Desde la reforma de 1990, uno de los asuntos que no termina de encontrar normas claras y estables es el de las alianzas electorales entre partidos políticos. Hasta 1988 la ley era laxa en materia de candidaturas comunes, y rigurosa tratándose de coaliciones.En el Cofipe promulgado en 2008, el legislador resolvió nuevas reglas para las alianzas, inspiradas en las candidaturas comunes, que permiten a los partidos establecer coalición parcial para la elección de diputados federales desde uno y hasta 200 distritos. En todo caso, cada partido debe aparecer con su propio emblema en la boleta electoral y postular su propia lista de candidatos plurinominales. La ley obliga a los partidos a establecer alianzas uniformes en elecciones federales.En el ámbito de las leyes locales se observa una marcada heterogeneidad en esta materia; en términos generales, las legislaturas han observado una tendencia a flexibilizar las normas y requisitos para las alianzas electorales.El tema ha vuelto al debate por el anuncio que en Oaxaca hicieron los presidentes estatales del PAN y PRD, avalados por sus respectivos dirigentes nacionales, de que establecerán una coalición para la elección de gobernador que tendrá lugar en julio de 2010, a la que, esperan, habrá de sumarse Convergencia, al que está afiliado el senador Gabino Cué, quien fue candidato a gobernador por una alianza semejante hace cinco años. La decisión del PT y Nueva Alianza dependerá de López Obrador y Elba Esther Gordillo, respectivamente. Es previsible que el Verde mantenga la fidelidad a su alianza con el PRI.La anunciada alianza oaxaqueña despertó ácidas críticas, coincidentes en afirmar que se trata de un enlace contra natura; una demostración más de "falta de principios" o "desmemoria". Con la oportunidad que la distingue, María de las Heras dio a conocer una encuesta en la que el 48% de los entrevistados declara que no votaría por este tipo de "engendros" (sic). La encuesta fue telefónica, con 500 entrevistas en total (Milenio, 28/09/09).Todas las opiniones -y casi todas las encuestas- son respetables; cada ciudadano vota -hay excepciones- como mejor le parece. Efectivamente: hay que tener memoria, y ubicar el contexto.Las alianzas entre el PAN y PRD vienen de lejos, la lista es nutrida, pero vale recordar las realizadas en Durango y Chihuahua, teniendo como candidatos a los panistas Rodolfo Elizondo y Javier Corral, respectivamente. Las de Nayarit (1999) y Chiapas (2000 y 2006), que involucraron a todos los partidos opositores y llevaron a la victoria a Antonio Echavarría, Pablo Salazar y su sucesor Juan Sabines; así como la antes mencionada en Oaxaca (2004). El PRI no ha tenido reparo en aliarse, en múltiples procesos locales para gobernador, alcaldes o diputados, con el PT, Convergencia, Verde, Nueva Alianza, PSD, y antes con otros partidos ya extintos. Lo acaba de hacer con el PRD en las elecciones locales de Guanajuato, en donde obtuvo la victoria en las alcaldías de la ciudad Capital y San Miguel de Allende. Las leyes no exigen identidad ideológica de los partidos aliados; más aún, establecen que las alianzas electorales concluyen con la jornada electoral. Son decisiones basadas en cuentas, no en ideas.El pragmatismo es conducta de todos los partidos, acrecentado por la extensión de la competencia y lo cerrado de los resultados. Los partidos chicos se han vuelto interesantes para los partidos grandes, que con ellos buscan obtener los puntos que hacen la diferencia; mientras que a los segundos les proporciona el oxígeno para sobrevivir y alcanzar puestos. En estados con añejas estructuras caciquiles, en donde sobrevive el control estatal sobre las elecciones, las oposiciones han practicado la alianza "todos contra el PRI", que el PRD extiende hoy con la propuesta tucán (todos unidos contra Acción Nacional) para Tlaxcala, modelo que el PRI exploró este año, sin éxito, en Querétaro y San Luis Potosí, estados que aún así ganó.Quien esté libre de culpa, que tire la siguiente piedra.
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