Lo que quisiéramos oír de Felipe Calderón, más allá de lo que dijo:
1) "Lo que propongo es concentrar la fuerza y los recursos del Estado en un esfuerzo de todos por frenar el crecimiento de la pobreza". Y para ello convertiré la promoción del crecimiento económico en mi primera prioridad. Debo reconocer que hasta ahora no lo ha sido. Más bien, como gobiernos anteriores, he buscado asegurar un grado mínimo de avance para mantener la estabilidad política, pero sin alterar la correlación de fuerzas existentes, sin atacar los problemas estructurales de la economía mexicana, sin desmantelar el andamiaje de privilegios y protección que caracteriza al capitalismo oligopólico y estatista. He insistido en darles cosas a los pobres a través de programas como Procampo, en vez de generar condiciones de dinamismo económico y movilidad social que les permitirían dejar de serlo. Pero a partir de ahora me abocaré a atacar las causas de la pobreza, en lugar de seguir promoviendo políticas clientelares y compensatorias que sólo palian sus efectos.
2) "Lograr una educación de calidad". Y para ello debo superar el marasmo de intereses e inercias ante los cuales yo mismo he sucumbido, al promover -como lo he hecho- la alianza con Elba Esther Gordillo, ya sea por agradecimiento o por temor. He permitido que ella siga imponiendo los términos de la relación; he permitido que ella siga obteniendo recursos y puestos y posiciones sin comprometerse a cambio con la reforma educativa que México necesita con urgencia. Me he convertido en un Presidente más que prefiere rendirse ante La Maestra y pagarle al SNTE por encima de transformar la educación. Reconozco mi falta de visión y me exhorto a entender que para modernizar a México tendré que repensar la complicidad constante entre el sindicato y el gobierno, para así crear mexicanos dinámicos, emprendedores, educados, meritocráticos, productivos y competitivos porque la educación pública les permite serlo.
3) "Una reforma profunda de las finanzas públicas". Durante décadas el gobierno ha usado el ingreso del petróleo para darse a sí mismo lo que no puede o no necesita recaudar. Ha canalizado las rentas petroleras a demasiadas clientelas en la burocracia, en los sindicatos, en los partidos políticos. Mi propio gobierno y el PAN han perpetuado el paradigma priista que ve los puestos públicos como sitios para la promoción del patrimonialismo; lugares desde dónde obtener contratos, conseguir vales, tramitar exenciones, eludir impuestos, exigir bonos, emplear amigos y promover la imagen personal. Durante los últimos nueve años, no hemos buscado romper con la visión del gobierno como distribución del botín. No hemos combatido a fondo la canibalización del país por la protección constante de prebendas y "derechos adquiridos" y pactos corporativos. Para que México avance tendré que asumir el compromiso de racionalizar y transparentar el gasto público antes de exigir nuevos impuestos.
4) "Una reforma al sector de telecomunicaciones". Mi predecesor Vicente Fox acabó cediendo tanto poder a las televisoras chantajistas y a los monopolistas abusivos que ahora el gobierno vive acorralado por esas "criaturas del Estado" que engendró. La concentración del poder en monopolios y duopolios con demasiada frecuencia se traduce en ventajas injustas, captura regulatoria y políticas públicas que favorecen intereses particulares. La crisis tan sólo exacerba los problemas persistentes en un sector clave: regulación ineficaz, consumidores expoliados; medios impunes, políticos doblegados; poder concentrado, democracia puesta en jaque; poca competencia, baja competitividad, y un gobierno que en lugar de domesticar a las criaturas que ha concebido ahora vive aterrorizado por ellas. Por ello empezaré a reformar y a regular y a abrir en nombre del interés público. Mandaré señales inequívocas de cómo voy a desactivar esos "centros de veto" que están bloqueando el crecimiento económico y la consolidación democrática. Y lo haré mediante la creación de una tercera cadena de televisión, con el fortalecimiento de los órganos regulatorios, con la sanción a quienes violen los términos de su concesión, con la promoción de una política agresiva de competencia que ayude a contener a los que hoy bloquean la modernización del país.
5) "Tenemos que cambiar a México". Y para ello es imprescindible que cambie yo. Porque durante los últimos tres años me he inclinado por los pequeños pasos en lugar de asumir las transformaciones que México necesita. He promovido la lógica de los cambios posibles, limitados por mis propios cálculos políticos, por encima de la lógica de los cambios de fondo. He administrado las inercias en vez de romper con ellas. Es hora de dejar atrás mi miedo. Es hora de que yo asuma los riesgos y los costos en que no he querido incurrir. Es hora de que yo mismo alce las miras y vea más allá del pragmatismo minimalista que ha sido el sello de mi gestión. Quiero ser - ahora sí- el Presidente que puso por encima de cualquier interés particular el interés de México.
