viernes, 4 de mayo de 2012

FUTBOL VS. JUEGO DEMOCRÁTICO


CÉSAR ASTUDILLO

La decisión de Televisión Azteca de transmitir un partido de futbol en lugar del debate entre los candidatos a la Presidencia representa una manifestación más de su rechazo a los mandatos de la última reforma electoral.
La negativa vuelve a demostrar que lo que el sistema democrático ganó con la implementación del nuevo modelo de comunicación político-electoral, lo perdió con la carencia de reglas puntuales para los medios masivos de comunicación. La eliminación del factor oneroso en la exposición pública de los partidos políticos y candidatos, la prohibición de que sujetos externos a la contienda puedan contratar espacios de propaganda electoral, la determinación de restricciones al contenido de los mensajes electorales, la regulación de la propaganda gubernamental y el despliegue de un conjunto de sanciones frente a quienes infrinjan la legislación representa un ejercicio reformador incompleto si advertimos que dejó de lado el papel de la radio y la televisión, que para todos los efectos sirve de instrumento de difusión de la propaganda (política, electoral y gubernamental) y de herramienta de información electoral para los ciudadanos.
Vale la pena recordar que la reforma se abstuvo de imponer orientaciones básicas al tratamiento de la información político-electoral, y por ello los principios de equidad, objetividad, imparcialidad, veracidad y completitud, más que exigencias de cumplimiento obligatorio, representan simples lineamientos de observancia potestativa. Si a lo anterior agregamos que el Cofipe carece de incentivos para que los medios transmitan los debates, al intercambiarles seis minutos de spots por dos horas de debate, el panorama real de este nuevo capítulo de la reforma electoral aparece en toda su dimensión.
De mantenerse la decisión de la empresa, tendremos frente a nosotros una evidencia más de que la televisión en México, antes que un servicio de carácter público, es un negocio a usufructuar desde el ámbito privado; constataremos de nueva cuenta que los intereses privados siguen anteponiéndose al interés colectivo; seremos testigos del privilegio que se concede al espectáculo de masas en detrimento de una transmisión destinada a dotar de información trascendental al ciudadano para que decida el sentido de su voto de manera consciente y razonada y, además, patentizaremos el cortoplacismo que prima en un sector de la ciudadanía, a quienes interesa más el equipo que pasa a las semifinales del futbol en lugar de quién será el próximo presidente de la república.
Joga bonito se llama el futbol cuyos participantes ostentan cualidades excepcionales que confieren al juego una espectacularidad que sólo es posible a través del quebrantamiento de las reglas tradicionales a las que está sometido. El juego democrático, bajo las premisas opuestas, es aquel proceso político en el que todos sus participantes pactan el respeto a las reglas del juego, aunque ello le reste espectacularidad a su desenvolvimiento. El joga bonito requiere jugadores que por su propia naturaleza transgredan las reglas establecidas. El juego democrático, en cambio, presupone actores que en todo momento demuestren su talante democrático.
La decisión de Televisión Azteca deja sobre el escenario un halo de insatisfacción por un juego sin reglas adecuadas y con actores cuya conducta demuestra su profunda vocación transgresora del acuerdo democrático.

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