En el siglo IV A.C., Jenofonte en su obra "Anabasis Kyrou" (la retirada de los diez mil) da cuenta del retorno de mercenarios griegos al servicio de Ciro que pretendía destronar a su hermano Artajerjes II de Persia. La obra, magnífica, nos narra el regreso de tropas desde Babilonia hasta el mar Negro cuando el Imperio tenía fronteras hasta la India. Incluíase lo que hoy es Afganistán, enclave sin litoral, situado entre Turkmenistán, Uzbekistán, Tajistán (exrepúblicas de la URSS), China, Pakistán e Irán. Cayó en manos de los selucídas, medos, árabes, mongoles y persas hasta que los británicos se hicieron presentes. Llegó a la independencia en 1919 y a república en 1973. Los rusos le invadieron en 1979 para llegar a las aguas calientes del Indico hasta que fueron expulsados diez años después en un episodio que recuerda a la Anabasis, Vietnam y con lo que hoy está ocurriendo en ese territorio, encrucijada de civilizaciones y tumba de Imperios en el Asia central.Los numerosos grupos de resistencia permitieron el triunfo de moudjadhines (guerreros islámicos) dirigidos por el comandante Massoud a costa de más de un millón de muertos. Más los integristas musulmanes (talibán) apoyados por Pakistán, capturaron Kabul en 1996 y más de dos terceras partes del país, imponiendo la estricta aplicación de la "charia". ¿Pero por qué ambicionaban estos pueblos un territorio al parecer ignoto y distante?. Es el paso entre dos mundos, la apertura de un país dividido y, el opio, -Afganistán es hoy el primer productor de heroína del mundo- que tiene su salida a Oriente y Europa, además, hoy es un corredor energético rodeado de potencias nucleares.Más la oportunidad para Occidente de conquistar Afganistán, la dio S/11 cuando EU y GB señalaron que los talibán eran autores. A la persecución de Bin Laden y sus huestes apoyados por Pakistán, se lanzó una cruzada bajo el abrigo de la resolución 1510 del Consejo de Seguridad de la ONU. Tropas de la OTAN: EU en el este, Francia al derredor de Kabul, Canadá en el sur, Italia en el oeste y Alemania en el norte, se dividieron el territorio con el apoyo del Reino Unido, Países Bajos, Australia, España y los países nórdicos. Se impuso a un presidente Hamid Karzai que pretendía restablecer el orden y capturar a los talibán ante otros actos terroristas en España y el RU. Más Karzai y la Armada Nacional Afgana gobernaron sólo en el suelo de Kabul, mientras la Loya Liga, asamblea tribal que respeta la diversidad étnica, cubría el territorio ocupado.Occidente consideraba que apoyando a Karzai se sostendría el presidente impuesto por EU, al dotar al país de importantes fondos. Más prosiguió la anarquía, la violencia y la insurrección autóctona que reclamaba un Gobierno legítimo y no un modelo impuesto por el Banco Mundial. Cuando EU y RU se empantanaron en Iraq, tuvieron que continuar su intervención en Afganistán. La OTAN en la operación terrestre más vasta fuera de Europa, intensificó la lucha contra los señores de la guerra.Con la presencia de más de 50 mil soldados extranjeros luchando contra 25 mil insurgentes, se celebraron las elecciones entre Karzai y su exministro Abdullah Abdullah, el mes pasado. El jefe de las fuerzas de la OTAN, general S. McCrystal advirtió que no sabía si podría asegurar la victoria, alertando así a Obama quien había enviado a un experimentado diplomático, Holbrooke, a encontrar una solución pacífica. Más Karzai propuso entrevistarse con los talibán y EU se opuso. El momento se tornó más crítico cuando Karzai utilizó el fraude electoral -denunciado por la ONU- para lograr una victoria y luego, cuando la OTAN bombardeó Kunduz, causando más de 100 muertes civiles. RFA y GB y Francia exigieron una investigación y sugirieron una conferencia a fines del año.Hoy, que RU tiene nueve mil soldados, Alemania cuatro mil 200, Francia tres mil 160 y EU 30 mil, con la más alta tecnología militar, sucede lo que describe Jenofonte, se prepara una inminente retirada. La derrota como en 1989 parece repetirse. Este sería un gran golpe al nuevo estilo de la diplomacia en Washington, que aún se propone enviar más tropas y dejará otra gran lección para Occidente: tarde o temprano, todos los pueblos, aún con las armas, ejercen su derecho a la autodeterminación.
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