RAÚL CARRANCÁ
Evoco al gran escritor ecuatoriano Juan María Montalvo y a su magnífico ensayo "Geometría Moral", porque pienso en una geometría política a propósito de la clasificación que se hace de las distintas corrientes precisamente políticas: centro, izquierda y derecha. Es algo convencional pero que tiene cierta lógica en el sentido de que a partir de un punto de equilibrio, que ideológicamente no suele comprometer, siempre hay tendencias hacia un extremo u otro; lo cual, quiérase que no, permite o favorece una clasificación. Lo evidente es que en la democracia son necesarias las opciones que, aparte de matices y hasta submatices, en realidad son tres: las del centro que en un elevado porcentaje equivalen a la indiferencia acomodaticia, las de derecha que son muy a menudo identificables con la inmovilidad y el conservadurismo, y las de izquierda que implican progreso, cambio y avance. Lo que sucede, no obstante, es que en la izquierda hay diversas corrientes o tendencias porque el pensamiento liberal y progresista nunca es plano. Por eso el acuerdo o consonancia de razones es más difícil entre las izquierdas que entre las derechas. Sin embargo y políticamente hablando, conforme a un criterio electoral, es imprescindible que en México haya un pacto de las fuerzas políticas de izquierda mediante el cual se permita que una de aquellas corrientes o tendencias sea la que participe en el proceso electoral de 2012. Sin arrebatos de furor demagógico, ni majaderías, ni insultos, ni luchas o confrontaciones de intereses mezquinos, la República necesita la consolidación moral e intelectual de la izquierda. ¿Qué otro espacio es el asiento natural del liberalismo auténticamente revolucionario en el sentido de transformación social orientada por la justicia para todos? Si la izquierda se agota a sí misma perdiéndose en el vacío, saldrá perdiendo la democracia mexicana pues quedará sepultada la opinión política de millones de mexicanos. Yo como ciudadano y elector no me escandalizo de las pugnas internas en un partido, pero a condición de que armonicen ideas y programas ideológicos comunes, de que la tesis y la antítesis no anulen la síntesis.
Así las cosas sería gravísimo que en 2012 no participara una de las opciones más importantes en las democracias modernas, y que hoy va creciendo y predominando en nuestra América. A mi modo de ver no es dable ni pensable una elección presidencial en la que falte la izquierda o a la que llegue mutilada y averiada en su unidad. Hasta el día de hoy los aspirantes presidenciales del PRI y del PAN han delineado, en ocasiones con turbulencias de pensamiento que desconciertan, su plan de acción política y de gobierno. El gran peligro es que el programa de la izquierda, ya expuesto en términos generales por dos de sus más conspicuos representantes, se desmenuce en un torbellino de pasiones. ¿Qué haríamos con esos pequeños trozos de ideología progresista? La frase célebre de Julio César, "Divide y vencerás", no separaría hombres ni seguidores de ellos sino ideas. Entonces quedaría la izquierda fragmentada. ¿Es lo que se quiere para 2012? La sociedad mexicana ha crecido caóticamente en su conjunto, en medio de una inequitativa distribución de la riqueza y de oportunidades. Los ricos hablan como ricos y hasta riquísimos pero los pobres hablan su lenguaje, el de los pobres. Tampoco hay en el país lo que alguien ha llamado "cohesión ideológica social". Se protesta, se grita, se alharaquea, pero sin un rumbo claramente definido y muy a menudo en volcánicas expresiones de agresividad, que en rigor a nadie sirven ni benefician. Los llamados líderes sociales del descontento -ellos y ellas- suelen demostrar una ignorancia supina de lo que es o debe ser un auténtico Estado de Derecho, confundiendo la ley con la opresión y la libertad con la anarquía o el libertinaje. Las razones rebeldes, tan válidas, se han vuelto oportunidades para el desorden sin sentido. Y es aquí precisamente donde una izquierda democrática, inteligente, razonadora, puede hacer mucho, muchísimo, por el bien de México. ¡Que no la dejen extraviarse ni fragmentarse!
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