A partir del movimiento de 1968, la relación entre el poder público y la Universidad Nacional Autónoma de México se transformó.
El largo periodo de la vida universitaria en el entorno de la autonomía conquistada, ha permitido que la UNAM evolucione según dos grandes elementos que conforman su vida e identidad: primero, el desarrollo de la sociedad en general, cuyo devenir político, económico y cultural, impacta a la Universidad en una doble vía de diálogo, tanto por la influencia que recibe como por las ideas que, nacidas en su seno, trascienden a la sociedad, la informan, la transforman y constituyen nuevos cauces de desarrollo; el segundo, el progreso de sus tendencias internas: ideas, proyectos compartidos, valores que se desarrollan y formas de pensar que, en permanente diálogo, forman parte su patrimonio intangible.
Desde 1945 a la reforma constitucional en autonomía, atravesó por momentos de dura transformación, retos y aun luchas que reflejaron esa tensión dialéctica que, hoy todavía, anima su vida cotidiana. Algunos, acaso de los más reconocidos fueron, en 1948, el movimiento que trajo consigo la caída del rector Zubirán; en 1950, el inicio de la construcción de la Ciudad Universitaria y su entrega a la comunidad en 1954; en 1958, la participación estudiantil en el movimiento magisterial, ferrocarrilero y del transporte, así como la instalación de la primera computadora en América Latina; en 1959, la incorporación de la Casa del Lago; en 1963, la fundación del CUEC; en 1965, la de la primera agrupación gremial universitaria; en 1966, la vejatoria y vergonzante caída del rector Ignacio Chávez; en 1968, el movimiento social y político que transformó al país; en 1971, el Jueves de Corpus; en 1972, la primera huelga no estudiantil; en 1976, la inauguración del Centro Cultural Universitario y, en 1980, la consagración final de la lucha por la autonomía, la reforma que garantiza el derecho a la autonomía de las universidades públicas.
A partir del movimiento de 1968, la relación entre el poder público y la Universidad se transformó. Si antes, las tentaciones del poder por penetrar el valladar de la autonomía se presentaban con mayor o menor intensidad, pero constantemente, a partir de la asunción real de los derechos de la autonomía, el gobierno generó mayores espacios de respeto a las decisiones de los universitarios y fue estableciendo áreas de diálogo en temas específicos que afectaban dicha relación y tenían consecuencias en la sociedad. Al amparo de esta reforma pudieron crecer y prosperar diversas instituciones en los distintos estados de la República y la UNAM pudo generar nuevas reformas legales en materia laboral, de seguridad social y de sus relaciones con la sociedad mexicana y otros países.
La reforma constitucional se convirtió, más que en un aspecto práctico, en un hecho simbólico que fincaría un futuro en el que podría aspirar a hacer valer sus derechos autonómicos en un ambiente de mayor respeto. La Universidad comenzó a desarrollar nuevos aspectos de convivencia y de interacción con la sociedad. Hoy, la autonomía se presenta con nuevas perspectivas y parámetros: los movimientos sociales y universitarios, como el de 1999, nos hacen pensar en que, si la autonomía universitaria comenzó como un movimiento de resistencia contra el poder público, ahora también debe desarrollarse en torno al poder de los partidos políticos, los grupos de presión y los movimientos sindicales. La lucha por la defensa de la autonomía ha consistido en que los distintos actores políticos establezcan relaciones de respeto, en las que la Universidad sea aceptada como un foro libre, amplio y tolerante para el diálogo, pero que no puede ser considerada una arena de luchas políticas o de intereses personales.
La Universidad cumple este año 100 de su última etapa histórica. Un futuro promisorio se abre ante ella pero, sobre todo, un ejercicio constante de su libertad responsable que es, más que nada, de su sobrevivencia.
El largo periodo de la vida universitaria en el entorno de la autonomía conquistada, ha permitido que la UNAM evolucione según dos grandes elementos que conforman su vida e identidad: primero, el desarrollo de la sociedad en general, cuyo devenir político, económico y cultural, impacta a la Universidad en una doble vía de diálogo, tanto por la influencia que recibe como por las ideas que, nacidas en su seno, trascienden a la sociedad, la informan, la transforman y constituyen nuevos cauces de desarrollo; el segundo, el progreso de sus tendencias internas: ideas, proyectos compartidos, valores que se desarrollan y formas de pensar que, en permanente diálogo, forman parte su patrimonio intangible.
Desde 1945 a la reforma constitucional en autonomía, atravesó por momentos de dura transformación, retos y aun luchas que reflejaron esa tensión dialéctica que, hoy todavía, anima su vida cotidiana. Algunos, acaso de los más reconocidos fueron, en 1948, el movimiento que trajo consigo la caída del rector Zubirán; en 1950, el inicio de la construcción de la Ciudad Universitaria y su entrega a la comunidad en 1954; en 1958, la participación estudiantil en el movimiento magisterial, ferrocarrilero y del transporte, así como la instalación de la primera computadora en América Latina; en 1959, la incorporación de la Casa del Lago; en 1963, la fundación del CUEC; en 1965, la de la primera agrupación gremial universitaria; en 1966, la vejatoria y vergonzante caída del rector Ignacio Chávez; en 1968, el movimiento social y político que transformó al país; en 1971, el Jueves de Corpus; en 1972, la primera huelga no estudiantil; en 1976, la inauguración del Centro Cultural Universitario y, en 1980, la consagración final de la lucha por la autonomía, la reforma que garantiza el derecho a la autonomía de las universidades públicas.
A partir del movimiento de 1968, la relación entre el poder público y la Universidad se transformó. Si antes, las tentaciones del poder por penetrar el valladar de la autonomía se presentaban con mayor o menor intensidad, pero constantemente, a partir de la asunción real de los derechos de la autonomía, el gobierno generó mayores espacios de respeto a las decisiones de los universitarios y fue estableciendo áreas de diálogo en temas específicos que afectaban dicha relación y tenían consecuencias en la sociedad. Al amparo de esta reforma pudieron crecer y prosperar diversas instituciones en los distintos estados de la República y la UNAM pudo generar nuevas reformas legales en materia laboral, de seguridad social y de sus relaciones con la sociedad mexicana y otros países.
La reforma constitucional se convirtió, más que en un aspecto práctico, en un hecho simbólico que fincaría un futuro en el que podría aspirar a hacer valer sus derechos autonómicos en un ambiente de mayor respeto. La Universidad comenzó a desarrollar nuevos aspectos de convivencia y de interacción con la sociedad. Hoy, la autonomía se presenta con nuevas perspectivas y parámetros: los movimientos sociales y universitarios, como el de 1999, nos hacen pensar en que, si la autonomía universitaria comenzó como un movimiento de resistencia contra el poder público, ahora también debe desarrollarse en torno al poder de los partidos políticos, los grupos de presión y los movimientos sindicales. La lucha por la defensa de la autonomía ha consistido en que los distintos actores políticos establezcan relaciones de respeto, en las que la Universidad sea aceptada como un foro libre, amplio y tolerante para el diálogo, pero que no puede ser considerada una arena de luchas políticas o de intereses personales.
La Universidad cumple este año 100 de su última etapa histórica. Un futuro promisorio se abre ante ella pero, sobre todo, un ejercicio constante de su libertad responsable que es, más que nada, de su sobrevivencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario