GENARO DAVID GÓNGORA PIMENTEL
Los drones están en los titulares de los periódicos. Todos los días leemos acerca de los ataques contra blancos terroristas usando vehículos aéreos sin pilotos, aviones controlados por medios remotos, equipados con sensores muy elaborados y algunas veces también con armamento.
La mayor parte de nosotros, probablemente, hemos escuchado lo extraordinaria que es ésta tecnología. Muchos de los ataques en el sur de Asia han sido llevados a cabo por operadores sentados frente a tableros de mando en el territorio de los Estados Unidos. Un Coronel de la Fuerza Aérea que físicamente se encuentra en el cuarto de la Base de la Fuerza Aérea en Nellis, en el Estado de Nevada, su mente, en realidad se encuentra ocupada muy lejos, siguiendo una camioneta sospechosa en un camino en el desierto de Iraq, o bien tras la pista de unos guerreros talibanes en una montaña de Afganistan.
Los drones no solamente son notables por su armamento, no hay nada de especial acerca de los misiles que llevan. No son rápidos o avispados, lo que los hace poderosos es su habilidad para ver y pensar. Pueden elevarse, aterrizar y volar por sí mismos. Los operadores pueden programar su destino o el área que desean patrullar y después concentrarse en los detalles de la misión mientras el aeroplano se ocupa de todo lo demás. Llevan sensores y tecnología sofisticada de video, pueden ver a través de las nubes o en la oscuridad. Pueden dar vueltas por horas e incluso días sobre el blanco, justamente lo que fastidia a los pilotos humanos hasta las lágrimas. Claro, el hecho más significativo acerca de los drones es que no tienen pilotos.
El servicio de aduanas de los Estados Unidos ya está usando éstos aparatos no tripulados para vigilar a los buques que transportan drogas que, de otra manera fácilmente evaden los ruidosos aeroplanos convencionales.
¿Se emplearon drones para encontrar a los asesinos de los empleados del consulado de los Estados Unidos en Juárez, Chihuahua?
Los operadores de los drones pueden ver a sus víctimas, las cámaras de video de alto poder les permiten observar a las personas que buscan prender sus cigarrillos, ir al cuarto de baño, o dedicarse a amoríos aventureros, sin sospechar nunca que desde el otro lado del mundo, están sometidos a observación.
Los datos que estamos dando los encontramos en un interesante artículo titulado: “Predotors and Robots at War” de Christian Coyil. Publicado en “The New York Review of Books”, el 29 de septiembre de 2011
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