viernes, 6 de marzo de 2009

EL TLCAN EN LOS TIEMPOS DE CRISIS

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

En 1962, Luis Buñuel realizó y estrenó la segunda de las películas que filmó en México, protagonizada por Silvia Pinal. El ángel exterminador, ganador en Cannes y justiciero burlador de la alta burguesía mexicana, fue una película que no causó sensación aquí, pero en el cine de arte se volvió ícono de una época, referente obligado de Buñuel y con un lugar propio en la historia mundial de la cinematografía.
Es cierto que alguna vez le preguntaron a Woody Allen qué mensaje quería enviar con una de sus películas y dijo, con su habitual ironía, que para eso prefería mandar un telegrama. Buñuel no quería ejemplificar ni aleccionar, aunque los análisis de la simbología de esa cinta sean muchos y vayan desde el marxismo hasta el sicoanálisis. En realidad, como él lo aclaró muchas veces, el surrealismo no admite analogías ni interpretaciones, sólo narra tal como se ve. Pero la anécdota de la película ha quedado: un grupo de adinerados y finos comensales se reúnen a cenar después de la ópera; de pronto, sin causa alguna visible, la servidumbre decide irse de la casa y deja solo al mayordomo quien deberá atenderlos; pero ellos mismos quedan atrapados en la casa sin saber qué les impide salir, van muriendo ahí y los sobrevivientes van cayendo en la más abyecta degradación para obtener algo que comer o beber. Al final, sin darse cuenta, se quedan en la misma posición en que comenzó el paso del ángel exterminador. Entonces logran salir. No saben cómo, pero su desgracia ha venido de su incapacidad para tomar decisiones y ejecutarlas, las más sencillas, como salir de casa. Las recriminaciones aumentan constantemente y de pronto todos acusan a sus amigos sin saber precisamente qué es lo que sucede.
En medio de esta crisis económica cuyos efectos se van sintiendo cada día con más rigor, los ciudadanos nos quedamos un poco como los burgueses de la película. Sin saber cómo ni cuándo y sin mucha idea de cómo podamos salir. De pronto, si alguno encuentra un culpable, se ceban sobre él todos los malos augurios y el turno ha tocado, de vez en cuando, al TLCAN.
Lo cierto es que, en estas complicadas situaciones, las causas son muchas, los culpables innúmeros y la paganos todos.
Renegociar el TLCAN es mucho más complicado de lo que parece, tanto como salir de la sala en ese filme: primero, deberán coincidir las agendas políticas y económicas de los gobiernos de los tres miembros y si, para Canadá y México, las presiones sobre renegociar datan de varios años, para Estados Unidos esas mismas presiones se sienten con mayor rigor hoy y, sin embargo, ninguno de los tres estados parece estar en sincronía con sus prioridades y sus necesidades. Nuestro país debe primero solventar unas elecciones legislativas que no se avizoran fáciles; dar un cauce de mayor certeza a la batalla contra el crimen organizado y concluir algunas reformas de fondo en economía y en política y, en la agenda del nuevo presidente de Estados Unidos, tienen prioridad temas como la crisis financiera, la retirada de Irak y de Afganistán e incluso su consolidación al frente de la Casa Blanca. La renegociación de un tratado de las dimensiones del TLCAN requiere esa delicada composición de tiempos e intereses, algo así como una conjunción que puede provocarse, pero no ocurre con frecuencia.
Pero es tiempo de preparar argumentos en los que la razón y el consenso se vuelvan propuestas lógicas a nuestros socios. Renegociar un tratado así no es una carta de buenos deseos, es un toma y daca en el que se obtienen algunas ventajas y se cede en otras y si, como parece ser verdad, los equilibrios válidos hace años ya no lo son, podemos introducir transformaciones que nos convengan a todos los miembros.
Podemos decir que, con un alto grado de certeza, el TLCAN deberá ser renegociado en algunos aspectos en el mediano plazo. Lo han dicho los principales actores y es natural que actúen así. Entonces, será el foro y el momento para hablar de los temas que hemos tratado de solucionar tangencialmente: agropecuarios, transporte y comunicaciones y de carácter migratorio.
Es falso que el TLCAN sea la causa de todos nuestros males económicos, son muchas las empresas que han logrado beneficios, actividades que nos han permitido abandonar la hegemonía del petróleo como máximo producto de exportación. Pero tampoco es cierto que el acuerdo sea un texto revelado que deba permanecer así hasta el fin de los tiempos, sin embargo, para revisarlo hay que proceder con prudencia e inteligencia.
Es importante no dejar paso a la abulia y la perplejidad del ángel exterminador, hay que salirle al paso con decisión, pero más con la astucia de la oportunidad y la inteligencia del conocimiento. Después de todo, dicen que cuando Buñuel le pidió a Bergamín usar el título que éste había deseado para una obra de teatro, le dijo a Buñuel que lo hiciera libremente, pues su versión original era muy antigua y estaba en Apocalipsis.

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