JORGE ALCOCER VILLANUEVA
Miguel Ángel Granados Chapa; In Memoriam
Lo conocí en las oficinas del Uno más Uno; a partir de entonces tuve el privilegio de su trato siempre cordial; para conmigo, como trata el maestro a un alumno. Hubo episodios que me llevaron a conocer otras facetas de don Miguel Ángel: como empresario de medios impresos; como consejero ciudadano del IFE, y más tarde como aspirante a la candidatura para gobernador por su estado natal, Hidalgo. Comparto tres estampas que guardo en mi memoria.
Una. Después de la ruptura del Uno más Uno nació La Jornada (1984); Miguel Ángel era parte del grupo fundador. En sus primeros meses el diario carecía de taller propio; se imprimía en una vetusta rotativa a la que la generosidad de su propietario no remediaba sus continuas fallas. Un día, platicando con Carlos Payán y Granados, les comenté la posibilidad de que el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) comprara una moderna rotativa alemana que estaba en México bajo un largo litigio judicial. Hablé con el embajador de la RDA, convenimos en que el partido alemán (PSUA) enviaría a México una delegación para negociar la compra-venta. Pedimos a Payán que una persona del grupo fundador participara en las negociaciones; fue Miguel Ángel, con quien formulé la propuesta de negociación comercial y política, que presentamos primero a Gilberto Rincón Gallardo, entonces secretario de asuntos internacionales del PSUM, y luego a la contraparte alemana.
Llegamos a un acuerdo y la rotativa fue adquirida con todo su equipamiento. La empresa Tipografía, Diseño e Impresión quedó como propietaria legal. También con fondos del PSUM se compró y habilitó un antiguo galerón industrial de la colonia Escandón, en donde quedó instalada la nueva maquinaria. Granados Chapa fue decisivo y activo para lograr las mejores condiciones de compra. El 19 de septiembre de 1985 fue el primer día en que La Jornada se imprimió en los nuevos talleres; horas más tarde ocurrió el terremoto. Informé a Granados que, salvo un mínimo desajuste, no había daños. El diario se imprimió en esa rotativa durante los siguientes años, hasta que La Jornada instaló sus propios talleres.
Dos. En la reforma electoral emergente de 1994, se convino en sustituir a los seis consejeros magistrados del IFE por consejeros ciudadanos. Desde la primera lista de candidatos, Miguel Ángel fue incluido y obtuvo consenso. Los seis consejeros ciudadanos iniciaron sus tareas los primeros días de mayo; desde el inicio el maestro y periodista se ganó el aprecio y respeto de todos los integrantes del Consejo General y del personal del IFE. Cuando se produjo la renuncia del doctor Carpizo, los otros cinco consejeros designaron a Miguel Ángel como vocero común. En esa calidad informó al presidente del IFE que ellos también renunciaban; Carpizo les pidió que lo informaran directamente al presidente Salinas, lo que Granados hizo por acuerdo de sus colegas. Lo demás es historia conocida. Fueron meses de intensa actividad, de mucha tensión y no pocos conflictos, que pudieron resolverse gracias, entre otros factores, al temple y experiencia que él aportaba, sin interrumpir su Plaza Pública de todos los días, robando tiempo al sueño, o escribiendo entre reunión y reunión.
Tres. Inspirado en el ejemplo de don Francisco Martínez de la Vega, Miguel Ángel buscó ser gobernador de su estado natal. Conocedor de la situación política y electoral imperante en Hidalgo realizó consultas informales con dirigentes de los tres partidos de mayor peso, planteando la idea de ser candidato único. En una cena a la que asistieron, entre otros, José Francisco Ruiz Massieu y Carlos Castillo Peraza, el primero pidió a Miguel Ángel exponer su idea, anticipando que el PRI la veía con "interés"; el presidente del PAN reaccionó primero con cautela, pero luego, acicateado por el ex gobernador de Guerrero, casi con rechazo. Miguel Ángel abandonó la idea y aceptó ser postulado por el PRD, sabedor de sus muy escasas posibilidades de éxito. Lo hizo, según me confió, "para vivir en carne propia", la experiencia de una campaña opositora.
Así era el hombre al que hoy evoco, con el sentimiento que el poeta Miguel Hernández dejó plasmado en su Elegía por la muerte de Ramón Sijé.
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