Esta mañana hora de México el balón comenzará a rodar en la Copa del Mundo Sudáfrica 2010. El sorteo del campeonato dispuso que en el primer encuentro, junto con el equipo anfitrión, saltara a la cancha la selección mexicana. Múltiples apuestas corren alrededor del resultado y las expectativas se desbordan. Tratemos, a partir de evidencia numérica, de hacer algún pronóstico sobre el partido y acerca de la competitividad al interior de los ocho grupos en los que se organiza la primera ronda del torneo.
Al iniciar el Mundial la selección mexicana ocupa el lugar 17 del ranking de la FIFA, con 895 puntos; esa lista es encabezada por Brasil, con 1611 puntos, mientras que Sudáfrica se ubica en el lugar 83 con 392 puntos. Si se construye un índice a partir del punteo FIFA y se asigna un valor a Brasil igual a 100 como favorito, entonces la probabilidad de triunfo para México será casi de la mitad que la del equipo sudamericano (con un índice de 56) y la de Sudáfrica de una cuarta parte (un índice de 24). Así, la historia de México y Sudáfrica, medida en la ponderación de FIFA, señala que nuestro país tiene el doble de posibilidades de derrotar al equipo local en el partido en Johannesburgo.
Ahora bien, en un partido no sólo pesa el historial de los equipos contendientes sino, sobre todo, la calidad de los jugadores participantes. De los 23 jugadores que forman parte del equipo sudafricano, siete juegan en ligas del extranjero: hay dos que se desempeñan en la mejor liga del mundo, la Premier de Inglaterra (Mokoena en el Portsmouth y Dikgacoi en el Fulham); uno más en la liga holandesa (Parker en el Twente); otro en Rusia (Sibaya en el Rubin Kazan); uno más en Bélgica (Ngcongca en el Genk) y otro en Israel (Masilela en el Maccabi Haifa). Los otros 16 juegan en la liga sudafricana de primera división.
Por México, mientras tanto, hay nueve seleccionados que militan en ligas extranjeras: dos en la de “las estrellas” de España (Márquez con el Barcelona y Guardado con el Deportivo); dos en la premier británica (Vela con el Arsenal y Guille Franco con el West Ham); tres en holanda (Maza Rodríguez y Salcido con el PSV Eindhoven y Héctor Moreno con el AK Alkmaar); uno en Alemania (Osorio con el Stuttgart) y uno más en Turquía (Dos Santos con el Galatasaray). Los doce restantes juegan en equipos profesionales de México.
Si se considera que de acuerdo con la FIFA el futbol africano puntúa en un nivel de competitividad de 0.85 y que la CONCACAF lo hace con un 0.89, entonces México implica una competencia de mayor calidad. Jugar en Europa da 1 punto según FIFA, de tal suerte que la mayor cantidad de mexicanos participando en las ligas de más alto nivel debería arrojar cierta ventaja al equipo tricolor. Pero se trata de una ventaja tenue: hablando de futbol y de su experiencia internacional, la selección mexicana es mejor que la de su primer rival mundialista, pero es mucho más corta que lo que sugieren las estadísticas históricas de ambas naciones. Por lo tanto, en calidad de jugadores, deberíamos de ver un partido parejo aunque con cierta ventaja, antes del silbatazo inicial, para México.
Ahora bien, hay una variable adicional, que ha pesado a lo largo de los campeonatos de futbol del mundo, y es el jugar como local, que se suele traducir en una muy elevada probabilidad de clasificar a la siguiente ronda. Por tanto, la diferencia sobre papel en calidad de los equipos se puede acortar todavía más si la afición pesa en el partido, si los seleccionados mexicanos permiten que la mayoría a favor del local en la tribuna tenga repercusión en la cancha.
Así, estadísticamente, México “debe” vencer a Sudáfrica; pero al ser un partido equilibrado, la presencia de algún evento aleatorio (un error defensivo, un acierto ofensivo, una decisión arbitral) puede alterar por completo el destino del juego. Por ello, una distracción resultaría letal para el equipo que la cometiese.
Más allá del partido inicial, las estadísticas ayudan a estimar el nivel de competitividad que habrá en cada uno de los grupos. Si se toma en cuenta el número total de puntos del ranking FIFA de los equipos que conforman cada grupo y se divide entre cuatro (el número de selecciones por grupo), se obtiene un promedio. A continuación, se estiman las diferencias de cada equipo frente a dicho promedio de grupo; estas últimas cifras, multiplicadas al cuadrado (para que todos los resultados sean positivos) y sumadas, arrojan un número que, entre mayor resulte, implica que el grupo es menos parejo. Los grupos más competidos con este ejercicio, de mayor a menor son: Grupo C (Inglaterra, Estados Unidos, Argelia, Eslovenia); Grupo D (Alemania, Australia, Serbia, Ghana); Grupo B (Argentina, Corea, Nigeria, Grecia); Grupo E (Holanda, Dinamarca, Japón, Camerún); Grupo A (Sudáfrica, México, Uruguay, Francia); Grupo F (Italia, Paraguay, Nueva Zelanda, Eslovaquia); Grupo H (España, Honduras, Suiza, Chile) y, Grupo G (Brasil, Corea del Norte, Costa de Marfil, Portugal).
De esta forma, Brasil y España, además de favoritos, son los que tienen una primera ronda más fácil. En cambio, enfrentarán un inicio de torneo más cuesta arriba Inglaterra, Alemania y Argentina.
