jueves, 13 de octubre de 2011

AYER, HOY, QUIZÁ MAÑANA

JOSÉ WOLDENBERG

1.¿A alguien se le hubiera ocurrido plantear un gobierno de coalición en los años sesenta del siglo pasado? ¿Para qué? Resultaba innecesario. Eran los tiempos del "partido casi único", de las elecciones sin competencia (es más, el momento estelar de los procesos electorales era el del "destape", luego del cual seguía un ritual insípido y carente de tensión porque ganadores y perdedores estaban predeterminados), de un mundo de la representación política habitado (casi) por una sola fuerza. El Presidente y su partido tenían mayorías calificadas en el Congreso (más de dos terceras partes de los diputados y senadores), lo que les permitía ordenar lo que pasaba en el Legislativo. Un solo partido podía gobernar en solitario. Había pues mucha gobernabilidad en el sentido estrecho del término (la capacidad que un gobierno tiene de hacer prosperar sus propuestas en el Legislativo), pero escasa -muy escasa- pluralidad.
2. Pero no hay mal que dure 100 años. Un país diverso, masivo, desigual, modernizado, generó sensibilidades, visiones, intereses, distintos. Y ese "nuevo" México no cabía ni quería hacerlo bajo un solo ideario, una sola organización, un solo partido. La pluralidad política del país forjó distintos referentes partidistas, y éstos a través de su competencia modificaron de manera radical el mundo de la representación. En 1988, el PRI perdió la capacidad de cambiar por sí mismo la Constitución; en 1997, ningún partido fue capaz de obtener la mayoría absoluta de los asientos de la Cámara de Diputados; y en el año 2000 lo mismo sucedió en el Senado. Total, que a partir de 1997 fueron necesarios los acuerdos entre dos o más bancadas para que pudiera aprobarse "algo" en el Congreso. Un pluralismo equilibrado se instaló y a partir de entonces una sola voz, un solo interés, una sola visión, no puede hacer su voluntad. Aprendimos que el diálogo, la negociación, el acuerdo, resultaban necesarios para hacer prosperar cualquier iniciativa. Cada vez que fue aprobada una ley, que se votó el presupuesto o que se acordó una comisión, tras ello existió una coalición. Solamente que esas coaliciones fueron puntuales, volátiles.
3. Las coaliciones se han armado por necesidad. Porque si no suceden nada se puede aprobar. No han sido un capricho sino una imposición de la elemental aritmética democrática; no son opcionales, sino obligatorias, si se quiere que una propuesta determinada avance. (Una fuerza política puede optar por ser testimonial, pero eso es harina de otro costal). La virtud -creo- del comunicado que firmamos 46 personas reside precisamente en el reconocimiento de que el pluralismo equilibrado que hoy habita el Congreso es en primerísimo lugar un bien que debe ser preservado, y que dado que la República no demanda exorcistas sino políticos capaces de leer los signos de los nuevos tiempos, hay que transformar la necesidad (que un gobierno cuente con apoyo mayoritario en el Congreso) en virtud. Ello solamente es posible y deseable a través de la construcción de acuerdos. Y por ello es útil pensar en el tránsito de coaliciones efímeras en el Legislativo a coaliciones de gobierno y legislativas estables y permanentes.
4. Hay, sin embargo, que evitar una confusión. Coaliciones electorales se han dado ya; las han explorado y explotado todos los partidos. La ley las permite y qué bueno que así sea. Hubo un periodo en el que resultaban casi imposibles porque la norma establecía que si dos o más partidos se coaligaban los votos serían solamente para uno de ellos. Porque si dos o más fuerzas quieren ir unificadas a una elección deben tener todas las facilidades para hacerlo. Pero lo que jamás hemos tenido en México son coaliciones de gobierno, acuerdos entre dos o más partidos que pactan un programa de gobierno, otro legislativo y la integración de un gabinete. Y eso se hace -perdón por la insistencia- por necesidad, es decir, cuando quien ocupa la titularidad del Poder Ejecutivo no tiene el suficiente respaldo en el Legislativo.
5. Por supuesto cualquiera puede aspirar a ganar en singular la mayoría absoluta en el Congreso y entonces no requerirá del expediente de la coalición. Pero incluso en ese caso, nunca está de más tenerlo a la mano... por si las moscas. Otra cosa muy distinta es tratar de modificar la ley para decretar una mayoría absoluta de escaños sin haber obtenido los votos suficientes para ello; es decir, la pretensión de que un partido con el 35 por ciento de los votos, por la magia de la ley, se convierta en un partido con más del 50 por ciento más uno de los legisladores.
6. El desplegado de los 46 hace un planteamiento de carácter general. No presupone una traducción específica en términos de la forma de gobierno adecuada. Bajo ese "manto" caben diversas opciones: el gobierno de gabinete, modalidades de semipresidencialismo, la disposición constitucional de hacer opcional los gobiernos de coalición o el tránsito a un régimen parlamentario. Sigo pensando que esto último sería lo más adecuado, pero...

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