Todo indica que el próximo julio, además de celebrar –quien lo quiera celebrar– la independencia de Estados Unidos, se producirá un cambio notable en los niveles de representación en la Cámara de Diputados. No me parece que sea consecuencia de que el PRI haya cambiado su rumbo y que ahora merece, lo que no había pasado en el pasado muy pasado, el tener una mayoría y que no es difícil que esa mayoría sea absoluta. En mi concepto el motivo es que el PAN no ha sabido aprovechar el poder y se está desmoronando ayudado por la hegemonía evidente de los narcotraficantes, sin que ninguna reforma que hubiere provocado, si es que hay alguna, pudiere ser un factor a su favor.
Los posibles candidatos del PRI no inspiran mayores simpatías. No porque no las tengan en lo personal: en realidad no los conozco ni de vista, sino porque da la impresión de que juegan el mismo juego de toda la vida y la experiencia ha sido muy negativa con ese juego. Pondría en lugar aparte nada menos que a la presidenta del partido, que es una mujer inteligente, con evidente personalidad y que ha tenido experiencia política de sobra.
Eso significa que el resultado previsible no será el triunfo de un PRI renovado sino el fracaso de un PAN sin esperanzas. Paso revista a sus más destacados representantes y no encuentro de qué manera podrán competir con la experiencia del PRI, de esa de la que no hay que fiarse.
A la izquierda la veo a la deriva. El prolongado conflicto en el PRD por la presidencia ha provocado divisiones y desconfianza. Hoy leo que en Zacatecas cuatro diputados han renunciado al PRD. Me enfada la situación porque hace difícil aportar un voto que finalmente sirva sólo a medias. La respuesta, que me molesta sobremanera, es la abstención, una cierta forma de desprenderse de la complicidad de un resultado que no satisface. Una abstención que no asumiría la forma tradicional de no asistir a las elecciones sino de hacerlo, pero cancelando la boleta de manera que no pueda ser utilizada por cualquier partido.
No deja de ser la abstención una forma de votar. Me temo que en julio esa corriente podrá llegar a ser dominante. Mi esperanza es que de aquí a la fecha de las elecciones se produzcan reacciones adecuadas en los partidos de izquierda y busquen un pacto de unidad que, como están las cosas, podría generar una mayoría interesante.
Todo parece indicar, sin embargo, que el PAN quedará en muy mala posición, lo que aprovechará el PRI para lograr un resultado positivo, que no se deberá a cambio alguno interno sino a la autoderrota de su principal adversario, hoy en el poder.
Por el rumbo de las organizaciones sindicales democráticas se podrán perseguir buenos resultados. El ejemplo del sindicato minero en su lucha a fondo contra Minera México, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y otras autoridades del gobierno puede servir de ejemplo.
Los posibles candidatos del PRI no inspiran mayores simpatías. No porque no las tengan en lo personal: en realidad no los conozco ni de vista, sino porque da la impresión de que juegan el mismo juego de toda la vida y la experiencia ha sido muy negativa con ese juego. Pondría en lugar aparte nada menos que a la presidenta del partido, que es una mujer inteligente, con evidente personalidad y que ha tenido experiencia política de sobra.
Eso significa que el resultado previsible no será el triunfo de un PRI renovado sino el fracaso de un PAN sin esperanzas. Paso revista a sus más destacados representantes y no encuentro de qué manera podrán competir con la experiencia del PRI, de esa de la que no hay que fiarse.
A la izquierda la veo a la deriva. El prolongado conflicto en el PRD por la presidencia ha provocado divisiones y desconfianza. Hoy leo que en Zacatecas cuatro diputados han renunciado al PRD. Me enfada la situación porque hace difícil aportar un voto que finalmente sirva sólo a medias. La respuesta, que me molesta sobremanera, es la abstención, una cierta forma de desprenderse de la complicidad de un resultado que no satisface. Una abstención que no asumiría la forma tradicional de no asistir a las elecciones sino de hacerlo, pero cancelando la boleta de manera que no pueda ser utilizada por cualquier partido.
No deja de ser la abstención una forma de votar. Me temo que en julio esa corriente podrá llegar a ser dominante. Mi esperanza es que de aquí a la fecha de las elecciones se produzcan reacciones adecuadas en los partidos de izquierda y busquen un pacto de unidad que, como están las cosas, podría generar una mayoría interesante.
Todo parece indicar, sin embargo, que el PAN quedará en muy mala posición, lo que aprovechará el PRI para lograr un resultado positivo, que no se deberá a cambio alguno interno sino a la autoderrota de su principal adversario, hoy en el poder.
Por el rumbo de las organizaciones sindicales democráticas se podrán perseguir buenos resultados. El ejemplo del sindicato minero en su lucha a fondo contra Minera México, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y otras autoridades del gobierno puede servir de ejemplo.
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