jueves, 9 de agosto de 2012

"STRIP TEASE" EN EL AEROPUERTO

MIGUEL CARBONELL

La CNDH dedicó su recomendación 33/2012 a un tema que podría parecer menor, pero que en realidad afecta a millones de personas cada año. Resulta que en el aeropuerto de Villahermosa detuvieron a una mujer porque sonaba en el arco de seguridad la prótesis mamaria que, por indicación médica, usaba luego de haber sido sometida a una mastectomía como producto de un cáncer de seno.
La persona que tenía que revisar a la pasajera le pidió que se sacara la prótesis, pero no en un lugar reservado que estuviera fuera de la mirada de los demás pasajeros y de los otros miembros del equipo de seguridad del aeropuerto, sino en el sitio mismo en el que había sonado el arco detector de metales, a la vista de todos.
Pese a la incomodidad que eso le supuso, la pasajera accedió, ya que le era de suma importancia tomar su vuelo, que saldría en pocos minutos. El elemento de seguridad agarró la prótesis, la depositó en una canastilla de plástico y la pasó por la máquina de rayos X, de nuevo a la vista de todos. Una vez desahogada esa indigna (y hasta inhumana) revisión, le fue devuelta la prótesis a la pasajera.
Esas son las dimensiones de un caso que encierra (como acertadamente lo documentó la CNDH) una vulneración de los derechos humanos de una persona, como consecuencia involuntaria de haber sido sometida a un tratamiento contra el cáncer de mama. Pero hay algo mucho más importante en ese caso, de lo que cual deberíamos tomar buena nota. Me refiero a la manifiesta falta de preparación del personal a cuyo cargo está la seguridad de los aeropuertos en México.
Por razones vinculadas con mi trabajo soy un usuario frecuentísimo de los aeropuertos. Cada año tomo entre 100 y 150 vuelos, tanto en México como en el extranjero. En México las reglas para la revisión de equipajes y personas son de los más variopintas, dependiendo a veces de la hora, del aeropuerto e incluso de la persona a la que le toca revisar al pasajero.
En algunos aeropuertos se deben abrir las maletas que van a ir documentadas como piezas de equipaje, en otros no. Algunos encargados de revisión a veces piden que uno se quite el saco cuando viste de traje y otros no. Los arcos detectores tienen calibrada una diferente intensidad según los aeropuertos: tengo un cinturón que nunca suena en los arcos del DF pero sí en los de Monterrey y Acapulco.
La preparación de los revisores es tan pobre que ni siquiera saben lo más elemental de sus tareas. Por ejemplo, hay quien usa el bastón para detectar metales (en una segunda revisión, una vez que ha sonado el arco detector) como si fuera una especie de máquina de rasurar: lo pega al cuerpo del pasajero, oprime con fuerza y lo va bajando y subiendo por piernas, torso y brazos (¡¡¡¡). Me ha pasado varias veces.
Hace poco, en un aeropuerto de los más pequeños del país solamente había una máquina detectora de metales para revisar a los pasajeros pero el día que tuve que volar no servía, de modo que nos revisaron manualmente (en sentido literal): un agente nos fue "palpando" el cuerpo y la ropa a todos y cada uno de los azorados viajeros.
La mayor parte de quienes revisan a los pasajeros (y, por tanto, de quienes depende la seguridad aérea del país) son empleados de empresas particulares cuyo principal objetivo es ganar dinero fácilmente; a leguas se nota que pagan salarios miserables.
Otra parte de la vigilancia (aunque no de la revisión ordinaria de los pasajeros) está a cargo de la Policía Federal, que sin duda está mucho más entrenada que los empleados de las empresas contratadas por los aeropuertos. Pero su trabajo también es cuestionable. He visto en cientos de ocasiones a policías federales distraídos revisando su teléfono celular o hablando por él durante largo rato, sin esmerarse en vigilar. También he visto que los policías tienen un especial "interés" en detener e "investigar" a mujeres jóvenes, sobre todo si responden al muy mexicano estereotipo según el cual son "de buen ver". En ese caso las interrogan, les piden papeles y les hacen sobre todo perder el tiempo; para esa difícil tarea suelen trabajar en equipo, seguramente por la sospecha que levantó algún escote o la breve longitud de una falda.
Ya hace un tiempo la CNDH tuvo que tomar cartas en el asunto, por las indignas revisiones a que son sometidos los pasajeros en los aeropuertos. Su recomendación 33/2012 vuelve sobre el mismo tema, lo que indica que las autoridades siguen siendo negligentes.
Ojalá en esta ocasión se repare debidamente el daño causado a la pasajera, pero que sirva también para poner en orden un sector de los transportes que puede poner en riesgo la seguridad nacional.

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