Para comprobar si los cálculos de esta columna tienen algo de sentido o si son disparatados no hay mucho que esperar pues, por fin, hoy inicia el mundial.
Al iniciar el Mundial la selección mexicana ocupa el lugar 17 del ranking de la FIFA, con 895 puntos; esa lista es encabezada por Brasil, con 1611 puntos, mientras que Sudáfrica se ubica en el lugar 83 con 392 puntos. Si se construye un índice a partir del punteo FIFA y se asigna un valor a Brasil igual a 100 como favorito, entonces la probabilidad de triunfo para México será casi de la mitad que la del equipo sudamericano (con un índice de 56) y la de Sudáfrica de una cuarta parte (un índice de 24). Así, la historia de México y Sudáfrica, medida en la ponderación de FIFA, señala que nuestro país tiene el doble de posibilidades de derrotar al equipo local en el partido en Johannesburgo.
Ahora bien, en un partido no sólo pesa el historial de los equipos contendientes sino, sobre todo, la calidad de los jugadores participantes. De los 23 jugadores que forman parte del equipo sudafricano, siete juegan en ligas del extranjero: hay dos que se desempeñan en la mejor liga del mundo, la Premier de Inglaterra (Mokoena en el Portsmouth y Dikgacoi en el Fulham); uno más en la liga holandesa (Parker en el Twente); otro en Rusia (Sibaya en el Rubin Kazan); uno más en Bélgica (Ngcongca en el Genk) y otro en Israel (Masilela en el Maccabi Haifa). Los otros 16 juegan en la liga sudafricana de primera división.
Por México, mientras tanto, hay nueve seleccionados que militan en ligas extranjeras: dos en la de “las estrellas” de España (Márquez con el Barcelona y Guardado con el Deportivo); dos en la premier británica (Vela con el Arsenal y Guille Franco con el West Ham); tres en holanda (Maza Rodríguez y Salcido con el PSV Eindhoven y Héctor Moreno con el AK Alkmaar); uno en Alemania (Osorio con el Stuttgart) y uno más en Turquía (Dos Santos con el Galatasaray). Los doce restantes juegan en equipos profesionales de México.
Si se considera que de acuerdo con la FIFA el futbol africano puntúa en un nivel de competitividad de 0.85 y que la CONCACAF lo hace con un 0.89, entonces México implica una competencia de mayor calidad. Jugar en Europa da 1 punto según FIFA, de tal suerte que la mayor cantidad de mexicanos participando en las ligas de más alto nivel debería arrojar cierta ventaja al equipo tricolor. Pero se trata de una ventaja tenue: hablando de futbol y de su experiencia internacional, la selección mexicana es mejor que la de su primer rival mundialista, pero es mucho más corta que lo que sugieren las estadísticas históricas de ambas naciones. Por lo tanto, en calidad de jugadores, deberíamos de ver un partido parejo aunque con cierta ventaja, antes del silbatazo inicial, para México.
Ahora bien, hay una variable adicional, que ha pesado a lo largo de los campeonatos de futbol del mundo, y es el jugar como local, que se suele traducir en una muy elevada probabilidad de clasificar a la siguiente ronda. Por tanto, la diferencia sobre papel en calidad de los equipos se puede acortar todavía más si la afición pesa en el partido, si los seleccionados mexicanos permiten que la mayoría a favor del local en la tribuna tenga repercusión en la cancha.
Así, estadísticamente, México “debe” vencer a Sudáfrica; pero al ser un partido equilibrado, la presencia de algún evento aleatorio (un error defensivo, un acierto ofensivo, una decisión arbitral) puede alterar por completo el destino del juego. Por ello, una distracción resultaría letal para el equipo que la cometiese.
Más allá del partido inicial, las estadísticas ayudan a estimar el nivel de competitividad que habrá en cada uno de los grupos. Si se toma en cuenta el número total de puntos del ranking FIFA de los equipos que conforman cada grupo y se divide entre cuatro (el número de selecciones por grupo), se obtiene un promedio. A continuación, se estiman las diferencias de cada equipo frente a dicho promedio de grupo; estas últimas cifras, multiplicadas al cuadrado (para que todos los resultados sean positivos) y sumadas, arrojan un número que, entre mayor resulte, implica que el grupo es menos parejo. Los grupos más competidos con este ejercicio, de mayor a menor son: Grupo C (Inglaterra, Estados Unidos, Argelia, Eslovenia); Grupo D (Alemania, Australia, Serbia, Ghana); Grupo B (Argentina, Corea, Nigeria, Grecia); Grupo E (Holanda, Dinamarca, Japón, Camerún); Grupo A (Sudáfrica, México, Uruguay, Francia); Grupo F (Italia, Paraguay, Nueva Zelanda, Eslovaquia); Grupo H (España, Honduras, Suiza, Chile) y, Grupo G (Brasil, Corea del Norte, Costa de Marfil, Portugal).
De esta forma, Brasil y España, además de favoritos, son los que tienen una primera ronda más fácil. En cambio, enfrentarán un inicio de torneo más cuesta arriba Inglaterra, Alemania y Argentina.
Para comprobar si los cálculos de esta columna tienen algo de sentido o si son disparatados no hay mucho que esperar pues, por fin, hoy inicia el mundial.
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