La derecha, cuando es una fuerza dominante, hegemónica y, más todavía, gobernante, es, por necesidad, sinónimo de barbarie y de oscurantismo. Destruye todos los valores que sustentan las libertades de los individuos y es enemiga jurada de la igualación de los mismos en cuanto a oportunidades de mejoramiento, de preparación cultural y hasta de identidades que puedan ir más arriba de lo que ella es en su pequeñez y en su miseria espiritual. Es elitista por naturaleza, no obstante que ella no es modelo para nadie ni en nada. No soporta que aquellos que son diferentes de ella, por inteligencia, por el color de la piel o por la humildad de su origen la superen o aspiren siquiera a ello.
En 1937, José Vasconcelos publicó su Breve historia de México (Ed. Botas). En ella hace de la Conquista y la Colonia epopeyas del genio español. México antiguo, un informe e incoherente conjunto tribal sin ninguna identidad propia, fue convertido por Cortés en el principio de una nación. Los conquistadores no destruyeron nada que valiera la pena lamentar y, sí en cambio, nos dieron la civilización en la que hoy vivimos. En la Colonia, en particular, los españoles fueron constructores de ciudades y educadores de indios. Cuarenta mil españoles hicieron el milagro de hacer de seis millones de indígenas una nación. El maestro se horrorizaría si pudiera ver lo que nuestras autoridades educativas panistas hacen con la filosofía y con la historia.
Vasconcelos escribió su libro con el ánimo de reivindicar su visión derechista y conservadora y hacerla valer con las ideas. No debió tener dudas de la fuerza de sus argumentos. Para él fue una bendición que nuestros conquistadores fueran los españoles y no los anglosajones, y nos civilizaran con los más altos valores del Renacimiento y no con el espíritu pragmático, individualista y antisocial de la Reforma protestante, que era el credo de quienes más daño nos habían hecho a lo largo de la historia. Nuestros modelos intelectuales eran los grandes humanistas de la Conquista y la Colonia, los sabios misioneros que nos preservaron lo que sabemos del México antiguo, y luego Lucas Alamán y Carlos Pereyra; no Valentín Gómez Farías, que le enseñó a Juárez el credo protestante, liberal y carnicero de Poinsett y al cual, Juárez, seguimos venerando aun después de la Revolución.
Vasconcelos representa en 1937 a un pensamiento de derecha ilustrado y propositivo, aunque rencoroso. Hoy la derecha es incapaz de defender idea alguna, simplemente porque no tiene ideas. Castillo Peraza habló del PAN como el partido de la “victoria cultural”. Mi amigo (y tuve ocasión de decírselo) estaba soñando, porque llegaban al poder los “bárbaros del norte” y ya tenían en sus manos a su partido y él se quedó solo. Ninguna idea, ningún valor que reivindicar y defender con inteligencia, como lo hizo Vasconcelos. La historia, para los parámetros en los que se forman los estudiantes del Tec de Monterrey, el ITAM, el CIDE, la Libre de Derecho y las universidades privadas, no está para valores o ideas, menos para ideales. Sólo se trata de formar en los negocios y el poder, como ejecutivos o amanuenses.
De un gobierno derechista se podría esperar que defendiera la Conquista y la Colonia, pues en ellas se concretan todos los valores con los que lucha por conservar el orden establecido y hacerlo retroceder cuanto puede. Pero no. Esta derecha no sabe nada de historia. Fox y Calderón son emblemáticos. Para ellos, como lo dijera el primero, la historia, simplemente, “vale madres”. El pensamiento de derecha hoy, aunque cueste trabajo llamarle así, “pensamiento” (porque no piensa nada), consiste, como en el Tecnológico, en formar empresarios o ejecutivos. La cultura, si algo vale, que se la haga por su cuenta el que lo desee. En la escuela hay que enseñar matemáticas, administración y los elementos que lleven a ello.
