JOSÉ WOLDENBERG
El equilibrio pluralista que convive en el Congreso, y que es la expresión más decantada del proceso democratizador, sigue suscitando las más diversas reacciones. Pero la de los exorcistas me sigue llamando la atención. Con un tesón digno de causas mejores, tratan de inventar una fórmula para que, digan lo que digan los electores, una fuerza se alce con la mayoría absoluta de los representantes. Son como los magos de carpa: "ahora ven una paloma, la meto al sombrero y sale confeti"; "ahora ven una mayoría relativa de votos, le aplico unos polvos, y se convierte en una mayoría absoluta de escaños". Los niños de seis años se sorprenden ante los poderes de los magos (no conocen el truco); los exorcistas de la pluralidad no pueden esconder el truco.
Como en los chistes, Enrique Peña Nieto nos dio una buena y una mala noticia el 21 de octubre. En Querétaro, en el marco del foro organizado por la Fundación Colosio, retiró su propuesta de reintroducir una cláusula de gobernabilidad, calificada ahora por él mismo como "artificial", pero insistió en la necesidad de que exista una mayoría absoluta de legisladores aunque no haya logrado los votos suficientes.
A continuación sus palabras. "La cláusula de gobernabilidad es aquella que permite construir una mayoría de forma artificial, para que a partir de determinada votación mínima, que no mayoritaria en términos absolutos, de manera automática le permita a ese partido... alcanzar la mayoría absoluta... Es una fórmula artificial que amplía de manera significativa esa mayoría". Y correctamente criticó que en el Distrito Federal subsista esa fórmula que demanda "apenas el 30 por ciento de la votación" para que un partido se convierta en mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa. Es de sabios cambiar de opinión.
Pero, al parecer, no de intención. Ahora, su apuesta es la de "eliminar la cláusula de ingobernabilidad" (nótese el chascarrillo). Se trata de la norma que impide que el partido mayoritario tenga más de un 8 por ciento de asientos en relación a su porcentaje de votos, "y con ello dar lugar a que la mayoría... sea quien asuma la responsabilidad de gobernar". Y junto a ello propuso, "el mecanismo que a mí más me entusiasma... que me parece podría realmente favorecer a lograr mayorías legislativas, mayorías absolutas... la eliminación de 100 diputados plurinominales, con lo cual se garantiza la participación de las minorías, pero también se garantiza, o al menos se abre un mayor espacio a la construcción de mayorías legislativas... Hemos dado una sobre representación a las minorías, que han impedido la construcción de mayorías legislativas y absolutas en la Cámara de Diputados".
Vayamos por partes. Sobre y sub representar se usa para comparar el porcentaje de votos obtenidos con los escaños logrados. Y cuando hacemos esa operación por ningún lado encontramos sobre representación de las minorías, sino más bien de la mayoría. Tomemos los datos de la última elección (2009): el PRI obtuvo el 39.8 por ciento de los votos en las elecciones para diputados pero alcanzó 239 curules, es decir, el 47.8 por ciento de los asientos. Ocho puntos más como dice la ley. Mientras el PAN con el 30 por ciento de la votación, logró 142 escaños, el 28.5 por ciento de la Cámara. Y Convergencia, quien obtuvo sólo el 2.55 por ciento, recibió 6 curules, 1.2 por ciento de la representación. ¿De dónde sale la peregrina idea de que existe sobre representación de las minorías?
Como es fácil observar, las reglas actuales ofrecen un premio a la mayoría. Pero a Peña Nieto ese premio le parece poco, lo ve como un tope. Al proponer suprimir esa disposición lo que se pretende es que todos los votos obtenidos por un partido se apliquen en el reparto de los diputados plurinominales, independientemente del número de escaños que ese partido hubiese obtenido en la pista uninominal. ¿Qué se logra con eso? Eliminar el efecto corrector de la sobre y sub representación que deben jugar los plurinominales. Esos diputados surgieron no sólo para dar un espacio a las minorías, sino para atemperar las distorsiones en la representación que de manera "natural" acarrea la fórmula uninominal. ¿No se recuerda incluso que en su origen el partido mayoritario ni siquiera participaba en su reparto?
Pero además se pretende pasar de 200 a 100 diputados plurinominales. La propuesta explota una pulsión arraigada: el poco aprecio por los legisladores. Recoge lo que los propios senadores del PRI habían demandado y lo que el presidente de la República propuso hace unos meses: disminuir el número de diputados de 500 a 400. Pero el Presidente mantenía la proporción entre uni y plurinominales (260 y 140), para no afectar la representación.
México no requiere de magos (salvo para los circos). Menos de exorcistas para acabar con el pluralismo equilibrado que habita el Congreso y que es expresión de una sociedad diversa. Lo que se requiere son políticos capaces de asumir como un "bien" dicha diversidad y que busquen fórmulas para sumar voluntades.
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