martes, 26 de marzo de 2013

CAMBIO DE ÉPOCA, LA PENOSA RESISTENCIA*


JAVIER CORRAL JURADO

Por una abrumadora y jubilosa mayoría de sus 9,300 delegados, la XVII Asamblea Nacional panista, celebrada el domingo pasado, resolvió otorgar a todos los militantes del partido el derecho a elegir de manera directa a los Presidentes de los Comités Directivos Municipales, Estatales y del Comité Ejecutivo Nacional, y a sus comités. Se trata de una de las reformas más importantes que se han realizado en las últimas décadas y constituye un giro trascendental para iniciar la recuperación política y la rehabilitación moral de Acción Nacional, tras la mayúscula derrota electoral que sufrimos el año pasado. El cambio supone una nueva época, y sin duda, un estrujamiento a las élites, grupos y cacicazgos que se han enquistado en las estructuras del partido en todo el país.

De hecho, la determinación fue una respuesta a la problemática que ha venido padeciendo el partido desde hace tiempo y que se ha recrudecido de manera alarmante en los estados y durante las últimas presidencias nacionales. El cambio procedimental es una respuesta al tamaño del problema. Durante años el partido pudo procesar problemas, sortear crisis, generar debates internos, consensar diferencias, dar facultades a los presidentes del partido para negociar con el gobierno, ratificar posiciones, pronunciamientos de esos mismos funcionarios, etcétera.

Nuestra vida interna era un motivo de alegría que refrendaba la convicción partidaria, la membresía comprometida. Hubo un tiempo que algunos llamaron a la vida interna del partido "escuela de ciudadanos en lecciones de democracia". Hoy con el sistema clientelar se ha erosionado la vida ciudadana con acarreados en asambleas estatales y nacionales sometidas a la línea de los grupos, que impiden la entrada de panistas independientes. La onda grupera ha quebrado lo más preciado del panista: su compromiso con el partido, su lealtad se ha movido a la del grupo.

Las consecuencias de esta forma de tomar decisiones ha sido terrible. Renuncias, panistas haciendo campaña para candidatos de otros partidos. Una división interna que causa polaridad, odio, personalismos. El bien del partido no es referente, la verdad ha sido rehuida, la mística ha quedado ridiculizada: empañada por las venta de posiciones o el trueque de favores. La política interna se ha convertido en un juego de tahúres y no en un esfuerzo ciudadano para establecer una patria ordenada y generosa. 

El poder paulatinamente empezó a transformar al partido. La selección de candidatos sobre todo los de listas (representación proporcional) dio pie a asambleas amañadas, a grupos que impiden la propia gobernanza interna, afiliación masiva de nuevos miembros, a cerrar el debate interno a cualquier propuesta que afectara los intereses de los grupos. En los consejos estatales —y cada vez más también en el nacional—, ya no valen los argumentos, ni los perfiles, ni las buenas exposiciones. Durante el Consejo Nacional que definió la lista plurinominal de candidatos al Senado de la República, el mejor discurso sin duda, fue el de Luis Felipe Bravo Mena, y sin embargo el mismo órgano eleccionario que antes lo había hecho presidente nacional, lo colocó en el décimo lugar de la lista. No entró.

Lo peor se da en los estados, donde se replican estas experiencias. Hay líderes informales en cada estado que determinan la suerte del partido y se ha convertido el partido en fortaleza inexpugnable e intransitable. Si no fuese por lo dañino a la vida institucional sería motivo de risa las escenas en nuestras asambleas para elegir consejeros donde hombres humildes ya entrados en años votan no por lo que oyen o por la propuesta sino por la lista enmicada que le dieron de donde busca nombres y los coteja contra los que escribió en un papel. En la Asamblea Nacional que eligió al Consejo hace tres años, las listas estaban impresas en papel seguridad.

La narración de las anécdotas da para tratados de picaresca. En estas circunstancias la autocrítica es inevitable con toda la crudeza por más dolorosa que ésta sea. Esto fue lo que realizaron los panistas: asumir el problema, darle dimensión y reconocer que el partido va en tobogán hacia su aniquilamiento. Los panistas enfrentaron el problema con entereza y con enorme entusiasmo, reconocimos que el problema es el diseño estructural, que la corrupción, la ambición y el rampante pragmatismo nos están hundiendo y nos han hecho olvidar o dejar para otro día los motivos espirituales que nos han congregado.

Nuestras ideas básicas que representan los anhelos de los panistas siguen intactas. Las ideas libertarias, republicanas que descansan en la noción de la eminente dignidad de la persona siguen teniendo validez, no han tenido caducidad. Ha sido lo adjetivo, lo procedimental, lo que se ha votado. No para destruir el partido sino para reencauzarlo a su ideal democrático.

El partido requiere regresar a su voluntad ciudadana individual que es la suma de todos en un momento dado. El PAN quiere regresar a la democracia interna, real y efectiva y no a la parálisis y a la falta de circulación de sus directivos y de sus órganos. No quiere ser un partido corporativo ni de élites o cuadros que sólo ven por su interés. Acción Nacional quiere renovar su vida interna para seguir siendo el partido defensor de la democracia, la persona humana, la libertad en lo social y en lo económico.

Tenemos que reconocer que los sistemas indirectos nos dieron satisfacción, líderes entrañables, programas de gobierno, plataformas políticas, pero ese método ha dejado de funcionar y ha afectado la libertad interna que requerimos cambiar. Si no extirpamos el mal perdemos el rumbo y el alma que nos ha hecho políticos distinguibles frente a otras denominaciones políticas.

La democracia directa se da para buscar mayor legitimidad en los gobiernos y en los partidos. Democracias consolidadas, gobernadas por métodos indirectos usan las consultas ciudadanas directas en plebiscitos, referéndums y elecciones primarias. Ligar la democracia a los sistemas indirectos siempre, es crearse falsas necesidades, fetichismos institucionales. Desde luego que la reforma requiere delinearse con claridad para evitar que el miedo se apodere del partido. Para crear espacios para el debate interno, la reflexión y la propuesta.

Éste es el significado de lo acontecido; es una lástima que frente a una decisión tan clara, tan abrumadora, tan contundente, haya una penosa resistencia que va desde la insolencia de calificar la reforma como “perredista”, “populista”, “presidencialista”, hasta la operación puesta ya en marcha para derribarla en tribunales. La defenderemos con toda decisión.

*El Universal 20-03-13

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