martes, 29 de junio de 2010

LA GUERRA CONTRA LAS ARMAS

ALEJANDRO MADRAZO LAJOUS

Hace unos días, este diario reportaba cifras alarmantes sobre el flujo ilícito de armas a nuestro país desde EU. Según la ONU, 20 mil armas ingresan a México anualmente. La nota me evocó una conversación que tuve con Andrés Lajous, mi primo, quien, como parte del “aventón ciudadano”, recorrió la ruta que va desde la frontera con EU en Tijuana hacia el centro del país, atravesando una de las regiones más castigadas por la violencia desatada por la “guerra contra las drogas”. En los miles de kilómetros que recorrieron de norte a sur no se toparon con un solo retén militar o policiaco que inspeccionara a los vehículos. Los retenes estaban en el sentido de la carretera que corre de sur a norte, hacia la frontera norte, ubicados de forma que podían detener autos que transportaran drogas ilícitas hacia EU. Ni un retén dispuesto de forma que pudiese interceptar a los vehículos que introducen armas a México desde la frontera norte y las distribuyen por todo el país. Las armas que ingresan ilícitamente son con las que se emboscan y abaten ciudadanos, policías y soldados mexicanos, armas que se alquilan por día en el DF, armas con las que se ejecuta, un día sí y otro también, a decenas de ciudadanos (esos ciudadanos que el Presidente descarta como “daños colaterales”, cuando no “pandilleros” o “criminales”, declarándolos culpables sin juicio previo y en contra del principio de presunción de inocencia al que le obliga la Constitución). ¿Por qué dejamos pasar estas armas al país mientras nos desgarramos por impedir que las drogas lleguen a EU desde México?
Quiero creer que algún retén en el país estará dispuesto de forma que pueda interceptar el tráfico ilícito de armas desde EU. Sé también que un viaje de aventón por un trayecto específico no es una muestra representativa que nos permita conocer la disposición de los elementos policiacos y militares. Pero la crónica de mi primo ilustra lo absurdo de las políticas desplegadas por el Presidente: en México, el principal problema de salud, lo que causa muertes a diestra y a siniestra, lo que corta vidas y mutila cuerpos, no es el consumo de drogas, es el uso de armas ilícitas. ¿Por qué entonces no declaramos una guerra contra las armas en vez de una guerra contra las drogas? Tenemos recursos insuficientes para resistir la amenaza en que se ha convertido el narco. Usémoslos inteligentemente. Prioricemos. En vez de fiscalizar el flujo de drogas hacia EU, controlemos el flujo de armas desde EU.
La guerra contra las drogas es una cruzada lanzada desde los EU e impuesta al mundo entero que, como las guerras cruzadas medievales, se pelea en territorio ajeno, cobra principalmente vidas ajenas y devasta sociedades ajenas, en nombre de un sistema moral que, lejos de pretender convencer, busca imponerse a sangre y fuego. Nuestro Ejército no merece ser subcontratista del gobierno de EU; no merece exponerse al desprestigio, a la corrupción, al desgaste y a la muerte que implica cumplir una función policiaca para la que no está entrenado y que el texto de la Constitución le prohíbe. Los mexicanos apostamos territorio y cuerpo para evitar que la droga que consume la población estadounidense llegue a sus mercados. En pago, ellos no hacen nada por detener las armas que, desde su territorio, arriban al nuestro para matar a los nuestros.
Son las armas las que matan a los mexicanos, no las drogas. Si no estamos dispuestos a revisar el absurdo régimen prohibicionista que hemos adoptado, entonces revisemos nuestras prioridades en la crisis de seguridad que nos abate. Usemos los recursos para combatir el tráfico ilícito que más nos amenaza: el de las armas. Reubiquemos la mayoría de los retenes de forma que intercepten las armas que hoy fluyen libremente. Pongamos los restantes en las entradas de nuestros centros de población, de forma que los cargamentos de drogas que llegan desde Sudamérica rumbo a EU sigan el camino de la menor resistencia hasta la frontera, minimizando la violencia, muerte y mutilación entre nosotros. Dejemos que las autoridades de EU se ocupen ellas solas de su cruzada, en su territorio y a costa de las vidas de sus ciudadanos, hasta que estén dispuestas a hacer su parte en detener el comercio de armas que tanto les rinde y que tanto nos cuesta.
No propongo un pacto, una tregua o una negociación con los narcos. Propongo un uso inteligente y estratégico de nuestros recursos. Todo gobierno debe de priorizar el uso de sus recursos, pero el nuestro tiene sus prioridades de cabeza. Mantener la política de seguridad actual es una estrategia, en el mejor de los casos, estúpida y servil; en el peor de los casos, es perversa.

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