No existe nada más corrosivo para la convivencia social que el decrecimiento económico, el incremento masivo del trabajo informal y el desempleo, la expansión de la pobreza, el ensanchamiento de la desigualdad, la inexistencia de redes de protección social. Y todo ello, por desgracia, está ocurriendo ante nuestros ojos. No se trata de unos puntos más en la agenda, sino de los temas que acabarán o no forjando las condiciones para una coexistencia medianamente armónica.Por ello es de celebrarse que un grupo de especialistas se hayan reunido a discutir durante varios meses para diseñar un diagnóstico y una propuesta alternativa de política económica. Bajo el amparo de la UNAM, 17 conocedores de la materia han presentado un documento titulado "México frente a la crisis: hacia un nuevo curso de desarrollo". Son autores de la iniciativa: Eugenio Anguiano, Cuauhtémoc Cárdenas, Rolando Cordera, Saúl Escobar, Gerardo Esquivel, Carlos Heredia, David Ibarra, Leonardo Lomelí, Prudencio López, Mauricio de Maria y Campos, Ciro Murayama, Jorge Eduardo Navarrete, Norma Samaniego, Jesús Silva Herzog Flores, Francisco Suárez Dávila, Carlos Tello Macías y Enrique del Val.No omiten un diagnóstico sobre la forma en que la crisis internacional impactó a la contrahecha economía nacional, pero el acento lo ponen en el análisis de nuestros déficits y en las políticas que podrían ser impulsadas desde dentro. Y ello por algo elemental y fundamental: se trata de pensar en la responsabilidad propia y en las variables que se pueden controlar incluso para hacer frente a las vicisitudes que llegan "desde fuera". Porque a pesar de la interdependencia creciente entre las economías, los Estados nacionales siguen contando con "grados de libertad" que es posible explotar. Máxime ahora, cuando "comienza el fin de la época de la desregulación y de la extrema libertad de los mercados; crece la convicción de que el crecimiento no tiene por qué ir acompañado de desigualdad o desempleo y que un Estado activista, con mayor autonomía, es condición ineludible a la estabilidad de las economías y al bienestar de las poblaciones".Nuestra economía tiene una "fragilidad estructural" que es consecuencia de la débil infraestructura, de la contracción de la demanda interna, de la caída de la inversión pública que no ha podido ser suplida o compensada por la inversión privada, de "la incapacidad del sistema financiero para canalizar crédito a las actividades productivas". Y si a ello le sumamos la famélica captación fiscal que condiciona al gasto público, y las crisis del sector rural y del manufacturero, tenemos un cuadro general que ayuda a explicar por qué los saldos sociales de la crisis y la política económica son tan devastadores.Por ello, los autores del documento proponen una batería de iniciativas que intentando modelar el futuro del país más allá de la crisis, abran paso a "un nuevo modelo de desarrollo", "que se despliegue en un crecimiento económico alto y sustentable, así como en una progresiva redistribución social y regional del ingreso y de los frutos de ese crecimiento". Para ello es necesario, apuntan, un "nuevo acuerdo colectivo" de cara al cual podría jugar un papel relevante un Consejo Económico y Social, que si mal no entiendo intentaría sumar al circuito del debate legislativo, otro en el que participaran los principales actores de la economía del país.Repasan uno a uno los campos en los que se despliega la política económica y proponen cambios de fondo: una reforma fiscal progresiva y redistributiva como catapulta de un "nuevo pacto social"; un gasto público austero, pero incrementado en campos estratégicos: infraestructura y programas sociales de alto impacto, ejercido de manera transparente y fiscalizado por el Congreso; una política monetaria no comprometida en forma exclusiva con el control de la inflación sino también impulsora del crecimiento y el empleo; y un sistema financiero generador de proyectos de desarrollo. Además, sugieren una serie de políticas sectoriales (infraestructura, industria manufacturera, agricultura) con el fin de fortalecer esos ramos y generar empleo e integración social.Se trataría de empezar a construir un piso para la edificación de un auténtico Estado de bienestar, cuyos pilares "deben ser el acceso a la educación y a la salud, un sistema de pensiones con cobertura universal, así como un seguro de desempleo". Se buscaría anudar la política económica y la social en un horizonte que permitiera a los ciudadanos apropiarse y ejercer sus derechos, al tiempo que la economía crece generando empleo y atemperando las desigualdades.No parece ser un planteamiento utópico. Sino una ruta que al trazar el horizonte deseable diseña una serie de medidas capaces de construirlo de manera paulatina pero sostenida. Por supuesto hay otros análisis y propuestas, pero lo que resulta ineludible es el debate que, por acción u omisión, acabará modelando el futuro del país.
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