JORGE ALCOCER
Partidos y candidatos están viendo la próxima elección, no a la próxima generación, como ya quedó establecido en estas planas. Sin embargo, cabe apuntar que la próxima generación parece estar viendo solamente el momento, no su futuro, que, a querer y no, pasa por las siguientes elecciones. Muchos temas que afectan el presente y el futuro de los jóvenes evolucionarán en los siguientes seis años, en buena medida, en función del resultado de la próxima elección.
Retomo los datos publicados el domingo en Enfoque: 24.5 millones de electores entre 18 a 29 años; 3.5 millones entre 18 a 21 años, que pueden votar por primera vez, otros 10.5 millones que podrán votar por vez primera para Presidente. El dato que preocupa: 65 de cada 100 jóvenes, entre 20 a 29 años, no acudieron a las urnas en elecciones anteriores. Son los que más se abstienen.
Hay alguna información, proveniente del IFE y de estudios o encuestas, pero sabemos poco sobre preferencias juveniles a la hora del voto. Los expertos sostienen que, por la "ley de los grandes números", ese segmento (30.3% del universo de electores) debe observar la regla de que "las partes tienden a comportarse como el todo"; es decir que, salvo que se presente algún evento que sesgue su comportamiento, los jóvenes distribuyen su voto de manera similar al resto de electores. El "evento portador de futuro" sería que voten en mayor porcentaje que el resto.
La importancia de que los jóvenes voten en 2012 estriba en la calidad que su masiva participación daría al resultado de las elecciones del domingo 1o. de julio, federales y locales. Si en 1994 los jóvenes que, mayoritariamente, fueron a votar dieron un chance a la paz, este año su masiva participación daría al futuro Presidente, y a los próximos diputados y senadores, no sólo la fortaleza de la próxima generación, sino también un contexto de exigencia que no podrán ignorar.
Por esa calidad que los jóvenes pueden imprimir a la jornada electoral es que debemos imaginar, cuanto antes, múltiples vías y acciones para estimular su votación, respetando su movilización. Con una sola recomendación -de mi parte-: aislar a quienes ya buscaron, y buscarán, generar incidentes violentos.
Pongo sobre la mesa las siguientes propuestas concretas:
- Que partidos y candidatos utilicen parte de los siguientes mensajes en TV y radio para explicar sus propuestas y compromisos frente a los jóvenes, con referencia explícita a lo que éstos demandan en sus movilizaciones.
- Que el IFE haga lo propio con sus mensajes en esos medios, para explicar la importancia de la participación de los jóvenes y llamarlos a votar; que promueva foros y mesas para que expresen sus opiniones y críticas frente a la calidad de las elecciones; que acuerde el monitoreo de la cobertura en TV y radio, en cantidad y calidad, de la movilización juvenil, por estar directamente relacionada con las campañas electorales en curso.
- Que los cuatro candidatos presidenciales propongan al IFE un cambio en el formato del segundo debate (10 de junio) para que estudiantes de educación superior (de universidades públicas y privadas) formulen, directamente y con entera libertad, sus preguntas, sin más restricción que el respeto personal a cada candidato; Javier Solórzano, conductor ya aprobado, daría la palabra a estudiantes y candidatos, garantizando el respeto entre todos. Los detalles para decidir cuántos jóvenes y de qué universidades son múltiples, pero si ellos contribuyen a resolverlos, será más fácil. Y que el debate se transmita por cadena nacional.
- Que los candidatos promuevan encuentros con jóvenes, de manera directa, sin más condiciones que las necesarias para el diálogo civilizado y respetuoso; con la agenda, previa o espontánea, que los jóvenes decidan plantearles, y que el IFE promueva la difusión más amplia de esos encuentros, en la red de televisoras y radiodifusoras públicas; y si las privadas quieren cubrirlo, bienvenidas.
Pasemos, desde este lado de la barrera, del aplauso a la mirada crítica; ayudemos a que la nueva generación decida participar en las urnas. Dejemos para después las evocaciones históricas y las comparaciones forzadas.
Si los jóvenes quieren decidir sobre su futuro, que de la movilización pasen a la elección, que voten, para que la primavera dé paso a un verano democrático.
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