Las valientes y certeras palabras de Luis Donaldo deben ser analizadas no sólo con la perspectiva de 15 años de su asesinato, sino a la luz de los festejos del Bicentenario del estallido de la Independencia y del inicio del Movimiento Armado de 1910.
El México que veía Luis Donaldo Colosio quedó consignado en su discurso pronunciado en el Monumento a la Revolución el 6 de marzo de 1994. En aquella ocasión el ex candidato presidencial, quien sería brutalmente asesinado 17 días después, expresó: “Yo veo un México de comunidades indígenas que no pueden esperar más a las exigencias de la justicia, de dignidad y de progreso… Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen… Un México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan… Un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo y que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación ni de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción… Un México de mujeres que aún no cuentan con las oportunidades que les pertenecen… Un México de empresarios de la pequeña y mediana empresa desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las autoridades… Un México de profesionistas que no encuentran empleos... Un México de maestras y maestros, de universitarios, de investigadores que piden reconocimiento a su vida profesional, elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos… Yo veo un México con hambre y con sed de justicia… Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla… Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan… Un México convencido de que esta es la hora de la respuesta, un México que exige soluciones…
“¡Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad!”
Las valientes y certeras palabras de Luis Donaldo, sin embargo, deben ser analizadas no sólo con la perspectiva de 15 años de su asesinato, sino a la luz de los festejos del Bicentenario del estallido de la Independencia y del inicio del Movimiento Armado de 1910. ¿Los mexicanos tenemos algo que festejar en dicho sentido o tal vez deberíamos ser mucho más modestos y utilizar el término conmemorar, tal vez el vocablo apropiado? ¿Qué vamos a festejar..?
Ya en septiembre de 1821, hace casi 200 años, exigían justicia, dignidad y progreso, miles de comunidades indígenas. Los campesinos carecían de respuestas que sin duda se merecían. Existían trabajadores que no encontraban los empleos y los salarios que demandaban. Era evidente la existencia de un México de mujeres que no contaban con las oportunidades que merecían. Desde hace dos siglos ya estaba ahí, a la vista de quien quisiera verlo, un México con hambre y con sed de justicia, así como un México de gente agraviada por las distorsiones que imponían a la ley quienes deberían servirla. ¡Horror! ¿Qué hemos hecho con nuestro país..? ¡Claro que las mujeres y los hombres ya desde hace dos centurias se mostraron afligidos por el abuso y por la arrogancia de las autoridades! ¡Claro que los ciudadanos vivían angustiados por la falta de seguridad, frustrados por los servicios públicos y desesperados por los incumplimientos de los gobiernos!
La comparación viene al caso después de tratar de demostrar la escasa capacidad de transformación de nuestro país, con lo cual se distingue como una sociedad mayoritariamente conservadora y reaccionaria. Resulta prácticamente imposible cambiar la legislación laboral, la fiscal, la petrolera, la eléctrica, la educativa, así como ejecutar a fondo una auténtica reforma del Estado. Sin embargo, para los mexicanos, sociedad y gobierno, no existen las culpas absolutas, permanecemos inmóviles. Todo tiempo pasado fue mejor. Nos convertimos en el país de lo irreversible e irreversiblemente nos estamos hundiendo, día con día, de tal manera que México, un país vivo y juvenil, está dejando de ser un país viable.
¿Por qué razón un país que requiere de manera perentoria la práctica de cambios revolucionarios no los ejecuta? ¿Por qué la escasa o nula capacidad de transformación, más aún ante una problemática tan severa?
Luis Donaldo Colosio advertía la presencia de un México empantanado que contaba con enormes recursos para ser rescatado. Las herramientas para lograrlo están ahí, de la misma manera en que se identifica la imposibilidad de utilizarlas en beneficio de todos nosotros.
Siempre existirá un pretexto para evitar la transformación. Han existido afortunados intentos para lograrlo. Sólo que hoy en día, requerimos mecanismos ágiles, de audacia, de temperamento emprendedor, de coraje, de visión de futuro, de romper con patrones conservadores, de superar la postración retardataria, de modificar velozmente la realidad imperante, de alterar las condiciones reinantes, de luchar ferozmente en contra de la adversidad, de sumar esfuerzos, de tomarnos de la mano, de dar un rudo golpe de timón en el puente de mando para dirigirnos hacia otros horizontes. ¿Por qué no alteramos la ruta de colisión?
fmartinmoreno@yahoo.com
Nos convertimos en el país de lo irreversible e irreversiblemente nos estamos hundiendo, día con día, de tal manera que México, un país vivo y juvenil, está dejando de ser un país viable.
