martes, 15 de septiembre de 2009

CORRECCIÓN LEGISLATIVA, RECTIFICACIÓN PRESIDENCIAL

MANUEL CAMACHO SOLÍS

En unos cuantos días se acabaron el discurso del cambio que intentaron posicionar el 2 de septiembre. El presupuesto hizo resucitar la receta ortodoxa que desentona con el aprendizaje del resto del mundo. Los cambios en el gabinete son inexplicables si lo que se buscaba era relanzar al gobierno. La percepción dominante es que el presupuesto agrede a muchos y no servirá para la recuperación, mientras que los nombramientos los hizo un gobierno atrapado por los intereses y carente de cuadros.
La derrota electoral del PAN y el agravamiento de la crisis económica a lo largo de 2009, exigían de una respuesta no rutinaria de parte del Ejecutivo. La mejor apuesta, sin duda, era dar un golpe de timón. Con el discurso del 2 de septiembre, muchos pensaron que se estaba reconociendo la gravedad de la situación. Se publicitó el cambio de rumbo que vendría, aunque al momento de izar las velas no hubo marineros que hicieran los amarres y al momento de dar el giro, tampoco capitán que se aferrara al timón. En días se perdió la ilusión del cambio. A ese ritmo ni siquiera quedará un referente testimonial para 2012.
La política económica es un paquete de ajuste ortodoxo que le pasa la carga a las clases medias y a los sectores de menores ingresos. Los cambios en el gabinete han provocado escepticismo. No se explicaron las razones de las remociones. No se definieron las nuevas directrices que se deberían cumplir. Las nuevas designaciones, en vez de sumar, han restado. ¿Qué ventajas tienen el nuevo procurador y el director de Pemex respecto a sus antecesores? ¿Qué tienen que ver esos nombramientos con la gran agenda del cambio que tanto se publicitó? ¿Con qué autoridad van a llegar los nuevos funcionarios a ejercer sus muy difíciles responsabilidades, si ni al arranque del proceso hay quien los defienda?
Antes de que la conjunción de presiones, complicidades, incompetencia y carencia de cuadros dejen al país con un gabinete aún más debilitado y cuestionado, convendría que Felipe Calderón rectificara. ¿Un financiero para Pemex, cuando la empresa necesita aumentar radicalmente su productividad? ¿Un procurador descalificado por las organizaciones de derechos humanos, debilitado dentro y fuera de México, cuando para enfrentar al crimen y la impunidad se necesita, sobre todo, de una autoridad prestigiada e independiente que haga creíble el estado de derecho?
El nombramiento del director corresponde al Presidente. Sería mejor rectificar a favor de un profesional prestigiado y con liderazgo. El del procurador, lo comparte con el Senado. Está en manos del Presidente y los senadores dar un paso decisivo a favor de la autonomía judicial.
El Congreso, los diputados y senadores, tienen otra grave responsabilidad: corregir el paquete económico, para equilibrar a los intereses financieros que lo dominan, con los intereses de un mercado interno que se está asfixiando. Los legisladores y el Presidente tienen poco tiempo para corregir y rectificar.

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