lunes, 17 de octubre de 2011

MÉXICO: SU NUEVO (Y FEO) LUGAR EN EL MUNDO

RICARDO BECERRA LAGUNA

Más allá y más acá de la crisis financiera mundial, han cambiado muchas cosas fundamentales en el suelo económico de México, han cambiado las corrientes en las que se mueve (o se estanca) la economía mexicana.
¿Cuáles son esas mutaciones –a veces no tan silenciosas, pero siempre mal discutidas- que definen nuestra coyuntura y con mucha seguridad, también el fututo? A mi modo de ver son éstas:
1) En la década que dejamos atrás (2000-2009), México hizo crecer 18.7 por ciento su riqueza material. Es decir, requirió 10 años completos para generar un quinto de su riqueza previa. Es el ritmo de crecimiento más lento ¡en ochenta años!, incluso inferior a la década de la gran depresión. Ni siquiera los años ochenta –en donde creíamos, estaba la década perdida- habían exhibido una incapacidad tan pasmosa para generar riqueza.
Esto significa que la estructura económica nacional, es decir su forma de producir, sus sectores dominantes, sus decisiones empresariales, sus políticas económicas, sus relaciones con otras economías, es la que peores resultados arroja en ochenta años. Si esto no amerita un serio balance gubernamental e intelectual en torno al “modelo” económico, en torno a las muchas reformas estructurales que se han implantado, lo más probable es que el estancamiento continúe siendo nuestro signo, la característica definitoria de la década que corre, profundizada por las convulsiones financieras mundiales que anuncia la recesión universal.
2) Y no es un agujero que hayamos abandonado al cruzar la década de los dos ceros juntos. Si lográramos la hombrada de terminar el 2011 con un crecimiento de 5 por ciento (cosa improbable), habremos llegado a un nivel que ya estará por arriba (4 por ciento arriba) del que teníamos tres años antes, en 2008, pero con una población mayor (112.3 millones) y por lo tanto, con un PIB per cápita casi idéntico que el de aquel año. La oscilación económica que acaba de ocurrir en el último trienio es además lo bastante típica en relación a lo que ha vivido México en los últimos treinta años. Un año o dos de crecimiento importante, al que le siguen otros de desaceleración, para acabar en una contracción o crisis que echa para atrás la riqueza generada.
3) Porque es presa de esos ciclos decepcionantes, México ocupa hoy el lugar 150 en la lista del crecimiento mundial. Por esos resultados en una década, nos hallamos debajo de Argentina, que creció 50.5%, Chile, 44.5%, y Brasil 43%. Es decir, en los años dos mil, las principales economías latinoamericanas más que duplicaron el crecimiento de México. Esto nos echa en cara una verdad económica que deberíamos discutor con más claridad: nuestro país se separa de América Latina, no solo porque su anclaje comercial con E.U. es de un apabullante 80%, sino porque los mercados más dinámicos dejaron de estar al norte de la frontera y hoy, en plena crisis, se despliegan mejor allá en el sur.
Lo que en los ochentas y noventas parecía ser una ventaja indiscutible (atarse al remolque de los Estados Unidos), en los 2000 parece ser un infortunado destino: si no ocurre un milagro keynesiano, por varios años Norteamérica crecerá menos que China y que el sur del continente lo que profundizará nuestra inexorable separación, libremente elegida por nosotros, cundo creímos comprar nuestro boleto al desarrollo con la firma del TLC.
4) Esto ocurre, en parte, porque en el último cuarto de siglo, México si cumplió con una asignatura modernizadora y se volvió una potencia media manufacturera, abandonando la agricultura y las materias primas y saltando a sectores más modernos (electrónica, automotriz, enseres domésticos, computadoras, etcétera). Y lo logró en buena medida. Pero la tragedia sobreviene porque lo que el mundo empezó a demandar, lo vital, lo que se necesita vehementemente en las zonas de mayor empuje, no son televisores ni automóviles, sino materias primas y comodities. Brasil, Chile, Argentina, no hicieron tanto como nosotros, su propia tarea de reconversión industrial en los ochenta y se quedaron produciendo bienes primarios (soja, caña, cobre, níquel, etcétera). Y no obstante, la loca globalización los premia mediante una China ávida de sus productos (al menos desde el 2001 y hasta la primera parte del 2011).
Dicho de manera gruesa: estancamiento provocado por zigzags (crecimiento, desaceleración y crisis profundas… para volver a empezar). Atado y bien atado, a un mercado norteamericano enfermo, desvencijado y que no promete despegar en los siguientes años, y desenganchados de los mercados más dinámicos de oriente que sueñan con materias primas y que –irónicamente- han impulsado a los países de Latinoamérica a tasas que nos duplican, cambiando nuestro propio papel y peso relativo en la región.
Ese es el nuevo –y feo- lugar de México en el mundo

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