jueves, 20 de octubre de 2011

EL MANOTAZO (MEDIÁTICO) DEL PRESIDENTE

JULIO JUÁREZ GÁMIZ

Dicen los que saben de comunicación política que una campaña presidencial empieza cuando el mandatario en turno deja de ser el vocero más influyente en la agenda política y es sustituido por los candidatos. Es decir, cuando entrega el micrófono a sus posibles sucesores y cuando a los medios les importa más escuchar lo que tengan que decir los candidatos que la opinión del jefe de Estado que va de salida.
De acuerdo a esta sugerencia podríamos sacar algunas conclusiones acerca de la estela de cobertura que dejó la entrevista al presidente Calderón publicada el pasado 14 de octubre por el New York Times en donde, de manera difusa, atribuye a algunos miembros del PRI la intención de pactar con el crimen organizado para, así, frenar la violencia criminal que hoy ensombrece al país.
Por más que unos ya den por sentado quien será el próximo presidente de la República la verdad es que la campaña presidencial está muy lejos de iniciar. No falta quien denuncie que todos los aspirantes ya están en campaña, recorriendo el país y convocando a los medios de comunicación bajo cualquier pretexto. Y hay algo de cierto en ello. Sin embargo, la efervescencia de hoy no sustituye la importancia que tendrán los últimos 90 días del proceso electoral cuando candidatos formalmente registrados buscarán el voto da la ciudadanía. Son tiempos y estrategias muy distintas aunque el común denominador es no perder espacio en los medios.
Los dos aspirantes priistas, Enrique Peña y Manlio Fabio Beltrones, se montaron en un carrusel mediático llamado ‘Programa para México’ organizado por la Fundación Colosio con el objetivo de, según el portal de la Fundación, ‘salvar la transición democrática’. Cosa de entrada extraña siendo la derrota del PRI en el 2000 la que marcara el supuesto inicio de esta transición.
Por su parte, los tres aspirantes panistas han renunciado a sus encargos públicos para dedicarse de lleno a buscar la candidatura de su partido. Ya son muy pocos los días en donde no salen notas de sus reuniones, actividades, celebraciones, entrevistas y demás eventos diseñados para consumo mediático. La estrategia ha tenido como resultado insertar ya un espacio en prácticamente todos los medios en donde rutinariamente se informa sobre las actividades de los tres aspirantes azules.
En el caso del PRD, Marcelo Ebrard aprovecha aun la ventaja de seguir siendo el jefe de Gobierno del DF para insertar su imagen, y la de su flamante esposa, dentro del encuadre de las actividades propias de su responsabilidad con los capitalinos. Por su parte, López Obrador ha decidido relanzar su imagen como estadista internacional en sendos actos políticos realizados en los Estados Unidos y en España. Apuntalado además con los spots producidos por el PT, Andrés Manuel busca enderezar la percepción de un amplio segmento del electorado sobre su postura crítica frente a los valores más esenciales del capitalismo occidental. Su molestia, nos dicen los spots y su discurso actual, no es con la generación de riqueza sino con su desigual distribución.
Y es a pesar de la intensa actividad promocional de los siete aspirantes que Felipe Calderón sigue llevando la iniciativa en cuanto a la definición de la agenda mediática (paradójicamente su tema preferido sigue siendo el menos favorable para su gobierno). La entrevista con el NYT da cuenta de un claro buscapiés declarativo que llevó al PRI a presentar una queja ante el IFE por lo que considera un ‘acto anticipado de precampaña’ agravado, según alegaron los priistas, por la conducta reincidente del presidente de la República en esta materia. Será interesante observar cómo, una vez constituidos formalmente como precandidatos en precampaña, los aspirantes irán construyendo una agenda cada vez más lejana a la voluntad del presidente.

Consejeros del IFE: ¿se puede formalizar lo informal?
Lo dije a principios de año en este espacio. Al postergar el nombramiento de tres consejeros del IFE, la Cámara de Diputados dejó ver con claridad que la designación de los consejeros es resultado de una negociación política. Haber diseñado un proceso ‘abierto’ y ‘ciudadano’ partió de la falsa premisa de que lo que la Comisión de Gobernación evaluaría sería el perfil de los aspirantes y no, como ha quedado demostrado en los hechos, la cercanía política de cada uno de ellos con los partidos. A las cosas es mejor llamarlas por su nombre.
Importa ahora resaltar que la lista de 17 ‘finalistas’ -de los cuales no ha podido surgir aun una terna que obtenga el mayor consenso posible gracias a los vetos recíprocos hacia las cartas fuertes de cada partido- surgió de un criterio de elegibilidad mixto fundado en las credenciales profesionales de los aspirantes pero, sobre todo, en la percibida conveniencia de cada partido político para que integrasen el Consejo General del Instituto. La pregunta sigue en el aire, de tener un consejo empatado ¿podrían prevalecer los principios rectores del Instituto frente a decisiones trascendentales que, por omisión en caso de empates, pongan en riesgo la legalidad de la elección? Una apuesta muy riesgosa la que hoy hacen los partidos políticos.

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