martes, 15 de junio de 2010

DECENCIA AUSENTE

DENISE DRESSER GUERRA

Es un momento electrizante, es una frase inolvidable. Durante la terrible cruzada anticomunista del senador Joseph McCarthy en Estados Unidos, alguien osa confrontarlo con la siguiente pregunta: "No tiene usted ningún sentido de la decencia, señor?". Y ésa es la misma pregunta que debería hacérsele hoy a Juan Molinar, a Eduardo Bours, a Daniel Karam, a todos los involucrados en la tragedia de la Guardería ABC que siguen aferrados a sus puestos. Que intentan desacreditar el informe del ministro Zaldívar donde son inculpados. Que presionan a la Suprema Corte en busca de una exoneración. Que demandan la cerrazón de filas por parte de su partido y de otro gobierno de la transición democrática que se comporta como si no lo fuera. Dispuestos a perpetuar la impunidad a cambio de asegurar la longevidad. Dispuestos a aceptar el descrédito de las instituciones con tal de seguir al frente de ellas. Evidenciando así que dejaron atrás la decencia en el momento de cruzar por el umbral del poder.
Juan Molinar, conocedor de la teoría democrática, que ahora convenientemente olvida. Daniel Karam, implorando que acababa de llegar al IMSS, como si el tiempo pasado en el puesto fuera argumento suficiente para diluir la responsabilidad inmediata que se adquiere al asumirlo. Ellos y otros señalados, cabildeando en la Corte con modelos matemáticos y documentos a modo en un esfuerzo por romper la cadena de la culpa. Aduciendo que el reporte Smith -donde se señala que el incendio fue provocado- exime entonces a cualquier miembro del gobierno federal. Sugiriendo tramposamente que la Corte violó sus derechos al no llamarlos a comparecer y al no incluir sus puntos de vista en el proyecto presentado. Ignorando con ello los preceptos básicos del funcionamiento de un régimen democrático, fincado en la noción de responsabilidad. El imperativo de la rendición de cuentas. La confianza ciudadana de que ante errores cometidos habrá funcionarios sancionados. Ideas fundacionales que los mexicanos deben entender, exigir, hacer suyas.
Porque hubo 49 niños muertos, Juan Molinar debe renunciar. Porque hubo más de 70 niños lesionados, Juan Molinar debe renunciar. Porque hay más de mil 400 guarderías en las que sólo el 14 por ciento cumple con los requisitos de la ley, Juan Molinar debe renunciar. Porque en el otorgamiento de los contratos, operación, supervisión y vigilancia de guarderías existe un desorden generalizado, Juan Molinar debe renunciar. Porque en la postrimerías del incendio prevaleció el caos en cuanto a la llegada de las ambulancias, el traslado de los heridos y la información proporcionada a los padres, Daniel Karam debe renunciar. Porque en muchos casos los niños no recibieron una atención médica adecuada, Daniel Karam debe aceptar la remoción. Porque la guardería no cumplía con los requisitos básicos de seguridad, las autoridades de Sonora a cargo de la supervisión deben ser sancionadas. Porque el caso ABC evidenció la fragilidad del sistema de protección civil y de salud en los tres niveles de gobierno, muchos merecen ser castigados.
Como nadie lo ha sido hasta el momento, un año después. Un año de padres desesperados y autoridades autistas. Un año de demandar justicia y no encontrarla en ningún lado. De allí que el dictamen del ministro Zaldívar sea tan importante, tan valiente, tan admirable. Indaga causas, describe deficiencias, resalta omisiones, deslinda responsabilidades, construye un banquillo de los acusados y sienta a prominentes miembros de la élite política allí. Así como ocurre en democracias funcionales donde después de una equivocación, hay una sanción. Ya sea la renuncia presentada o exigida, el castigo penal o administrativo, el fin de la vida política o la sanción social que se cierne permanentemente sobre ella. El recordatorio cotidiano de que cuando Juan Molinar era director del IMSS, 49 niños murieron, decenas de ellos apenas pueden respirar, y una chiquita aprende a usar las palmas después de que le fueron amputados nueve deditos. Razones de más para aceptar el retiro en lugar de atarse al mobiliario de su oficina actual.
Su reconocimiento de responsabilidad contribuiría a construir una cultura capaz de colocar la rendición de cuentas por encima de la protección política. Su retiro voluntario constituiría el primer paso hacia un lugar donde los derechos de ciudadanos comunes y corrientes prevalecen sobre la preservación de políticos prominentes. Un lugar donde importa más promover las garantías individuales que sacrificarlas por el bien del puesto o del partido o del Presidente. Un México posible. Un México justo. Un México como aquel que Juan Molinar se imaginó cuando era académico y escribió "Regreso a Chihuahua", ese texto que fue catalizador de la democratización. Un México que -a pesar de lo que vive y padece todos los días- quiere ser más que el país donde nunca pasa nada. Ralph Waldo Emerson sugirió que "el orden de las cosas es tan bueno como el carácter de la población que lo permite". Y por ello, por simple y llana decencia, Juan Molinar se debe ir

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