ISSA LUNA PLA
Me inquieta que como parte de las campañas políticas se incluyan como compromisos de los candidatos el cumplir con lo que mandan nuestras leyes. Promesas de garantizar la libertad de expresión y libre manifestación, fortalecer las instituciones del Estado, encarcelar políticos corruptos y garantizar pensiones. Desde el manifiesto de principios políticos de Peña Nieto, hasta los sentimientos de la gente (o de la nación) de AMLO, son lo mismo. Las promesas no atan a nadie (G.B. Shaw)
Lo grave no es decir tonterías, sino decirlas en nombre de principios, dijo el biólogo y filósofo Jean Rostand. Vamos, no es que tengamos el Estado de Derecho inglés, pero tampoco estamos en Yamen. Refundar nuestra democracia y nuestra república no es tarea de estas elecciones, llevamos años trabajando y viendo resultados y retrocesos.
De verdad que salir a estas alturas con mandamientos y principios (que no aportan nada nuevo) parecen malas estrategias de campaña para ganarse el voto indeciso. ¿Será que el desafío que representa este sector les queda muy grande?
Ayer leía lo sofisticado que se vuelven las campañas políticas en Estados Unidos cuando se trata de atraer votos de los indecisos. En la campaña de Barak Obama, los analistas políticos usan investigación empírica cuantitativa y cualitativa para diseñar su mensajes de propaganda. Se analizan los defectos y cualidades que los indecisos encuentran en los candidatos, y se revisa el lenguaje que éstos utilizan; también se miden sus preferencias en grupos de enfoque y se ensayan propuestas y discursos que muevan sus
preferencias. Todo esto, dentro de experimentos controlados que a través de cerca de 1000 algoritmos que representan las preferencias políticas arrojan causas y efectos.
Sabemos que las encuestas de preferencia del voto no nos aportan suficientes datos para establecer una relación de causa y efecto. Por eso no conocemos exactamente cuánto han influido los errores de los candidatos en la campaña, o las manifestaciones de las personas a favor o en contra de los candidatos. Pero de ahí a tener claro cómo avanzar en las estrategias éstos últimos días de campaña hay un abismo.
El obstáculo a vencer en el grupo de los indecisos mexicanos es principalmente la incredulidad hacia los candidatos disponibles. Y muy probablemente, los equipos de campaña de Josefina Vázquez Mota, de Enrique Peña Nieto, de Andrés Manuel López Obrador y de Gabriel Quadri, se están quebrando ahora la cabeza para crear confianza.
Contra la incredulidad, y a menos de 40 días de la votación, no hay tantos remedios. Es más, sin hacer muchos estudios científicos (como parece) quizás el único al alcance de los candidatos ahora es la fe, la esperanza, el instinto, las corazonadas, prometer lo obvio, y por su puesto, esperar a que uno se equivoque. Por eso no vemos, y no veremos, nada más nuevo ni claro que los lugares comunes.
Y ya estando en esto, ojalá que sus últimos mensajes no fueran tan básicos. Decía G.B. Shaw de la obra de Shakespeare, que no importa lo estúpidos que seamos, podemos entender sus bromas y lugares comunes, pero nos halaga cuando se nos habla de la sutileza del ingenio que hemos gustado y de la profundidad del pensamiento que hemos penetrado.
En fin, como dijo Rostand, el propio instinto de la vida aparta al incrédulo de la desesperación y al creyente de la santidad. Así que esperemos que sea nuestro instinto, el de los votantes, el que nos salve de esta.
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