdad es que en medio de la violencia, de la crisis económica, del abuso del poder, del deterioro de las instituciones y del ejercicio político, él único que se salva es el trabajador. Se salva porque contribuye a la salvación de los demás. ¿De qué manera? Sobre sus hombros pesa y descansa el bienestar de los otros. ¿Qué daño hace él? Con sus instrumentos de trabajo contribuye a lo que los humanos llamamos progreso. Son los perversos y torcidos de conciencia quienes abusan y se enriquecen a costa del oprimido; utilizan a los trabajadores en su beneficio y hasta como punto de referencia de su ocupación, de su quehacer particular u oficial. Aparentan interesarse en los trabajadores. Pero es el jornalero, el obrero, el que hace girar con su esfuerzo las pesadas ruedas de la historia. El resto de la gente usufructúa en su beneficio tal esfuerzo, unos de buena fe y con responsabilidad, otros de mala fe. ¿Qué noche pasarán hoy los trabajadores de México? El pesebre y la cruz del niño cuyo nacimiento hoy se festeja son el fruto del trabajo material. Se dice, y ha resonado a través de los siglos, que éste niño ya hecho hombre y cumplida su misión vino a redimirnos; a redimir a toda la Humanidad, por supuesto. Sin embargo, entre las luces y sombras del conglomerado humano hay de todo. Y algunos parecen irredentos. ¿Lo serán? ¿Pero quiénes son los redimibles y en qué sentido? Al calor de la noche pasada y en el transcurso de este día, que es Navidad, me voy convenciendo de que junto con la redención espiritual está la social. Son inseparables igual que el sonido es inseparable del instrumento que lo genera. ¿Quiénes son los redimibles? ¿Quiénes son los rescatables a los que hay que sacar de donde priva la injusticia? No me parece que sean los ricos, ni los satisfechos, ni los felices o que se creen felices y que en rigor son conformistas. No. Los rescatables son los trabajadores. El mundo social es una máquina que algunos han llamado de explotación. He allí a los beneficiarios del progreso, he allí a los que pregonan el cambio social pero conservando las mismas reglas del deterioro al que hemos llegado.
Por eso, precisamente por eso, los trabajadores se levantan, se ponen de pie. Y se los critica porque en ocasiones manotean y gritan. ¡Qué notable, no se los criticaría si lloraran! ¿Se los compadecería, acaso? Compasión que de poco ha servido para equilibrar la balanza. La cena de anoche y la comida del día de hoy no fueron ni serán las mismas para todos. Hay árboles de Navidad luminosos y los hay vacíos. Los hay que lucen a sus pies regalos generosos y magníficos. Hay mesas en que las botellas de vino se han descorchado y se descorchan en medio de un gran alboroto y regocijo. Y las hay en que la tristeza predominó y predomina. La tristeza, la desilusión y el pesimismo. ¡Qué Nochebuena y qué Navidad para los hombres, las mujeres y los niños víctimas directas o indirectas de la violencia, de la pobreza, de la injusticia! Si Jesús no fue hijo de Dios merecía serlo, dijo Renan, y su poder de fe y de esperanza debe imperar en la conciencia de la clase trabajadora. Es decir, la justicia se obtiene luchando, desde luego no a patadas ni con la violencia física. Pero sí luchando. El niño que nació en un pesebre, hijo de trabajadores y trabajador Él mismo, fue un hombre siempre en pie de lucha y profundamente comprometido. Su mensaje no es el de la resignación y en este sentido yo interpreto el valor de la fe y la esperanza: como optimismo fundado y razonado. Cruzarse de brazos ante la injusticia es morir antes de tiempo. La Nochebuena y la Navidad reconfortan a todos, pero hay "reconfortados", lo pongo entre comillas, que huelgan en su comodidad, en su riqueza, en su poder. Los otros, los que no se cruzan de brazos, son sin duda los elegidos y cristianamente hablando los bienaventurados.
A pesar de todo: ¡Feliz Nochebuena, trabajadores!
Por eso, precisamente por eso, los trabajadores se levantan, se ponen de pie. Y se los critica porque en ocasiones manotean y gritan. ¡Qué notable, no se los criticaría si lloraran! ¿Se los compadecería, acaso? Compasión que de poco ha servido para equilibrar la balanza. La cena de anoche y la comida del día de hoy no fueron ni serán las mismas para todos. Hay árboles de Navidad luminosos y los hay vacíos. Los hay que lucen a sus pies regalos generosos y magníficos. Hay mesas en que las botellas de vino se han descorchado y se descorchan en medio de un gran alboroto y regocijo. Y las hay en que la tristeza predominó y predomina. La tristeza, la desilusión y el pesimismo. ¡Qué Nochebuena y qué Navidad para los hombres, las mujeres y los niños víctimas directas o indirectas de la violencia, de la pobreza, de la injusticia! Si Jesús no fue hijo de Dios merecía serlo, dijo Renan, y su poder de fe y de esperanza debe imperar en la conciencia de la clase trabajadora. Es decir, la justicia se obtiene luchando, desde luego no a patadas ni con la violencia física. Pero sí luchando. El niño que nació en un pesebre, hijo de trabajadores y trabajador Él mismo, fue un hombre siempre en pie de lucha y profundamente comprometido. Su mensaje no es el de la resignación y en este sentido yo interpreto el valor de la fe y la esperanza: como optimismo fundado y razonado. Cruzarse de brazos ante la injusticia es morir antes de tiempo. La Nochebuena y la Navidad reconfortan a todos, pero hay "reconfortados", lo pongo entre comillas, que huelgan en su comodidad, en su riqueza, en su poder. Los otros, los que no se cruzan de brazos, son sin duda los elegidos y cristianamente hablando los bienaventurados.
A pesar de todo: ¡Feliz Nochebuena, trabajadores!
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