lunes, 17 de octubre de 2011

ADIÓS, MAESTRO

Granados Chapa: periodista siempre
El origen y la crianza explican, en parte, el rigor y la vocación de Miguel Ángel Granados Chapa como periodista y maestro.
Nacido en tierra de mineros (Pachuca, Hidalgo), Granados Chapa tuvo en su madre al mejor ejemplo de disciplina.
"Recuerdo la repetición de la fórmula a Horacio, mi hermano mayor, que en su adolescencia era suplente en una fábrica textil. Tenía que presentarse a la puerta del establecimiento al comienzo de cada turno (siete de la mañana, cuatro de la tarde y once y media de la noche) a ver si faltaba personal.
"Podían transcurrir varios días sin ser una sola vez llamado a trabajar, por lo que ocasionalmente, especialmente por la mañana, hubiera deseado no presentarse al pase de lista. Pero, de caer en la tentación del desgano, habría perdido su lugar en la lista (con lo que disminuían sus posibilidades de trabajo) y sobre todo no cumpliría sus deberes", escribió el columnista sobre su niñez.
A la mitad de la década de los 60, cursaba en la UNAM dos carreras al mismo tiempo: Periodismo y Derecho. Luego de culminar sus estudios en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, en 1964 empezó a trabajar en la prensa.
Inició su aprendizaje en el semanario Crucero, dirigido por Manuel Buendía, quien, hasta mayo de 1984, cuando fue asesinado, era uno de los columnistas políticos más influyentes de este País.
Cuando hizo sus primeros reportajes, Granados Chapa resintió la acción de grupos de derecha como el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), cuyos activistas lo secuestraron y le propinaron una golpiza en el sur del Distrito Federal.
A lo largo de su trayectoria profesional, el periodista hidalguense asumió un compromiso con la libertad de expresión y con las causas democráticas.
En los años 60, fue compañero de viaje de Julio Scherer, Froylán López Narváez y Vicente Leñero en la hechura del diario Excelsior.
En su libro "Los Periodistas", Leñero destaca la capacidad de análisis de Granados Chapa en momentos cruciales para el rumbo del diario.
El golpe propiciado desde Los Pinos por el entonces Presidente Luis Echeverría puso fin al proyecto periodístico, pero no hizo desistir a sus promotores.
Ensanchar los espacios para la opinión crítica frente al poder fue siempre la primicia del autor de Plaza Pública.
Un prolongado litigio de más de siete años, interpuesto por el diputado priista Gerardo Sosa Castelán contra el columnista por presunto daño moral, puso a prueba tanto a las instancias judiciales como la templanza del periodista.
Absuelto por el delito de daño moral, Granados Chapa promovió una apelación para librar del pago de indemnización a Alfredo Rivera Flores, autor del libro "La Sosa Nostra. Gobierno y Porrismo Coludidos en Hidalgo", cuyo prólogo fue escrito por el autor de Plaza Pública.
Sin renegar de los lazos de amistad, siempre optó por poner por delante convicciones y principios como periodista.
Travesía del desierto
Corría el año 1984, Granados Chapa hacía otra travesía del desierto.
La Plaza Pública encontró espacio en el semanario Punto, fundado por el periodista potosino Benjamín Wong Castañeda.
Cuando Wong Castañeda fue invitado por Fausto Zapata Loredo a hacer tareas de agregado cultural en la Embajada de México en China, Granados Chapa y José Carreño Carlón quedaron como responsables de la dirección del semanario.
En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando Carreño Carlón fue nombrado primero director de El Nacional y después director de Comunicación Social de Los Pinos, el autor de Plaza Pública tomó distancia de su amigo.
"Conocidos desde los tiempos universitarios, amigos entrañables después, Carreño y yo prolongamos en La Jornada una tarea profesional conjunta que concluyó cuando el Presidente Salinas lo atrajo a su lado, primero como director de El Nacional y luego como su vocero. El distanciamiento que eso provocó en nuestra relación es una de las dolencias más graves que he resentido en el trayecto vital cuyo recuento estoy asestando a los lectores", apuntó en julio de 1997.
No obstante, desde su época de estudiante universitario conservó lazos con el ex Gobernador y actual senador oaxaqueño, el priista Heladio Ramírez López.
También mantuvo una relación cercana con Francisco José Paoli Bolio, sociólogo y académico que fundó el Partido Mexicano de los Trabajadores con Heberto Castillo.
En 1984, acometió las tareas para editar La Jornada.
Granados Chapa publicó su Plaza Pública y dirigió la hechura cotidiana de La Jornada hasta 1992.
"Consideré que se había cumplido un ciclo en La Jornada, después de que se transformó su estructura de dirección y pensé que ésa ya no era la casa que contribuí a construir", dijo entonces.
Desde la aparición de REFORMA, en noviembre de 1993, la columna del periodista hidalguense apareció de domingo a viernes.
Desde 1996, Granados Chapa transmitió Plaza Pública en Radio UNAM, de 8:30 a 9:30 horas, de lunes a viernes.
A lo largo de 45 años, Granados Chapa registró la evolución de los medios de comunicación, escritos y electrónicos, y su relación con el poder en México.
Plaza Pública fue un espacio donde se ventiló el uso y abuso del poder político, así como el reclamo ciudadano a los funcionarios de gobierno.
Luego de que en 2008 recibió la Medalla Belisario Domínguez, otorgada por el Senado de la República, en 2009 ocupó un asiento como integrante de la Academia Mexicana de la Lengua.
En otro tiempo y en diferente circunstancias, Granados Chapa reivindicó con decoro y dignidad el oficio de Francisco Zarco, el periodista que durante la Reforma defendió la libertad de expresión, los derechos sociales y la causa republicana.
Granados Chapa falleció ayer, afectado por un cáncer.

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