jueves, 10 de junio de 2010

¿Y SI MÉXICO GANA EL MUNDIAL?

JOSÉ WOLDENBERG

Dos pesadillas me acompañan en los últimos días. En la primera, la selección de futbol mexicana es eliminada en la primera ronda del torneo. No es capaz de pasar la aduana de Sudáfrica, Francia y Uruguay. Los resultados no aparecen con claridad en el sueño, pero los puntos alcanzados no son suficientes para llegar al cuarto partido. Se instala entonces entre nosotros una densa nube de depresión, la congoja se extiende como plaga de langosta y la tristeza asoma en los rostros del 96.4 por ciento de los mexicanos (los encuestadores, en mi alucinación, miden con toda exactitud el fenómeno). Furiosos fanáticos intentan linchar a los jugadores en el aeropuerto. La consternación es tal que las culpas y los culpables se multiplican en forma geométrica. Se inicia la búsqueda implacable de los chivos expiatorios. Todos nos convertimos en jueces severos y gritamos nuestros veredictos. Al final todos son culpables pero nadie responsable o a la inversa (mis pesadillas suelen ser confusas).

Pero la segunda es peor: México gana el campeonato mundial de futbol. Sucede más o menos así y el inicio resulta dulce, placentero: nuestra selección despacha con facilidad a Sudáfrica, Francia y Uruguay. Por primera vez en la historia los tricolores pasan a la siguiente ronda ganando todos los puntos. En octavos de final, los nuestros derrotan a Nigeria, y la "selección de todos" por primera vez, en un Mundial celebrado fuera de nuestro país, está en cuartos de final. Se empieza a hablar, todavía de manera cautelosa, de la maravilla mexicana. Su nuevo rival, Inglaterra, ve consternado cómo los verdes le meten tres goles en el primer tiempo y luego se cierran como un ostión, vengando la "injusta" caída de hace apenas unos días. La semifinal es contra Brasil y México vuelve a triunfar. La final contra España se resuelve con un gol agonizante de Giovanni dos Santos reparando la deuda histórica adquirida en Chile (1962), cuando Peiró en el último segundo venció la cabaña de "La Tota" Carbajal.

Por supuesto, a cada paso, la euforia va en ascenso. Luego del juego contra Sudáfrica miles de personas acuden al Ángel de la Independencia a celebrar; pero después del triunfo final, millones de mexicanos, con las caras pintas de verde, rojo y blanco, pelucas tricolores, con trompetas, matracas, teponaxtles y chirimías, tapo- nan las principales plazas y calles de la República gritando "Mé-xi-co-Mé-xi-co" "Sí-se-pu-do, Sí-se-pu-do", "Que-sí-que-no-que-cómo-chingaos-no".

Entonces todo se vuelve confuso: Iniciativa México graba un nuevo comercial con Javier Aguirre en donde se nos instruye que: "La historia de México comienza hoy. Los anteriores 200 años fueron prehistoria". Las televisoras suspenden su programación y anuncian que volverán a trasmitir, desde el inicio, partido tras partido, el Mundial. Las mesas de comentarios en la radio se multiplican y el futbol, su sentido y significado profundos son desmenuzados por economistas, sicólogos, sociólogos, historiadores, físicos, arquitectos, taxistas, sastres, vagos, vendedores ambulantes. Todos tienen algo que decir y por supuesto, lo dicen. En cada capital de estado hay festejos: bailes, desfiles, corridas de toros, concursos de arreglos florales, similares y conexos, siempre presididos por uno, dos o tres jugadores de la selección, a los que se les ve un poco exhaustos. La nueva programación de la tele incluye documentales unitarios: los goles del Mundial, las atajadas del Mundial, los expulsados del Mundial, los lesionados, las porras, los tiros de esquina, los árbitros, los uniformes, los himnos, los patrocinadores. El gobierno mexicano encarga a 23 directores de cine 23 películas sobre todos y cada uno de los jugadores. Se trata de inyectar optimismo, generar liderazgo, enaltecer a la Patria. Se celebra un concurso nacional de canciones celebratorias de la gesta tricolor y se presentan 3,764,712 obras inéditas. Los organizadores deciden entonces dividirlas por género: cumbias, corridos, rock, quebraditas, valses vieneses, óperas, himnos. La SEP incluye como materia obligatoria desde la primaria al futbol. "Hemos encontrado la veta que le permite al país destacar por encima del resto", dice un alto funcionario. En las calles los automóviles circulan tocando el claxon y los transeúntes cantan México lindo y querido en agradecimiento al Señor. Algunos lloran (por supuesto de felicidad), otros se abrazan y no pocos viven éxtasis metafísicos. Se modifican los nombres de las calles y el cruce de Insurgentes y Reforma se transforma en la convergencia de Cuau y Bofo. La Iglesia, presionada por sus fieles, anuncia que "Dios no lo quiera, el día que muera el primer seleccionado se iniciarán los trámites para su beatificación". El 15 de septiembre, desde el balcón de Palacio Nacional, el Presidente da un nuevo grito. A todo pulmón estremece a la multitud: "Viva Hidalgo, Viva Allende, Viva el Conejo, viva el Venado... Vivan los héroes que nos dieron patria".

Desperté sudando.

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