Cuando pude leer el libro (en Internet) me asombró la prolijidad de datos sin sentido ni coherencia, los errores de todo tipo (algo que muchos notaron sin dificultad: que la isla de Java, perteneciente al archipiélago indomalayo y donde está la capital de Indonesia, país asiático, estaba “en Oceanía”). La contumacia en ignorar el mérito de las luchas sociales a través de las cuales se ha construido esta nación y hablar siempre en abstracto de un sujeto, “el pueblo” (o “México”), sin rostro y sin identidad. Las diferencias que han acabado por modelarnos se vuelven humo y lo que vemos es una mala película sobre un país que no es éste, sino una ensoñación de una derecha que no sabe lo que es cultura ni, mucho menos, algo llamado identidad nacional.
No tengo idea de cuál sea la formación académica del senador Carlos Navarrete (ojalá lo hiciera público porque, como muchos otros políticos, tiene la pinta de ser grillo de profesión desde la cuna), pero sea cual fuere, está claro que piensa como un derechista: “Eso [de la historia] no me preocupa. Lo que quiero saber es si los alumnos están bien formados en matemáticas y saben español”. No se cuánto sepa de matemáticas, aunque puedo saber hasta dónde llega su español; pero de historia me da la impresión de que no sabe ni con qué se come.
Las maromas y piruetas que las autoridades educativas han hecho para explicar que no se trata de una omisión sino que eso luego lo podrán ver los alumnos (resulta que ni en cuarto ni en sexto los escolapios podrán saber nada de esas etapas cruciales de la historia), sólo son pujidos y berridos de quien ha sido pillado en error y no sabe hacer otra cosa que muecas ridículas para justificar la falta y la estupidez en el trabajo de planeación educativa. Ver al yerno de la Gordillo, además, gruñir que “no habrá marcha atrás”, es sólo muestra de la prepotencia con la que la cacique magisterial hace y deshace con nuestra educación, deseando tal vez que nuestros alumnos sepan usar nuevos términos como “epedinomológica” o “influencia A-HLNL”.
Una derecha sin cultura, que ha hecho posible lo que Castillo Peraza jamás se imaginó, la victoria de la incultura, sólo sabe vivir en la barbarie y se solaza en eso. Para ella no somos otra cosa que el país de la “naquez”, sin pasado (glorioso o menos, de ello carece de noción), en el que sólo sus hijos blanquitos y orgullosamente criollos, como lo ha denunciado Ortiz Pinchetti, comanden y los demás se dediquen a vivir a su servicio. Las televisoras, siempre se ha visto, son las promotoras por antonomasia de esa derecha para la que la historia, si algo significa, sólo es lo que se puede apreciar en sus telenovelas. ¡Bonito país, éste en el que la derecha en el poder quiere convertirnos!
En 1937, José Vasconcelos publicó su Breve historia de México (Ed. Botas). En ella hace de la Conquista y la Colonia epopeyas del genio español. México antiguo, un informe e incoherente conjunto tribal sin ninguna identidad propia, fue convertido por Cortés en el principio de una nación. Los conquistadores no destruyeron nada que valiera la pena lamentar y, sí en cambio, nos dieron la civilización en la que hoy vivimos. En la Colonia, en particular, los españoles fueron constructores de ciudades y educadores de indios. Cuarenta mil españoles hicieron el milagro de hacer de seis millones de indígenas una nación. El maestro se horrorizaría si pudiera ver lo que nuestras autoridades educativas panistas hacen con la filosofía y con la historia.
Vasconcelos escribió su libro con el ánimo de reivindicar su visión derechista y conservadora y hacerla valer con las ideas. No debió tener dudas de la fuerza de sus argumentos. Para él fue una bendición que nuestros conquistadores fueran los españoles y no los anglosajones, y nos civilizaran con los más altos valores del Renacimiento y no con el espíritu pragmático, individualista y antisocial de la Reforma protestante, que era el credo de quienes más daño nos habían hecho a lo largo de la historia. Nuestros modelos intelectuales eran los grandes humanistas de la Conquista y la Colonia, los sabios misioneros que nos preservaron lo que sabemos del México antiguo, y luego Lucas Alamán y Carlos Pereyra; no Valentín Gómez Farías, que le enseñó a Juárez el credo protestante, liberal y carnicero de Poinsett y al cual, Juárez, seguimos venerando aun después de la Revolución.