1) "Lo que propongo es concentrar la fuerza y los recursos del Estado en un esfuerzo de todos por frenar el crecimiento de la pobreza". Y para ello convertiré la promoción del crecimiento económico en mi primera prioridad. Debo reconocer que hasta ahora no lo ha sido. Más bien, como gobiernos anteriores, he buscado asegurar un grado mínimo de avance para mantener la estabilidad política, pero sin alterar la correlación de fuerzas existentes, sin atacar los problemas estructurales de la economía mexicana, sin desmantelar el andamiaje de privilegios y protección que caracteriza al capitalismo oligopólico y estatista. He insistido en darles cosas a los pobres a través de programas como Procampo, en vez de generar condiciones de dinamismo económico y movilidad social que les permitirían dejar de serlo. Pero a partir de ahora me abocaré a atacar las causas de la pobreza, en lugar de seguir promoviendo políticas clientelares y compensatorias que sólo palian sus efectos.
2) "Lograr una educación de calidad". Y para ello debo superar el marasmo de intereses e inercias ante los cuales yo mismo he sucumbido, al promover -como lo he hecho- la alianza con Elba Esther Gordillo, ya sea por agradecimiento o por temor. He permitido que ella siga imponiendo los términos de la relación; he permitido que ella siga obteniendo recursos y puestos y posiciones sin comprometerse a cambio con la reforma educativa que México necesita con urgencia. Me he convertido en un Presidente más que prefiere rendirse ante La Maestra y pagarle al SNTE por encima de transformar la educación. Reconozco mi falta de visión y me exhorto a entender que para modernizar a México tendré que repensar la complicidad constante entre el sindicato y el gobierno, para así crear mexicanos dinámicos, emprendedores, educados, meritocráticos, productivos y competitivos porque la educación pública les permite serlo.
3) "Una reforma profunda de las finanzas públicas". Durante décadas el gobierno ha usado el ingreso del petróleo para darse a sí mismo lo que no puede o no necesita recaudar. Ha canalizado las rentas petroleras a demasiadas clientelas en la burocracia, en los sindicatos, en los partidos políticos. Mi propio gobierno y el PAN han perpetuado el paradigma priista que ve los puestos públicos como sitios para la promoción del patrimonialismo; lugares desde dónde obtener contratos, conseguir vales, tramitar exenciones, eludir impuestos, exigir bonos, emplear amigos y promover la imagen personal. Durante los últimos nueve años, no hemos buscado romper con la visión del gobierno como distribución del botín. No hemos combatido a fondo la canibalización del país por la protección constante de prebendas y "derechos adquiridos" y pactos corporativos. Para que México avance tendré que asumir el compromiso de racionalizar y transparentar el gasto público antes de exigir nuevos impuestos.
4) "Una reforma al sector de telecomunicaciones". Mi predecesor Vicente Fox acabó cediendo tanto poder a las televisoras chantajistas y a los monopolistas abusivos que ahora el gobierno vive acorralado por esas "criaturas del Estado" que engendró. La concentración del poder en monopolios y duopolios con demasiada frecuencia se traduce en ventajas injustas, captura regulatoria y políticas públicas que favorecen intereses particulares. La crisis tan sólo exacerba los problemas persistentes en un sector clave: regulación ineficaz, consumidores expoliados; medios impunes, políticos doblegados; poder concentrado, democracia puesta en jaque; poca competencia, baja competitividad, y un gobierno que en lugar de domesticar a las criaturas que ha concebido ahora vive aterrorizado por ellas. Por ello empezaré a reformar y a regular y a abrir en nombre del interés público. Mandaré señales inequívocas de cómo voy a desactivar esos "centros de veto" que están bloqueando el crecimiento económico y la consolidación democrática. Y lo haré mediante la creación de una tercera cadena de televisión, con el fortalecimiento de los órganos regulatorios, con la sanción a quienes violen los términos de su concesión, con la promoción de una política agresiva de competencia que ayude a contener a los que hoy bloquean la modernización del país.
5) "Tenemos que cambiar a México". Y para ello es imprescindible que cambie yo. Porque durante los últimos tres años me he inclinado por los pequeños pasos en lugar de asumir las transformaciones que México necesita. He promovido la lógica de los cambios posibles, limitados por mis propios cálculos políticos, por encima de la lógica de los cambios de fondo. He administrado las inercias en vez de romper con ellas. Es hora de dejar atrás mi miedo. Es hora de que yo asuma los riesgos y los costos en que no he querido incurrir. Es hora de que yo mismo alce las miras y vea más allá del pragmatismo minimalista que ha sido el sello de mi gestión. Quiero ser - ahora sí- el Presidente que puso por encima de cualquier interés particular el interés de México.
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