viernes, 6 de marzo de 2009

LA CRISIS ¿QUE VIENE DE AFUERA?

CIRO MURAYAMA

La contundencia de la recesión económica por fin movió al gobierno hacia cierto realismo, aunque el Ejecutivo afirma que los problemas que enfrenta el país se deben sólo a una crisis “que viene de afuera”. Sin dejar de reconocer que el tsunami financiero es global y que la caída de la actividad económica golpea a todos los países, es preciso analizar qué fortalezas y debilidades tiene México, en función de las decisiones económicas adoptadas en su interior y por sus gobiernos para enfrentar la adversidad, pues aunque la crisis es general las estimaciones de caída del producto son más sombrías para nuestra nación que para otras.Para hacer una revisión de las condiciones en que se encuentra la economía de cara a la crisis aprovecho el amplio análisis de Carlos Tello en el libro Estado y desarrollo económico: México 1920-2006 (UNAM) que, por fortuna y contra lo que es usual en obras publicadas por editoriales universitarias, en un año y medio se agotó y ahora circula en su segunda edición. Veamos cinco asuntos clave de la economía: 1) el sector externo; 2) la industria; 3) el sistema financiero; 4) la situación de la Hacienda pública y, 5) la inversión. 1. El sector externo. México pasó “de ser una de las economías más cerradas a una de las más abiertas del mundo” (p. 684). Si bien Tello reconoce que “no conviene (ni se puede) pretender volver al pasado proteccionista de la economía nacional” (p. 688), precisa que con el TLC “más del 90% de la exportación total mexicana” (p. 690) va a América del Norte y, ahora, “la economía mexicana depende más de las importaciones que antes: una tercera parte de todo lo que se ofrece al consumidor en México proviene del exterior” (pp. 692-693). Así, ante un clima adverso, México abrió puertas y ventanas, lo que hace que la recesión externa pegue directamente a nuestra producción y que la devaluación del peso castigue más al consumo. La apertura, hecha con el afán de hacernos competitivos, afectó a la producción interna y nos hizo más vulnerables a los vaivenes externos. 2. La industria. A diferencia de los países asiáticos que fomentaron las actividades industriales como estrategia para insertarse a la economía internacional, en México tal inserción se pretendió abandonando el fomento. En palabras de Tello: “Se descartó por completo una política industrial estratégica... La incipiente industria productora de bienes de capital se frenó y muchas de las cadenas productivas se interrumpieron, como lo muestra el elevado contenido importado de los bienes que el país exporta” (p. 694). Ello repercute sobre la ocupación: “el índice de empleo manufacturero ha disminuido en alrededor de 15%” –se refiere a los primeros seis años de esta década– “y el empleo en la maquila ha caído en 130 mil puestos en cinco años y medio” (p. 732). Además, “las actividades productivas continuaron perdiendo terreno dentro del total del valor de la producción” a tal grado que si en el año 2000 las manufacturas contribuían con el 22 por ciento del PIB, para 2006 lo hacían sólo con el 20% (p. 733).3. El sector financiero. La reforma financiera (desregulación, reprivatización) se hizo con el propósito de acrecentar el ahorro nacional y destinarlo a las actividades productivas más dinámicas (pp. 658-659). Pero “México es el país con mayor participación de capital extranjero en la banca entre los países miembros de la OCDE”; “un número relativamente pequeño de bancos maneja un porcentaje considerable de recursos”; “los indicadores de intermediación financiera han caído”; “no se ha construido un sólido, auténtico mercado de capitales en el país”; “la banca de desarrollo (...) fue reduciendo su actividad y, en algunos casos, desapareció”; se dan prácticas “poco ortodoxas y, en algunos casos, francamente ilegales y nocivas para la economía nacional” (los autopréstamos); “elevadas y desproporcionadas comisiones por diferentes servicios”, lo que lleva a concluir que el sistema financiero “no ha promovido la productividad y la competitividad de la economía nacional, ni ha estimulado su crecimiento” (pp. 668-672).4. La recaudación. México ha tenido históricamente una recaudación fiscal muy baja: “10.6% en 1981, 11.4% en 1988, 11.3% en 1994 y 11.2% en 2000” (p. 677) y el “sistema tributario del país es una verdadera coladera por la que se fugan cuantiosos recursos” (p. 774). La capacidad de intervención de los Estados en las economías dependen de su capacidad para allegarse recursos. Otro flanco débil no atribuible a la crisis global.5. La inversión. Sin inversión no hay crecimiento de la actividad, del empleo y de los ingresos para el consumo, es decir, no hay expansión económica. En las últimas décadas “la caída de la inversión pública no se vio compensada por un aumento en la privada y los huecos y vacíos que dejó el gasto público no los colmó el privado. La inversión bruta fija, en términos reales, cayó de más de 23% del PIB en 1981 a 14% en 1987, para después lentamente subir para alcanzar 20% en 2000” (p. 678). Como se aprecia, hay elementos propios que explican la fragilidad de la economía mexicana ante la crisis global. Por ello no basta con esperar a que otros resuelvan la crisis y con ello nuestros problemas, que son intransferibles.

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