martes, 4 de octubre de 2011

UN AÑO, ¡275 FOTOGRAFÍAS!

JAVIER CORRAL JURADO

En medio de la mayor crisis de inseguridad y violencia que haya vivido Chihuahua en toda su historia, desatados los peores niveles de corrupción, complicidad e impunidad de policías y autoridades locales con el crimen organizado, el PRI refrendó el año pasado —paradójicamente y por amplio margen— la gubernatura del Estado. Llegó a este cargo un personaje sin la preparación adecuada para ello, que fue subido a trancos en la escalinata de la proyección política tomado de la mano de personajes poderosos: César Duarte Jaquez, oriundo de Parral, y cenecista dentro del PRI. El sábado pasado dio, presumiblemente, su primer informe de gobierno. Y lamentablemente corroboró que aún le falta concebir la dimensión del momento y la responsabilidad que tiene.
Más allá del balance que habremos de realizar sobre su real desempeño —incluyendo aciertos y errores—, en el que me preocupan más las omisiones que las acciones en un tiempo inaugural tristemente desperdiciado, a César Duarte se le pasó la mano en su vanidad y en el manejo partidista de un acto que ya habíamos conseguido fuera más austero e institucional; todo con cargo al erario. El gobernador de Chihuahua trocó la ocasión de su informe en un boato insultante, como hacía décadas no pasaba en mi estado y lo regresó a la fastuosidad.
Dilapidó dinero en publicidad, regalos, fiesta, medios e invitados especiales; hizo colocar su fotografía en miles de estandartes por las calles, en carteleras por todas las carreteras del Estado y las invitaciones al informe se acompañaban de un póster con su imagen que se desplegaba al tamaño de un tabloide. La propaganda que anticipaba su informe fue profusa, saturada la radio y la televisión como si se anunciara la venida del Señor. Ese derroche nos molesta a muchos chihuahuenses que vemos la enorme contradicción de un gobierno que al mismo tiempo que malgasta, exige mil millones de pesos adicionales al gobierno federal para hacer frente al grave problema de sequía que vive la entidad.
También regresó el discurso salamero del más anquilosado estilo priísta. En el Congreso del estado se hizo un remedo de rendición de cuentas, fue una ceremonia para la condescendencia, el halago y el aplauso. Le dijo el diputado Enrique Serrano: “Su habilidad política, visión de Estado y compromiso único con los anhelos de los chihuahuenses le ha permitido encabezar los esfuerzos de las instituciones de Chihuahua en completa coordinación con los otros dos niveles de gobierno: el federal y los 67 ayuntamientos”. Ya glorificado, el gobernador tampoco tuvo rubor por el lenguaje y se aventó a la magnificación, rayando en la mentira: “Estamos rescatando del aislamiento geográfico a comunidades de difícil acceso con el rastreo de más de 28 mil kilómetros de caminos rurales, cifra sin precedente en nuestro estado… que equivale a la distancia que hay de Alaska a La Patagonia, de ida y vuelta… De ese tamaño es Chihuahua”.
Pero luego siguió el informe “ampliado”, que en realidad fue un festín partidista que culminó en la presentación oficial ante el priísmo chihuahuense de la pre-candidatura de Enrique Peña Nieto, quien asistió con ese carácter y fue recibido directamente por el gobernador en el aeropuerto.
Al día siguiente del informe ocurrió quizá lo más bochornoso. Los periódicos de la capital amanecieron de un abultado grotesco: duplicaron el número de páginas de su edición dominical y desplegaron una inusitada cobertura del informe basada en un escandaloso culto a la personalidad en cuatro suplementos especiales. Duarte de todas las formas y con todos. Un ejemplar de El Heraldo de Chihuahua (OEM) pesó ese día un kilo 253 gramos de papel. En 264 páginas, aparecieron ¡275 fotografías de Duarte! Entre las secciones “informativas” aparecieron 17, en las felicitaciones 36 y en los suplementos 221. Casi de igual forma apareció en el Diario de Chihuahua. Auténticamente para Ripley.
Claro, recibió lo que invirtió. No se asomó una crítica en el conjunto de los medios en Chihuahua. Emerge ante la mirada atónita de los ciudadanos una nueva entidad que se asemeja a Alicia en el país de las maravillas. De pronto desaparecieron los problemas sociales, los rezagos, la inseguridad con todas sus expresiones, las ejecuciones, las extorsiones, los secuestros. “El balance es positivo”, “Duarte lleva paso firme”, “por fin se trazó la ruta en el estado”, “Chihuahua ha avanzado contra delito y delincuencia”, “Justicia sin desvíos ni temores: Duarte”. Son fuente de esas premisas colocadas como cabezales, empresarios, curas, diputados, “activistas sociales”. Un horror.?
Sólo una multimillonaria inversión en medios y propaganda podría ocultar o por lo menos disimular el diagnóstico del fracaso. Una deplorable práctica que se repite de estado a estado entre los gobernadores priístas, al disponer a su antojo de los recursos públicos para desplegar las estrategias más descaradas de control mediático en sus entidades, ahora que reciben la tercera parte del presupuesto federal. Ausente la fiscalización del gasto público en los estados por parte de los Congresos locales, sin contrapesos reales que les exijan abrir el gasto al escrutinio público, han prostituido el ideal del federalismo, convirtiéndolo en feuderalismo, ni más ni menos que para el vituperio, porque eso es la alabanza en boca propia.

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