El México que veía Luis Donaldo Colosio quedó consignado en su discurso pronunciado en el Monumento a la Revolución el 6 de marzo de 1994. En aquella ocasión el ex candidato presidencial, quien sería brutalmente asesinado 17 días después, expresó: “Yo veo un México de comunidades indígenas que no pueden esperar más a las exigencias de la justicia, de dignidad y de progreso… Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen… Un México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan… Un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo y que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación ni de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción… Un México de mujeres que aún no cuentan con las oportunidades que les pertenecen… Un México de empresarios de la pequeña y mediana empresa desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las autoridades… Un México de profesionistas que no encuentran empleos... Un México de maestras y maestros, de universitarios, de investigadores que piden reconocimiento a su vida profesional, elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos… Yo veo un México con hambre y con sed de justicia… Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla… Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan… Un México convencido de que esta es la hora de la respuesta, un México que exige soluciones…
“¡Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad!”
Las valientes y certeras palabras de Luis Donaldo, sin embargo, deben ser analizadas no sólo con la perspectiva de 15 años de su asesinato, sino a la luz de los festejos del Bicentenario del estallido de la Independencia y del inicio del Movimiento Armado de 1910. ¿Los mexicanos tenemos algo que festejar en dicho sentido o tal vez deberíamos ser mucho más modestos y utilizar el término conmemorar, tal vez el vocablo apropiado? ¿Qué vamos a festejar..?
Ya en septiembre de 1821, hace casi 200 años, exigían justicia, dignidad y progreso, miles de comunidades indígenas. Los campesinos carecían de respuestas que sin duda se merecían. Existían trabajadores que no encontraban los empleos y los salarios que demandaban. Era evidente la existencia de un México de mujeres que no contaban con las oportunidades que merecían. Desde hace dos siglos ya estaba ahí, a la vista de quien quisiera verlo, un México con hambre y con sed de justicia, así como un México de gente agraviada por las distorsiones que imponían a la ley quienes deberían servirla. ¡Horror! ¿Qué hemos hecho con nuestro país..? ¡Claro que las mujeres y los hombres ya desde hace dos centurias se mostraron afligidos por el abuso y por la arrogancia de las autoridades! ¡Claro que los ciudadanos vivían angustiados por la falta de seguridad, frustrados por los servicios públicos y desesperados por los incumplimientos de los gobiernos!
La comparación viene al caso después de tratar de demostrar la escasa capacidad de transformación de nuestro país, con lo cual se distingue como una sociedad mayoritariamente conservadora y reaccionaria. Resulta prácticamente imposible cambiar la legislación laboral, la fiscal, la petrolera, la eléctrica, la educativa, así como ejecutar a fondo una auténtica reforma del Estado. Sin embargo, para los mexicanos, sociedad y gobierno, no existen las culpas absolutas, permanecemos inmóviles. Todo tiempo pasado fue mejor. Nos convertimos en el país de lo irreversible e irreversiblemente nos estamos hundiendo, día con día, de tal manera que México, un país vivo y juvenil, está dejando de ser un país viable.
¿Por qué razón un país que requiere de manera perentoria la práctica de cambios revolucionarios no los ejecuta? ¿Por qué la escasa o nula capacidad de transformación, más aún ante una problemática tan severa?
Luis Donaldo Colosio advertía la presencia de un México empantanado que contaba con enormes recursos para ser rescatado. Las herramientas para lograrlo están ahí, de la misma manera en que se identifica la imposibilidad de utilizarlas en beneficio de todos nosotros.
Siempre existirá un pretexto para evitar la transformación. Han existido afortunados intentos para lograrlo. Sólo que hoy en día, requerimos mecanismos ágiles, de audacia, de temperamento emprendedor, de coraje, de visión de futuro, de romper con patrones conservadores, de superar la postración retardataria, de modificar velozmente la realidad imperante, de alterar las condiciones reinantes, de luchar ferozmente en contra de la adversidad, de sumar esfuerzos, de tomarnos de la mano, de dar un rudo golpe de timón en el puente de mando para dirigirnos hacia otros horizontes. ¿Por qué no alteramos la ruta de colisión?
fmartinmoreno@yahoo.com
Nos convertimos en el país de lo irreversible e irreversiblemente nos estamos hundiendo, día con día, de tal manera que México, un país vivo y juvenil, está dejando de ser un país viable.
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