miércoles, 16 de septiembre de 2009

LÍBRENOS DIOS DE ESA "GENTE INDECENTE"

ALEJANDRO GERTZ MANERO

La mayoría de los mexicanos pensaron que si en el año 2000 llegaba “la gente decente” al poder, este país habría de cambiar y las épocas aciagas de los abusos, coimas y chanchullos se iban a terminar para siempre, y nuestra patria sería un verdadero Jardín del Edén o unos Campos Elíseos donde las ninfas ciudadanas podrían corretear alegremente sin el peligro de los insaciables faunos políticos.
Han transcurrido casi 10 años de ilusiones frustradas, esperanzas quebrantadas y dolorosos enfrentamientos con una realidad que no solamente siguió igual, sino que empeoró notablemente en una feria de caprichos, payasadas, trinquetes y, sobre todo, de ineptitud monumental e imprevisión absoluta para manejar los asuntos públicos.
Los “impecables”, al hacer contacto con el poder, se transformaron súbitamente en verdaderos paradigmas de la corrupción y de la ineptitud, al destruir lo poco que quedaba de viabilidad en las estructuras y los sistemas políticos del país; y para que no hubiera duda de su incapacidad, la coyuntura económica del petróleo les llenó las arcas como nunca antes se había visto, lo cual les permitió multiplicar hasta el infinito el número de puestos, huesos, prebendas y derroches que hicieron crecer exponencialmente el gasto público, que según ellos estaba equilibrado, cuando la verdad era bien distinta, ya que estaban usando a manos llenas los eventuales recursos petroleros para dilapidarlos en gasto corriente improductivo y en subsidios políticos y electorales a los gobiernos estatales y municipales, todo lo cual se perdió en el hoyo negro de la corrupción nacional.
Ahora que han llegado las “vacas flacas”, las cuales van a quedarse por varios años en nuestro país, ya que el petróleo se fue a menos de la mitad de precio y la extracción va a pique, resulta que esas buenas conciencias están haciendo actos de contrición para saber qué fue lo que les pasó y cómo fueron tentadas por las perversas ofertas de los demonios políticos, para después azotarse con los cilicios de la autocrítica, mientras siguen dilapidando el dinero y equivocándose en todo, ya que evidentemente no están preparadas ni para caminar y comerse un helado al mismo tiempo.
Esta catástrofe política ha dado lugar a que en el país se esté generando un Estado dentro de otro, en el que la informalidad, el contrabando, el comercio ambulante y toda una nueva economía al margen de los impuestos, de las obligaciones comunitarias y del sentido más elemental de solidaridad social ya quebraron las finanzas públicas, mientras la informalidad y los agiotistas se enriquecen sin medida.
También en materia de seguridad un nuevo ejército organizado y feroz, de delincuentes y de asesinos, está apoderándose de la vida comunitaria en casi toda la nación, para extorsionar, cobrar protección o derecho de piso, secuestrando y aniquilando a quienes les estorban y estableciendo su ley, que sí aplica la pena de muerte en forma ejecutiva y sin payasadas electorales, para deshacerse de los delincuentes que les hacen competencia a estos criminales que se están adueñando de nuestras ciudades.
En materia educativa a diario se expresan las alianzas infernales entre los “decentes” y los “indecentes”, que deberían ser sus peores enemigos porque encarnan la corrupción más conspicua, y el ínfimo resultado al que ha llegado la mayor parte de la educación del país, mientras los proyectos de calidad y las grandes universidades nacionales están sufriendo los recortes y la miseria, que por supuesto no tocan a los favoritos del sistema, que no tienen llenadero.
Esta catástrofe de los “puros” nos indica que estamos viviendo el final de un sistema político y el nacimiento de una nueva estructura de poder, en un parto muy doloroso, porque está hecho de la brutalidad del crimen y del más descarnado proceso de sustitución de las cadenas productivas y comerciales que cada día están más lejos del gobierno, de la formalidad y de los impuestos.
El México que conocimos, y que ya venía muy mal, se lo acabó esa “gente decente” que cayó como pandemia en nuestra vida pública.
¿Y ahora qué sistema va a venir y quién nos va a gobernar? Eso es todavía una incógnita, pero nada bueno nos espera.

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