ISSA LUNA PLA
¿Porqué no tenemos políticos rockstars en México? Nada como un verdadero ícono que arrebate la atención, que desborde admiración por el virtuosismo, que encienda la energía de una nación y que impregne sus acciones de apoyo social y fanatismo.
Estamos muy lejos de tener candidatos rockstars. Tan lejos que al candidato del Partido de la Revolución Democrática se le diseñó una imagen de telenovela, pensando que para ganar se podría aprovechar de los mismos sentimientos que el drama imprime en los espectadores.
Y con ello se le transportaron todos los problemas y las imperfecciones profesionales y técnicas que tienen las telenovelas: van dirigidas a las amas de casa y no al público en general; se nutren de expectativas aspiracionales y poco de apreciación artística; están diseñadas no para mostrar el virtuosismo de los actores, sino para reafirmar la mala actuación, la incoherencia y los errores en el guión, en la grabación y la mala calidad de la producción. Van en contra de la elegancia. Una vez un actor de telenovelas me contó que cuando actuaba bien en los ensayos lo corregían, pidiéndole que recitara acartonadamente sus diálogos.
Las telenovelas son un discurso que no llama a la acción del espectador; la audiencia de las telenovelas se caracterizan por la pasividad y el sentimentalismo; son espectadores que no necesitan contenido sino repeticiones y lugares comunes. Trasladado a gobierno, es claro que las propuestas del candidato del PRI son vacías y triviales, como los personajes de las telenovelas. Porque sus publicistas le vendieron al PRI que a la campaña se le podrían aplicar todas las reglas de la mercadotecnia.
Qué ocurrencia la del candidato decir que su propuesta es cumplir con su mandato constitucional y respetar los derechos humanos. Qué locura decir que los grandes problemas del país nos los dirá gobernando, igualito que el final de una telenovela, nunca acaba diciendo nada, ni articulando un discurso ni cerrando círculos dramáticos. Increíble que el candidato proponga un sistema social universal (que es para todos, y que de 10 mexicanos, 10 lo tengan, según nos explica) y que no nos diga cómo lo hará. Es el candidato del bollywood mexicano.
Dilma Ruseff era una rockstar de su campaña. Se afirmó con dureza ante sus electores y protestó su forma de pensar. En campaña, para lograr el apoyo de las brasileñas les dijo: En Brasil la mitad de la población somos mujeres, y la otra mitad son nuestros hijos. Una frase célebre no necesita repeticiones, porque sino se confundiría con un eslogan.
Quizás la candidata del Partido Acción Nacional podría darnos más de su carácter y hacer más protestas personales. Mostrarnos más la locura detrás de su pose y su imagen. Dejarnos ver la garra, como cuando nos dice que ella no pactará con el Narcotráfico. Dejarnos ver cómo trabaja con su equipo, cómo trata a sus colaboradores, cómo hace eso complicado que la hace una profesional del gobierno. La Josefina en crisis y con las mangas remangadas. Podría ser una rockstar pero le falta la genialidad y locura.
Hay artistas que nos hacen seguirlos por un placer inconfesable, porque tienen un ritmo pegajoso y fácil de reproducir. El candidato del PRD definitivamente nos hace reflexionar en que el sistema económico está cooptado, que los medios de comunicación de mayor audiencia son corruptos, y que el Estado de Derecho actual discrimina a los más pobres. AMLO es ideal para darnos información clave para entender una realidad lamentable. Escucharlo, aunque sea un poco, es inevitable para todos, como un guilty pleasure.
Pero los rockstars siempre tienen una audiencia fascinada por su forma de hacer música y por su propuesta. Los verdaderos rockstars son genios, son visionarios que nos enseñan su arte y desafían las reglas pre-establecidas. Su musica se vuelve intemporal. Necesitaremos ver más del AMLO demostrándonos cómo sustituir ese Estado inequitativo y discriminatorio por uno justo; al mismo AMLO que una vez dijo al diablo con las instituciones. Porque las revoluciones deben valer la pena, deben representar la sustitución de unas ideas por otras mejores, por otras más virtuosas y afanadas. México no es Libia, donde el objetivo fue borrar del mapa el sistema y empezar de ceros una competencia por el propio sistema de gobierno y por la definición del grupo gobernante.
Los rockstar y los poperos son diferentes. Estos últimos no tienen tantas virtudes, les escriben las letras, no tocan tan bien los instrumentos, pero tienen estilo y su actitud a muchos les cae bien. El señor Quadri está más cerca de ser un popstar. Nos hace creer que él entra en debates políticos, pero no es político; que lo postuló un partido político, pero no es político; hace propuestas políticas y populistas, pero no es político; nos manda ideas populares como el internet como derecho humano pero no se preocupa que trascienda en la realidad. Tampoco tiene banda, se planta sólo en el escenario y a veces hace fonomímica. Es un one-hit-wonder.
El fanatismo hacia los rockstars nos hace verlos en sus conciertos aunque llueva, nos aplasten y nos hagan perder 5 horas en el tráfico con tal de verlos. Quizás un político rockstar ayudaría a que delegáramos el poder con placer, sabiendo que es un virtuoso de la administración y de la política; que hay un genio conduciendo el país; que su gobierno será recordado por las generaciones de nuestros hijos, y que en julio todos participaremos de unas votaciones históricas.
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