viernes, 6 de marzo de 2009

EL REGRESO DEL PRI

DENISE MAERKER

No pudimos sin el PRI. Lo dicen todas las encuestas, el PRI regresa. Doce años después de que perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y apenas a nueve de la histórica derrota en las presidenciales de 2000. Y no hay que engañarnos, el regreso del PRI no se puede entender sólo como parte de la normal alternancia en el poder en una democracia sana; es un tropiezo de nuestra joven democracia. Consecuencia directa no de la evolución y capacidad de adaptación del viejo partido a la nueva realidad de la competencia intrapartidista, sino de la exacerbada polarización a la que nos condujeron, en tan poco tiempo, el PRD y el PAN.
Porque el PRI que regresa no es nuevo ni pretende serlo. Este PRI ofrece lo que siempre ha ofrecido: certidumbre, paz, unidad. Es el partido en el que caben los obreros y los empresarios, la derecha y la izquierda, el norte y el sur.
Es el partido que defiende con inquebrantable espíritu de cuerpo al gobernador de Puebla y a quien se necesite. Es un partido que ofrece digerir en su interior las diferencias para evitar que estallen públicamente, ¡que nos dejemos de divisiones, que olvidemos la confrontación pública de las diferencias y que les dejemos a ellos, en los pasillos de palacio, la ardua labor de conciliar, sumar y cooptar! Regresa, si es que se fue, la preferencia por los consensos tibios en lugar de las mayorías decididas.
El PRI regresa porque una vez más, como en el siglo XIX, como durante los primeros 30 años del siglo XX, no supimos vivir de forma abierta nuestras diferencias sin desgarrarnos en el camino y poner en riesgo la unidad de la nación. Es el PRI o la guerra civil. Así lo plantean ellos y la verdad es que encuentran en la realidad muchos asideros. ¡Desde luego, nunca nos dejarán olvidar que fue gracias a ellos que Felipe Calderón pudo tomar posesión!
Y es que en 12 años el PAN y el PRD estiraron la liga al máximo. Vicente Fox olvidó la democracia cuando hizo todo para impedir que López Obrador ganara. La olvidó el PAN con su campaña del “peligro para México” y Calderón con su famoso “haiga como haiga sido”. La olvidó Andrés Manuel cuando apostó a crecer como figura pública alimentando su imagen en las conferencias matutinas gracias a la confrontación y la descalificación permanentes. Ahí construyó un ellos y un nosotros social y racialmente definido. ¡Cómo olvidar su desprecio ante las clases medias (los pirruris )que se manifestaban legítimamente preocupados por la inseguridad!
Tan no pudimos, que las formas priístas regresaron antes que ellos. Felipe Calderón empezó la restauración. Basta ver las ceremonias y rituales de su gobierno para ver que ni siquiera se logró inventar una forma alternativa de representar al poder.
¿Es imposible que se dé una democracia plena en una sociedad tan desigual? ¿No podemos aspirar a una clase política responsable que se enfrente y se confronte sin apostar al precipicio? Por lo pronto, el regreso del PRI es una bofetada contra la inmadurez, como bien dice Beatriz Paredes.

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