martes, 17 de marzo de 2009

CENTENARIO Y BICENTENARIO ¿RETRASO O INDIFERENCIA?

CARLOS FUENTES

A finales de 2004, conversé en Santiago con el Presidente de Chile, Ricardo Lagos. Estadista de amplia cultura y gran perspectiva, Lagos me puso al tanto de los preparativos para la celebración del Bicentenario de la Independencia de Chile en 2010. Resumo abajo lo escrito entonces. El Bicentenario, dijo el Presidente chileno, "es una tarea nacional, que incumbe al Estado, al sector privado y a las múltiples comunidades en las que se desarrolla nuestra vida. Esta tarea sólo podrás realizarse con la participación activa de la ciudadanía: de trabajadores y empresarios, profesionales y técnicos, civiles y militares, intelectuales y artistas, profesores y estudiantes, conservadores e innovadores, creyentes y agnósticos, habitantes de las ciudades y del campo, de todas nuestras etnias y religiones, incluyendo la región internacional de Chile". El Gobierno de Lagos creó una organización dual, presidida por el Presidente de la República. El Directorio Ejecutivo de Obras del Bicentenario ha aprovechado la efeméride para asociarla a un vasto programa de obra material e infraestructura. Si antes (México en 1910) el Centenario se celebró con monumentos como el Ángel de la Independencia y el Hemiciclo a Juárez, lo que Chile propuso para el Bicentenario es un programa de obra material, infraestructura para el desarrollo, protección del medio ambiente y renovación de las ciudades. Encuentros en universidades. Convocación de estudiantes. El programa "escuela solidaria" que pone en manos de maestros y estudiantes de secundaria proyectos para la educación media. La creación del premio bicentenario anual, que ya ha sido recibido por poetas como Nicanor Parra y estadistas como Gabriel Valdés. La creación de "bodegones culturales" a fin de rescatar el patrimonio local, identificar y proteger las artes y oficios. Hacer presente el Bicentenario en la red, mediante galerías de imágenes, galerías de iniciativas y bella idea galería de sueños, es decir de deseos de los ciudadanos. Un año más tarde, en 2005, Argentina estableció su propio comité organizador del Bicentenario de la emancipación, contando con la colaboración de José Claudio Escribano, Rosendo Fraga y Daniel Filmus, el Ministro de Educación, entre otros. ¿Y México? Nuestro país, siempre un tanto singular, tiene dos celebraciones en 2010: Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución. Las iniciativas para rememorar estas fechas no han tenido larga vida o mucha fortuna. Tres senadores, Raymundo Gómez Flores, Tomás Vázquez Gil y Enrique Jackson, impulsaron en su momento una comisión organizadora. La UNAM ha convocado a la rememoración de estas fechas. Pero las comisiones oficiales han sucumbido a la falta de recursos, apoyo y, acaso, interés. Tanto Cuauhtémoc Cárdenas como Rafael Tovar propusieron planes de alcance e inteligencia. Duraron poco tiempo al frente del proyecto. A dieciocho meses del 15 de septiembre de 2010 y a veinte del 20 de noviembre de 2010, cabe preguntarse, en consecuencia, qué programas concibe el Gobierno federal para conmemorar el doble acontecimiento que le dio a México su carácter nacional y sus instituciones políticas. Pero sean cuales sean esos propósitos, el centenario y el bicentenario nos conciernen a todos los ciudadanos de este país y es la ciudadanía misma, la sociedad civil, la que deberá tomar la delantera, convocando, además, a las instituciones culturales, a las asociaciones profesionales, a las universidades, a los gobiernos de los estados, al Gobierno del Distrito Federal y, por supuesto, al de la República. Estas fechas nos conciernen a todos los mexicanos. Se trata de aportar ideas para una discusión abierta y plural sobre la nación que queremos. Se trata de animar la participación ciudadana en proyectos de desarrollo, crear redes de alianzas para el desarrollo, motivar iniciativas. Se trata de que el ciudadano se sienta parte de la sociedad y de la nación. Se trata de aprovechar la solidaridad latente en nuestros países. Se trata de crear un horizonte de posibilidades. Se trata de reflexionar juntos sobre nuestra trayectoria histórica. Se trata de anticipar el porvenir sin olvidar el pasado. Se trata de afirmar nuestra continuidad histórica dinamizando el presente. Se trata de aprovechar la ocasión para proponer un proyecto de nación incluyente y acordado. Nos hace falta. Nos urge mucho.

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