viernes, 18 de mayo de 2012

EL DESAFÍO DE LA SALUD


MIGUEL CARBONELL

La mayor desventaja de México frente a otros países con los que debemos competir no está en nuestro bajo nivel educativo, en la falta de buenos empleos o en la inseguridad que azota a una parte considerable del territorio nacional: el problema principal tiene que ver con la salud de los mexicanos. 
Si las personas no tienen buena salud, da igual que haya muchas universidades, que crezca la oferta de empleos bien pagados o que se dejen de cometer homicidios. Sin salud ninguna de las cosas que ofrece la vida puede ser aprovechada y disfrutada: se resiente el individuo y se resiente la sociedad en su conjunto. 
Los indicadores de México siguen siendo lamentables, pese a los innegables avances de años recientes. Las dificultades comienzan desde el nacimiento. Uno de cada 11 niños mexicanos tiene bajo peso al nacer, frente a países con mucho mejores datos, como Suecia o Islandia (uno de cada 25 niños) o incluso de Chile (uno de cada 17). La mortalidad de niños menores de un año multiplica por 10 a la de Islandia, sextuplica la de Eslovenia y duplica la de países de ingresos medios como Chile, Polonia y Hungría. 
México es el segundo país con mayor porcentaje de obesos, sólo detrás de EU. Uno de cada tres mexicanos es obeso. Eso es lo que explica en parte que uno de cada 11 sea diabético, lo cual triplica la cifra de países como China, Sudáfrica o Indonesia. La diabetes es ya la primera causa de muerte en el país. Cada dos horas mueren cinco personas por complicaciones relacionadas con esa enfermedad. Y atender a la población diabética no es barato. El 17% de todo el gasto federal en salud se dedica al tema de la diabetes y sus complicaciones derivadas.
Desde 1960 los varones mexicanos han ganado 2.8 años de vida y las mujeres 3.4. Puede parecer mucho, pero no si consideramos que los hombres japoneses han ganado siete años de vida y las mujeres 10 años. En promedio en los países de la OCDE, los hombres han ganado 4.4 años de vida y las mujeres 5.6. México está rezagado. 
Una explicación de lo anterior tiene que ver con el escaso gasto que dedicamos a la salud. México gasta 6.4% del PIB en salud, frente a un nivel de gasto de los países de la OCDE que alcanza 9.6%. Brasil, por ejemplo, gasta 9% de su PIB en salud y Chile 8.4%. También gastamos poco en medicinas: 249 dólares por persona al año, frente a los 487 promedio de la OCDE. 
Otro problema es la falta de infraestructura. En México hay 1.7 camas de hospital por cada mil habitantes, frente al promedio de los países de la OCDE de 5.1 camas. Japón tiene 13.7, Rusia 9.7 y Corea del Sur 8.3. 
En el mismo sentido, tenemos pocos médicos: dos por cada mil habitantes; las naciones de la OCDE tienen en promedio 3.1. Un mexicano consulta a un médico cuatro veces menos al año que un japonés. Por eso vive menos: las mujeres mexicanas tienen una mortalidad prematura tres veces superior que las islandesas, dos veces más que el promedio de los países de la OCDE. 
Podríamos seguir ofreciendo datos, pero quizá los que se acaban de anotar nos dan los elementos para comenzar a tomar medidas y suministrar un esquema de gasto en salud mucho más amplio y efectivo. 
Ese gasto tiene que revertir la inequidad en la atención médica y ser mucho más efectivo. El gasto público en salud para un habitante del DF es de 7 mil 355 pesos al año; para un habitante de Chiapas es de mil 805 pesos anuales. En Nuevo León, Coahuila o BCS, casi 100% de los partos se atienden por personal especializado, pero solamente sucede eso con uno de cada tres partos en Chiapas. La mortalidad materna en Guerrero multiplica por cinco a la de Nuevo León. Las disparidades son abismales. 
Además de incrementar el gasto público en salud, es necesario formar un mayor número de médicos y personal de enfermería, construir muchos más hospitales y generar una seguridad social universal, que cubra a todos los mexicanos desde la cuna hasta la tumba. Si no somos capaces de dar ese salto, todo lo demás será en vano. 

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