martes, 1 de junio de 2010

EJÉRCITO Y SALUD

PORFIRIO MUÑOZ LEDO

La visita tardía del Ejecutivo mexicano a Washington fue cubierta —en decisión de última hora— con los mayores fastos y oropeles disponibles. Hasta de residencia lo cambiaron y a falta de protocolo monárquico ornaron la Casa Blanca con mariposas de esa misma designación pero de origen michoacano. En año electoral presidido por la mercadotecnia todo fue diseñado según las conveniencias del anfitrión y para darle una “manita” al visitante.
Desde los gestos protectores hasta los reclamos parlamentarios fueron calculados y pactados. Era menester ofrecer al “vecino, socio, aliado y amigo” —como se autocalificó el mexicano— un marco prestigioso que compensara en la pantalla la patética realidad del país y suplantara la imagen secuestrada del desaparecido —o a la inversa—. Desde luego, que resaltara la actitud recta, enérgica y protectora del presidente norteamericano.
Comentaristas sugieren que fue mucho el ruido para tan pocas nueces. En ello estriba la política virtual. Por primera vez exhibió Calderón gestos valientes, dentro del marco estricto de una estrategia impuesta desde hace decenios. Inclusive su exigencia de restablecer la prohibición de las armas de alto poder sirvió a Obama para ratificar al día siguiente la negativa, lo que —unido al envío de más tropas a la frontera— tranquiliza a los partidarios de la línea dura.
La polarización provocada en el Congreso norteamericano por el discurso era inevitable —como ocurriría si se dignara presentarse en el nuestro— y tal vez fue inducida. Lo esencial era la condena a la ley de Arizona y el pedido de relanzar la reforma migratoria, como un mensaje inequívoco a la población hispana, que el presidente del Senado mexicano simplificó en un llamado a votar por los demócratas. Amor con amor se paga, aunque sólo sean caricias.
Nada que anunciase el cambio de un paradigma fracasado, menos un diagnóstico del problema o el análisis objetivo de lo que está ocurriendo. Ni una alusión crítica a los términos de la relación económica o a los abismos de desigualdad que ha generado en México Ninguna respuesta a las críticas al TLC que crecen de aquel lado. Vivimos en el mejor de los mundos, aunque estemos en el peor de los infiernos.
La “corresponsabilidad” tiene cara de ley del embudo. Una guerra librada en territorio ajeno sin ningún muerto en casa. El tema crucial de la prohibición —como origen del comercio clandestino y la criminalidad— fue el gran ausente del encuentro, a pesar de que nuestro secretario de Salud manifestó su “extrañamiento” por la política “permisiva” ante las drogas de las autoridades de EU. Desde 1996 son ya 14 los estados de la Unión que han legalizado el consumo médico de la mariguana y pronto lo harán cuatro más.
La Estrategia dada a conocer por el gobierno norteamericano pretende reducir tanto el consumo de drogas entre la juventud como entre los adictos crónicos. Combina acciones preventivas, curativas y de reintegración social. Según el Washington Post “cambia el discurso de la guerra contra las drogas y reconoce que nuestra responsabilidad es reducir el consumo en este país”. En los hechos: más armas para los mexicanos y más salud para los estadounidenses.
Lorenzo Meyer recuerda que en los años 30 diseñamos una política innovadora. El doctor Salazar Viniegra probó que, contra lo afirmado por las autoridades norteamericanas, la mariguana no convertía a sus usuarios en dementes ni los inducía a conductas criminales. Planteó que el Estado proporcionara dosis de drogas a los toxicómanos mientras los rehabilitaba. Sostiene que por presiones diplomáticas el sabio mexicano fue despedido de su cargo.
Destacados especialistas proponen hoy la legalización de la mariguana —80% del consumo de drogas— y que los recursos destinados a la lucha armada se ocupen en un fenomenal programa de salud y educación que reduciría sensiblemente las adicciones. Esta sería una pieza maestra para refundar la República.

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