martes, 10 de marzo de 2009

CRIMEN Y MEDIOS

MARÍA AMPARO CASAR

En junio pasado se suscitó una polémica porque el Presidente hizo un llamado "para que no se convierta la estrategia de los criminales, que buscan sembrar terror, en una estrategia compartida por los propios medios de comunicación". Simultáneamente hizo un llamado a los medios para colaborar en la lucha contra el crimen organizado. Muchos interpretaron la declaración como contraria a la libertad de prensa.La semana pasada ocurrió algo similar. Hubo fuertes reacciones en contra de las declaraciones que el Procurador Medina Mora hiciera en el Foro "La Responsabilidad de los Medios ante la Lucha contra la Delincuencia Organizada".Ahí dijo, básicamente, tres cosas: "que es importante crear conciencia que la acción mediática del crimen organizado aumenta la fuerza de un enemigo que también es enemigo de los profesionales de los medios"; que "los criminales organizados usan técnicas de comunicación para acrecentar el efecto de sus actos de intimidación" y; que "las organizaciones criminales han entendido que la publicidad de acciones cruentas contribuye a amedrentar a otras bandas y a la población y, por tanto, suponen que a inhibir también la acción de la autoridad en su contra".No hay nada criticable en sus palabras. No puede imputárseles la intención de coartar la libertad de expresión, ni siquiera la pretensión de "tirar línea". Más aún, concluyó diciendo que "los valores éticos y profesionales del periodismo no pueden ni deben ser impuestos por la autoridad, deben sustentarse en la responsabilidad libremente asumida por los periodistas y los medios en los que laboran."El Presidente ha llamado a diversos actores a participar en la lucha contra el crimen organizado. En el caso de los partidos, de los poderes judicial y legislativo, de los gobernadores y alcaldes, el llamado a colaborar ha sido llenado de contenido. Se les pidió sentarse a la mesa y adquirir compromisos concretos como parte de una estrategia integral liderada por el Ejecutivo.A los medios también se les ha pedido colaboración. El llamado, como debe ser, no ha pasado de ser un llamado difuso, vacío de contenido. Un llamado a la reflexión.El llamado es atendible porque la información y la propaganda pueden servir -queriéndolo o no- diversos propósitos. Pueden desmoralizar o exaltar, atemorizar o animar, debilitar o fortalecer, amedrentar o respaldar, magnificar o disminuir, descalificar o legitimar. Todas estas cosas son fundamentales en una guerra.Atender al llamado del Presidente no significa dejar de informar sino preguntarse cómo informar partiendo de la premisa de que los medios están interesados en terminar con el crimen organizado pero también de que tienen en su mano la pluma, el micrófono y la cámara y que todas ellas son armas poderosas que pueden jugar para un lado o para el otro.No se trata de alinearse con la política del Presidente. Ésta debe seguir siendo criticada, complementada y, cuando quepa, aplaudida. Las acciones de la policía y de los militares deben seguir siendo escrutadas. Las de los ministerios públicos vigiladas. Las violaciones a los derechos humanos denunciadas. El contubernio de las autoridades con el crimen exhibido. Si no lo hacen los medios estarían incurriendo en responsabilidad.Pero sí se trata de alinearse con el interés general de derrotar a un enemigo común, identificable, condenable. Sí se trata de reflexionar sobre qué hacer ante una situación inédita. Lo hicieron los medios en Italia o en Colombia. No estamos lejos de situaciones similares a las que vivieron o viven estos países.Ahí se reunieron los principales medios y reflexionaron sobre si había que poner más énfasis en las raíces del conflicto o en el conflicto mismo, en la conveniencia de publicar o no en primera plana las imágenes de los muertos, en si había que presentar o desalentar las imágenes que los criminales querían difundir, en si había que centrarse en la acción delictiva o en la preventiva. Se preguntaron también si debían actuar de manera concertada o cada medio por su lado.Sólo a ellos corresponde decidir cómo y qué informar, con qué intensidad, en qué espacio, con qué extensión, con qué imágenes. Sólo a ellos corresponde reflexionar sobre las consecuencias de cada pieza de información, de cada fotografía, de cada crítica, de cada verdad revelada, de cada hipótesis propuesta. Pero deben hacerlo.En esta tarea el gobierno puede ayudar y no parece estarlo haciendo. No se entiende que el gobierno todavía no haya nombrado un vocero autorizado en esta materia. No se entiende que no esté consciente que los vacíos de información se llenan siempre. En el mejor de los casos con información alterna, en el peor, con especulaciones. Si las autoridades no informan sobre las bajas, los periodistas no tienen más remedio que calcularlas; si no revelan de qué tamaño es el reto, los periodistas tendrán que dilucidarlo; si no explican su estrategia, los periodistas tendrán que reconstruirla; si no hay hipótesis fundadas se desata la especulación.Lo cierto es que hasta el momento no ha habido una política de comunicación que merezca ese adjetivo. Hemos visto discursos y spots. Poco más.

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