RODRIGO MORALES MANZANARES
El espectáculo que han ofrecido en días recientes el PAN y el PRD era impensable hace apenas unos años. Los dos grandes referentes históricos de la oposición, que en buena medida se significaron por ser los motores de la transformación democrática del país, hoy revelan las enormes dificultades que tienen para articular procedimientos democráticos e institucionales para la toma de decisiones. Veamos.
Del lado del PAN, la determinación de reservar para el CEN la designación de un número tan elevado de diputados y senadores, puede ser en efecto la decisión más pragmática, pero sin duda denota la desestructuración de la democracia interna en dicho partido. Se aduce que el padrón de militantes y adherentes está distorsionado en algunas regiones del país y, por tanto, se determinan aquellos distritos en donde no será posible efectuar una consulta que resulte confiable. Además de que se reconocen algunos conflictos internos que hacen poco recomendable efectuar una elección.
Ahora bien, ese será el mismo padrón de militantes y adherentes que servirá para elegir a su abanderado a la Presidencia. No se entiende. Pero, insisto, lo que llama la atención es la cantidad de distritos reservados. Es posible imaginar que la estructura partidista no es homogénea, pero hoy lo excepcional serán aquellos en los que el proceso de selección de candidatos sea “normal”. Algo ha ocurrido en estos años que hace aparecer al PAN como un referente lejano de lo que fue.
Del lado del PRD recordemos que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le ordenó reponer el proceso de elección de delegados ya que detectó graves irregularidades. Lo que se vivió el domingo es de nuevo la incapacidad para conducir un proceso electivo en los cauces de la normalidad. Se actualizaron los agravios. Y no porque se haya vuelto una costumbre, es menos grave el hecho de que, entre pares, los perredistas, no sean capaces de prodigarse la más mínima de las confianzas. La pertenencia a las diversas corrientes parece generar una identidad mucho más fuerte que la identidad del propio partido.
Pero, además, la nueva correlación de fuerzas que resulte de este nuevo proceso no afectará el de selección de candidatos. La determinación de procesar mediante encuestas la designación de sus candidatos, y de manera central la de su abanderado a la Presidencia, deja fuera la voluntad de los delegados que ahora se están eligiendo. De nuevo, hay algo en la fisonomía actual del PRD que lo hace irreconocible.
En fin, hay que recordar que tanto el PAN como la izquierda supieron oponer una manera distinta de hacer política; fueron partidos políticos deliberantes, que formaron grandes cuadros. Partidos que supieron ser ejemplares en su democracia interna. Hoy, sin embargo, parecen naufragar. Que no cuenten con un registro confiable de quiénes son sus integrantes, no sólo es un obstáculo casi insalvable para realizar procesos de selección interna, sino que es una señal preocupante de cómo su crecimiento los desfiguró.
Mala noticia para la salud de nuestra democracia. Y mientras los dos referentes históricos de la oposición se desangran, el PRI reconstruye su vieja liturgia, espera su turno
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