Vasconcelos representa en 1937 a un pensamiento de derecha ilustrado y propositivo, aunque rencoroso. Hoy la derecha es incapaz de defender idea alguna, simplemente porque no tiene ideas. Castillo Peraza habló del PAN como el partido de la “victoria cultural”. Mi amigo (y tuve ocasión de decírselo) estaba soñando, porque llegaban al poder los “bárbaros del norte” y ya tenían en sus manos a su partido y él se quedó solo. Ninguna idea, ningún valor que reivindicar y defender con inteligencia, como lo hizo Vasconcelos. La historia, para los parámetros en los que se forman los estudiantes del Tec de Monterrey, el ITAM, el CIDE, la Libre de Derecho y las universidades privadas, no está para valores o ideas, menos para ideales. Sólo se trata de formar en los negocios y el poder, como ejecutivos o amanuenses.
De un gobierno derechista se podría esperar que defendiera la Conquista y la Colonia, pues en ellas se concretan todos los valores con los que lucha por conservar el orden establecido y hacerlo retroceder cuanto puede. Pero no. Esta derecha no sabe nada de historia. Fox y Calderón son emblemáticos. Para ellos, como lo dijera el primero, la historia, simplemente, “vale madres”. El pensamiento de derecha hoy, aunque cueste trabajo llamarle así, “pensamiento” (porque no piensa nada), consiste, como en el Tecnológico, en formar empresarios o ejecutivos. La cultura, si algo vale, que se la haga por su cuenta el que lo desee. En la escuela hay que enseñar matemáticas, administración y los elementos que lleven a ello.
Cuando pude leer el libro (en Internet) me asombró la prolijidad de datos sin sentido ni coherencia, los errores de todo tipo (algo que muchos notaron sin dificultad: que la isla de Java, perteneciente al archipiélago indomalayo y donde está la capital de Indonesia, país asiático, estaba “en Oceanía”). La contumacia en ignorar el mérito de las luchas sociales a través de las cuales se ha construido esta nación y hablar siempre en abstracto de un sujeto, “el pueblo” (o “México”), sin rostro y sin identidad. Las diferencias que han acabado por modelarnos se vuelven humo y lo que vemos es una mala película sobre un país que no es éste, sino una ensoñación de una derecha que no sabe lo que es cultura ni, mucho menos, algo llamado identidad nacional.
No tengo idea de cuál sea la formación académica del senador Carlos Navarrete (ojalá lo hiciera público porque, como muchos otros políticos, tiene la pinta de ser grillo de profesión desde la cuna), pero sea cual fuere, está claro que piensa como un derechista: “Eso [de la historia] no me preocupa. Lo que quiero saber es si los alumnos están bien formados en matemáticas y saben español”. No se cuánto sepa de matemáticas, aunque puedo saber hasta dónde llega su español; pero de historia me da la impresión de que no sabe ni con qué se come.
Las maromas y piruetas que las autoridades educativas han hecho para explicar que no se trata de una omisión sino que eso luego lo podrán ver los alumnos (resulta que ni en cuarto ni en sexto los escolapios podrán saber nada de esas etapas cruciales de la historia), sólo son pujidos y berridos de quien ha sido pillado en error y no sabe hacer otra cosa que muecas ridículas para justificar la falta y la estupidez en el trabajo de planeación educativa. Ver al yerno de la Gordillo, además, gruñir que “no habrá marcha atrás”, es sólo muestra de la prepotencia con la que la cacique magisterial hace y deshace con nuestra educación, deseando tal vez que nuestros alumnos sepan usar nuevos términos como “epedinomológica” o “influencia A-HLNL”.
Una derecha sin cultura, que ha hecho posible lo que Castillo Peraza jamás se imaginó, la victoria de la incultura, sólo sabe vivir en la barbarie y se solaza en eso. Para ella no somos otra cosa que el país de la “naquez”, sin pasado (glorioso o menos, de ello carece de noción), en el que sólo sus hijos blanquitos y orgullosamente criollos, como lo ha denunciado Ortiz Pinchetti, comanden y los demás se dediquen a vivir a su servicio. Las televisoras, siempre se ha visto, son las promotoras por antonomasia de esa derecha para la que la historia, si algo significa, sólo es lo que se puede apreciar en sus telenovelas. ¡Bonito país, éste en el que la derecha en el poder quiere convertirnos!
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