RICARDO BECERRA LAGUNA
Si ustedes de verdad están interesados en saber qué es lo que está pasando –y lo que pasará- en la economía mundial, no deberían perderse este texto que ya está en español: “Actuación del FMI en la fase previa de la crisis económico financiera: la supervisión en 2004-2007”, elaborado por su Unidad de Evaluación Independiente.
La pregunta que dio pie a ese mamotreto, nos la hemos hecho todos, incluida la poco perspicaz reina de Inglaterra: ¿cómo es que nadie se dio cuenta del advenimiento de una crisis tan vasta y tan devastadora?
Pues el FMI fue de los que no la vio venir y por eso, en una especie de expiación institucional, el vilipendiado Strauss Kahn ordenó un estudio sincero que revisa, sobre todo, el ambiente, las mentalidades y las redes reales e imaginarias en las que vivían los economistas del Fondo en Washington.
“Prejuicios”, “datos sin comprobar”, “presiones políticas”, “autocensura”, “excesiva cercanía con tomadores de decisiones en Wall Street” “análisis fallidos o autocomplacientes”, y las alegres recomendaciones a gobiernos para que siguieran las prácticas de innovación financiera “subprime”, montados todos sobre el argumento “racional” según el cual "los mercados han mostrado que pueden autocorregirse y que de hecho lo hacen".
El informe no le pide al FMI ninguna crítica al ideario neoliberal o a la autorregulación pero rebela algo peor: expresar ideas críticas en las oficinas de Washington podía arruinar la carrera del funcionario. Una entrevista a un empleado anónimo lo pone así: “no se podía decir la verdad, no podían señalarse las prácticas claramente insostenibles e ilegales de los países”, pues esos gobiernos “son nuestros dueños”.
Esto en la génesis de la crisis, al cabo se presentó otro sofisticado texto (este en inglés) "After the fall" debido a Carmen Reinhart y Vincent Reinhart (no confundir con Reinhart y Rogoff, autores de "Ésta vez es diferente: ocho siglos de locura financiera", en español, gracias al Fondo de Cultura Económica).
Ese trabajo ya no es otra autopsia de la crisis, sino un análisis muy frío de su secuela. Si nos atenemos al comportamiento típico de las economías después de caídas tan severas, dicen, "el crecimiento del PIB y los precios de la vivienda se estancan a la baja y el desempleo es significativamente más alto" en la década que sigue a las crisis financieras como la que comenzó hace 3 años.
¿Lo ven? El ensayo es una proyección estadística basada en los hechos históricos. Cuando ocurre una convulsión de ese tamaño, el futuro económico es inevitablemente grisáceo, típicamente estancado, porque las pérdidas han sido muchas y los gobiernos entran a una fase de “intervencionismo exhausto”, con menos recursos para paliar la situación.
Japón vivió su crack inmobiliario en los noventa y hasta hoy, continúa trastabillando en una situación muy parecida a la precedente. Y como se sabe, la Gran Depresión que siguió al crack bursátil y las crisis bancarias de los años 30, también tuvo alcance global y sus efectos rebotaron por más de una década.
El trabajo de los Reinhart es interesante porque estudian, precisamente los años después de las crisis y su conclusión es ésta: “El resultado general de la crisis y de la respuesta a la crisis nos han dejado en un escenario muy parecido al de la Gran Depresión y de todas las grandes crisis: activos devaluados, el sistema bancario más o menos derruido, gobiernos endeudados y sin recursos para estimular las economías. Por tanto, puede inferirse que nos esperan otros 7 años -más o menos- de tiempos difíciles”.
Contrario al optimismo ramplón de algunos gobiernos (el nuestro dice que México está en una “posición sólida”, “blindado a la agitación financiera”), la previsión informada es que si no cambian las cosas, si no hay decisiones políticas nuevas y de enorme envergadura, a nosotros, los que dependemos tanto de Estados Unidos y de su propia crisis, no nos espera nada bueno en materia económica.
No es una profecía. Ni un destino inevitable. Es un estadístico y lúgubre, patrón histórico. Si no hacemos nada, nos esperan 7 años de achaques y maldiciones económicas.
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