martes, 22 de mayo de 2012

UN FANTASMA RECORRE EL PAN


JORGE ALCOCER VILLANUEVA

Perdón por lo trillado de la referencia a Carlos Marx, pero es inevitable. El fantasma que recorre al Partido Acción Nacional es el tercer lugar en la elección presidencial del próximo 1o. de julio.
Desde que en México quedó atrás la etapa del partido hegemónico, casi único (Carlos Salinas dix it), solamente en la elección que marcó el inicio de la nueva etapa (1988) el PAN quedó en tercer lugar; Manuel J. Clouthier -Maquío- fue su abanderado. En la siguiente, 1994, Diego Fernández de Cevallos obtuvo el segundo lugar, y en las de 2000 y 2006, Vicente Fox y Felipe Calderón, respectivamente, se alzaron con la victoria. Cabe recordar que en la de hace seis años, el PRI quedó ubicado en un inédito tercer sitio.
La historia de la elección en curso es diferente a las antes evocadas. Desde el arranque del proceso, el aspirante y luego candidato del tricolor se ubica en el primer lugar de preferencias, con una significativa ventaja sobre sus adversarios. Josefina Vázquez Mota inició la campaña ubicada en segundo lugar, lo que a juicio de sus seguidores le daba posibilidad de repetir la historia protagonizada por Calderón seis años antes: remontar la distancia y terminar superando al favorito. No ha sido así. El que ha remontado es Andrés Manuel López Obrador, que desde hace varias semanas pelea, palmo a palmo, el segundo sitio, en el que varias encuestas ya lo ubican. Los factores que explican el riesgo en que se encuentran el PAN y su candidata -quedar en tercer lugar- son múltiples. Van desde las divisiones y pleitos en la etapa de precampaña; los errores de Josefina y su equipo en el inicio de la campaña (el desaguisado en el estadio Azul); las fricciones y confrontaciones entre los josefinistas y quienes llegaron al equipo enviados por la casa presidencial; los spots en radio y TV, carentes de fuerza argumentativa y francamente pobres en imagen, hasta llegar al mediano desempeño de la propia candidata en el primer debate.
Pero en el trasfondo de lo que estamos viendo está, primero que otra cosa, el evidente descontento de la mayoría del electorado con los resultados de casi 12 años de gobiernos federales panistas; a lo que debemos sumar el desgaste en los estados en que el PAN ha gobernado, o gobernó, por igual o mayor tiempo (Jalisco, Baja California, Guanajuato, Morelos, Aguascalientes) o aquellos en que su paso por el gobierno fue flor de un sexenio (Yucatán, Chihuahua, San Luis Potosí, Tlaxcala).
En las más de dos décadas transcurridas desde que el PAN conquistó el primer gobierno estatal (BC en 1989) poco o nada avanzó en la implantación territorial y fortalecimiento de sus estructuras y en la formación de cuadros imbuidos de la mística que antaño les permitía soportar la "brega de eternidades". El padrón de militantes y adherentes creció como la espuma, por la misma causa que un tarro con miel atrae a las moscas. Ingresar a las filas del blanquiazul se convirtió en vía para acceder a candidaturas y cargos públicos; el trasvase de cuadros y militantes de otros partidos hacia el PAN pasó a ser práctica común. La corrupción penetró en los gobiernos panistas de los tres órdenes.
En no pocos estados el PAN sigue registrando muy bajos porcentajes de votación (prácticamente en toda la región sur-sureste) mientras que en otros el éxito electoral se explica por la formación de coaliciones del tipo "todos unidos contra el PRI" (Yucatán, Chiapas, Oaxaca, Puebla, Sinaloa) que al no repetirse en la elección siguiente provocan la dispersión del voto entre los partidos antes aliados. Sumemos a lo anterior el freno al relevo generacional que, con éxito, venía practicando el PAN hasta antes de su llegada a Los Pinos. El ejemplo y contraste se constata en la gestión de Luis H. Álvarez como "jefe nacional", etapa en la que fueron incorporados a tareas de dirección nacional muchos de los que en años siguientes serían destacados legisladores o exitosos estrategas electorales. Sin desbancar ni ofender a la generación anterior, don Luis supo combinar doctrina con pragmatismo. Luego, ya en el ejercicio del poder, otros jefes olvidaron la primera y exacerbaron lo segundo.
Como jefe nacional del PAN, Felipe Calderón ofreció "ganar el gobierno sin perder al partido". En 39 días el presidente Calderón podría verse ante la pérdida del gobierno, y también del partido.

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