JORGE ALCOCER VILLANUEVA
Decía Alejandro Gascón Mercado que la unidad de un partido requiere que cada grupo "controle a sus locos". El problema es qué hacer cuando los locos hacen mayoría.
Pese a que las cabezas de las principales tribus perredistas tenían el acuerdo de posponer las elecciones internas de dirigentes para después del proceso electoral de 2012, la impugnación de una minoría llevó a la Sala Superior del TEPJF a intervenir, una vez más, en la vida interna del PRD, al que ordenó renovar, antes el 15 de noviembre del presente año, sus órganos de dirección en todos los ámbitos y niveles. Pero culpar a los magistrados electorales es olvidar la causa de lo causado.
Si atendemos a los testimonios publicados por la prensa, así como a las denuncias que hacen tirios y troyanos, lo ocurrido el domingo pasado desborda con mucho una confrontación partidista, por más enconada que pueda ser. Lo visto fue la puesta en acto del catálogo completo de tropelías por grupos del hampa electoral, cobijados por la bandera del partido del sol azteca.
Toma violenta de instalaciones partidistas para controlar, o evitar, la entrega de boletas y materiales electorales; suplantación de funcionarios de casillas o asalto de las mismas; robo de urnas; destrucción de papelería; enfrentamientos entre pandillas; ratón loco; acarreo generalizado; reparto de despensas. La jornada comicial interna fue suspendida en cuatro estados y en el Distrito Federal; en siete estados fue imposible instalar la totalidad de las casillas. Esto es mucho más que una crisis, es la prueba de un partido en descomposición, sin dirección ni rumbo.
De nada servirá reponer el próximo domingo la elección interna en las entidades en que no se pudo celebrar. Lo previsible es que se repitan, en escala mayor, los actos delincuenciales. Más aún, a la luz de lo ocurrido es imposible que los resultados de la jornada celebrada anteayer sean respetados por las tribus perdedoras, que acudirán ante el TEPJF para pedir la nulidad y obtener la reposición de todo el proceso.
El costo de trasladar a las autoridades electorales la solución de los conflictos internos de los partidos políticos encuentra en el caso del PRD un resultado extremo. Consejeros y magistrados electorales desconocen, por formación e inexperiencia, las dinámicas que provocan y expanden los conflictos intrapartidistas; para el TEPJF lo que debe imperar es el cumplimiento de la letra de los estatutos partidistas, elevados a rango de ley que debe acatarse. Convertir a los partidos políticos en entes públicos ha desnaturalizado su origen y función como organizaciones de ciudadanos. Al proteger a una minoría, en lugar de propiciar la normalización de la vida interna del PRD, la Sala Superior abrió la puerta a la agudización del conflicto.
La división del PRD estalló a unos días de la elección en Michoacán y a pocas semanas de que defina los detalles y plazos para la selección de sus candidatos, presidencial y para diputados y senadores, amén de los que tendrá que postular en 14 estados y en el DF. Es probable que los jefes de las tribus busquen una tregua al conflicto, como han hecho en el pasado, pero esta vez tendrán que hacerlo con sus respectivas huestes armadas y en pie de guerra. No parece haber forma de amarrar a los locos de cada bando. La perspectiva del PRD es siniestra, tanto en lo que hace a su vida interna, como en su imagen ante la sociedad y sus futuros resultados electorales.
Lo que está en la raíz del conflicto es el choque entre los partidarios de Andrés Manuel López Obrador y los de Marcelo Ebrard, detrás de los cuales se despliegan las pasiones y ambiciones para alcanzar lugares asegurados en las listas plurinominales de diputados federales y senadores, así como en congresos locales y ayuntamientos. Quien obtenga mayoría en el Consejo Nacional perredista tendrá el poder para decidir esas candidaturas, y dispondrá del control de los millonarios recursos que el PRD recibirá en 2012 por concepto de financiamiento público.
Quizá la única solución a la mano sea el acuerdo inmediato entre los dos aspirantes a la candidatura presidencial, salvo que alguno de ellos crea posible alcanzar el triunfo, parado sobre las ruinas del PRD.
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