JOSÉ WOLDENBERG
Lo sabemos: las películas narran historias, recrean mitos, generan modas, apuntalan o erosionan usos y costumbres; ilustran y ponen a circular supercherías, encumbran estrellas, impactan el lenguaje; unas desean ser pedagógicas y otras subvertir el orden, las hay analíticas y complejas y también elementales y rutinarias; entretienen, aburren, entusiasman; alimentan discusiones y modelan gustos y aspiraciones. Son, en una frase, un fenómeno cultural en el sentido antropológico de la palabra.
En ocasiones, alguna se desprende del conjunto, y por su lenguaje, puesta en escena, argumento, tono, tensión, se convierte en una auténtica obra de arte. No es común, pero sucede.
No obstante, el cine es también una industria. Y para reforzarla, en un mundo donde la competencia es expansiva, se requieren políticas específicas. Antes, sin embargo, son imprescindibles diagnósticos que ilustren sobre el estado que guarda tan singular industria. Es en ese contexto que el Anuario Estadístico 2012 que presenta Imcine tiene un enorme valor. Si no queremos juicios a vuelo de pájaro, "impresionistas", volátiles, tenemos entonces que documentar lo que sucede en "nuestro" cine. El Anuario ayuda -y mucho- a ello. Los datos son elocuentes. Y una síntesis excesivamente comprimida sería la siguiente: en materia de producción avanzamos. Pero en el renglón de exhibición y distribución tenemos problemas agudos. Veamos.
En 2012 se produjeron 112 largometrajes, de los cuales el 63 por ciento fueron apoyados por el Estado. De ellos el 43 por ciento resultaron las primeras películas de sus respectivos directores. Se produjeron además 622 cortometrajes. 22 millones es el costo promedio de un largometraje mexicano. Las 112 películas filmadas representan un crecimiento importante de la producción. En 2007 se hicieron 70, en 2008 el mismo número, en 2009 la cifra bajó un poco, 66; en 2010 se filmaron 69, en 2011 73 y el gran salto se produjo en 2012. Los datos son aún mejores si se les compara con nuestro pasado reciente: en 1997 se filmaron solo 9 películas, un año después, 11, en 1999, 19 y en 2000 28. En 2001, 21, en 2002 14 y en 2003 29. La llamada industria cinematográfica languidecía. La cifra de 112 largometrajes no se alcanzaba desde 1964, cuando se filmaron 114. Al parecer, los estímulos fiscales y el incremento de recursos a Imcine han cumplido con su misión: elevar la producción cinematográfica. Sin duda, una buena nueva.
228 millones de personas fueron al cine en 2012. Un promedio de dos veces por habitante. La asistencia viene creciendo: en 2010 concurrieron 190 millones; en 2011, 205. Un incremento del 8 y el 11 por ciento respectivamente. Y algo similar sucede con los ingresos de taquilla. Aunque la asistencia al cine se encuentra más que concentrada: el 27.6 por ciento del total sucede en el DF. La asistencia general dejó en taquilla 10,672 millones de pesos. Pero el 89 por ciento de esos ingresos lo generaron películas norteamericanas. Solo el 4 por ciento entró por películas mexicanas y el 6 por ciento por europeas. A ver películas mexicanas solo concurrieron 10.9 millones de espectadores, es decir, el 4.78 por ciento. Incluso la cuota de mercado del cine mexicano bajó: en 2010 fueron 11.5 millones y un año después 13.8. En 2012 se estrenaron 319 películas, 67 de las cuales fueron mexicanas. Pero 25 de ellas no las vieron ni mil personas. No se requiere ser Einstein para documentar el privilegio que los exhibidores otorgan al cine norteamericano. Ello tiene dos consecuencias alarmantes: un buen número de películas mexicanas simple y sencillamente no encuentran lugar para ser proyectadas (en los próximos Anuarios sería bueno informar del número de películas que jamás se estrenaron) y otro tanto solo lo hace de manera marginal, simbólica. Se trata del cuello de botella más relevante del cine mexicano. Y eso lo percibe la mayoría de los espectadores. Según una encuesta citada en el Anuario, el 81 por ciento de las personas contestó estar totalmente de acuerdo o de acuerdo con la siguiente afirmación: "las salas de cine estás saturadas de películas extranjeras y se relegan las mexicanas".
No obstante, el número de películas mexicanas estrenadas viene creciendo de manera sistemática desde 1999 (de 11 a 67), luego de una caída espectacular -un auténtico desplome- a partir de 1991. En 91 se estrenaron 88 cintas y en 1998 solo 8. (Por supuesto que el tema de la calidad del cine mexicano debe colocarse en el centro de la discusión, pero el Anuario Estadístico es eso: una compilación de cifras pertinentes que ilustran la situación de la industria).
El cine acompaña la vida de muchos de nosotros. Y es una industria que da empleo a miles de personas. El gusto por las películas es expansivo. Y es bueno saber que el año pasado se realizaron 82 festivales de cine en nuestro país, de los cuales 25 sucedieron en el DF. Extraigo una conclusión personal: vale la pena apuntalar al cine. Aunque sea en unos gramos, nos auxilia a mejorar la vida.
*Reforma 07-03-13
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