Mario Romero Tinoco es un prestigiado investigador, científico y profesor de la Universidad Michoacana. Hoy su vida no transcurre en un aula, un cubículo o alguna comunidad como era lo habitual. Romero está, desde el 9 de julio, en una cárcel de Nayarit. Lo acusan por "haber permitido actividades ilícitas a favor de una organización criminal". Es uno de los 10 alcaldes y ex alcaldes que fueron detenidos por la PGR, acusados de participar con el narco en Michoacán. Formador de varias generaciones de estudiantes. Como director de la Facultad de Biología, estableció un innovador plan de estudios para la carrera. Maestro normalista. Impartió física y química en el nivel medio superior. Por 30 años, ha realizado investigaciones relevantes para el desarrollo municipal y comunitario en nuestro país. Nacido para la ciencia y la academia, Romero decidió ir a la política, convencido de que la gestión pública debe acompañarse de la investigación científica para realmente ayudar a la población. Aceptó postularse a la presidencia municipal de La Huacana. Municipio grande y marginado, ubicado en el corazón de la cuenca del bajo Balsas, en el límite con Guerrero. A unas dos horas de la capital. Municipio marcado, como tantos, por la violencia y el narcotráfico. Para efectos prácticos, Romero desarrolló un trabajo a todas luces excepcional. Si se le compara con las pillerías, limitaciones y carencias con las que transcurre la gestión municipal en nuestro país, los tres años de gobierno de Romero Tinoco lo convierten en un verdadero héroe municipal. "Héroe Municipal encarcelado", como le llamó Víctor M. Toledo, en su artículo del lunes 27 de julio, publicado en La Jornada.
Romero Tinoco impulsó políticas públicas que permitieron abatir el analfabetismo, impulsar programas de salud, cocinas comunitarias, desayunos escolares. Alejado de la improvisación, con modelos de desarrollo probados desde la ciencia, construyó centros para el aprendizaje comunitario, sistemas de agua potable, carreteras y un hospital regional, entre otros. En algo inusual, convocó a 15 centros de investigación del país y a siete internacionales para diseñar la gestión de gobierno. Toledo, en su artículo, narra que casi 100 investigadores y técnicos acudieron al municipio para ayudar a resolver los añejos problemas de la localidad. Pesca, milpa, biofertilizantes, producción orgánica, áreas naturales protegidas, recolección y separación de basura, biodiversidad, reciclado de residuos, tratamiento de aguas residuales, etcétera. Fue reconocido con el Premio Nacional de Gobierno y Gestión Local, otorgado por el CIDE en 2006; Premio Michoacán a la Gestión Municipal en 2007 -bajo la Norma ISO 9001- y el Premio Gestión de Calidad en 2007 otorgado por la Asociación Española de Normalización y Certificación. Persona modesta, dicen los que lo conocen, no ha mostrado en modo alguno cambio de vida que pueda levantar suspicacia. Terminó su presidencia y regresó a su cubículo universitario. De ahí fue detenido, señalado como delincuente y trasladado a Nayarit. Sin ningún antecedente; sin ninguna otra investigación, metido en un proceso judicial cuya base resulta ser una hojita suelta escrita en computadora encontrada al vuelo durante una incautación. Se mantiene encarcelado a un hombre cuya trayectoria, desempeño, fama pública y apoyo de su comunidad son evidentes. Eso no ha podido contrarrestar el valor incierto de un testimonio irregular. En un esfuerzo aún infructuoso, una gran cantidad de profesores, investigadores y científicos han dado su firma y su testimonio acerca de la vida y obra de Romero Tinoco. Les parece inaudito -y no les falta razón- que se confine, de esa manera, a un personaje con semejante perfil: incomunicado, sin defensa legal, sin posibilidad de ser visitado y en medio de un proceso legal oscuro y preocupante.
La exigencia es clara y única: que se realice un proceso rápido, justo y transparente. Hasta ahora, sólo se ha sabido de un dicho anónimo en su contra, contra demasiados dichos a su favor. Si lo acusan de criminal, deben demostrarlo. De lo contrario están obligados a su pronta liberación. México no está más para ocurrencias judiciales ni, mucho menos, para ver a sus científicos en la cárcel. Es por él y es por todos los demás.
Romero Tinoco impulsó políticas públicas que permitieron abatir el analfabetismo, impulsar programas de salud, cocinas comunitarias, desayunos escolares. Alejado de la improvisación, con modelos de desarrollo probados desde la ciencia, construyó centros para el aprendizaje comunitario, sistemas de agua potable, carreteras y un hospital regional, entre otros. En algo inusual, convocó a 15 centros de investigación del país y a siete internacionales para diseñar la gestión de gobierno. Toledo, en su artículo, narra que casi 100 investigadores y técnicos acudieron al municipio para ayudar a resolver los añejos problemas de la localidad. Pesca, milpa, biofertilizantes, producción orgánica, áreas naturales protegidas, recolección y separación de basura, biodiversidad, reciclado de residuos, tratamiento de aguas residuales, etcétera. Fue reconocido con el Premio Nacional de Gobierno y Gestión Local, otorgado por el CIDE en 2006; Premio Michoacán a la Gestión Municipal en 2007 -bajo la Norma ISO 9001- y el Premio Gestión de Calidad en 2007 otorgado por la Asociación Española de Normalización y Certificación. Persona modesta, dicen los que lo conocen, no ha mostrado en modo alguno cambio de vida que pueda levantar suspicacia. Terminó su presidencia y regresó a su cubículo universitario. De ahí fue detenido, señalado como delincuente y trasladado a Nayarit. Sin ningún antecedente; sin ninguna otra investigación, metido en un proceso judicial cuya base resulta ser una hojita suelta escrita en computadora encontrada al vuelo durante una incautación. Se mantiene encarcelado a un hombre cuya trayectoria, desempeño, fama pública y apoyo de su comunidad son evidentes. Eso no ha podido contrarrestar el valor incierto de un testimonio irregular. En un esfuerzo aún infructuoso, una gran cantidad de profesores, investigadores y científicos han dado su firma y su testimonio acerca de la vida y obra de Romero Tinoco. Les parece inaudito -y no les falta razón- que se confine, de esa manera, a un personaje con semejante perfil: incomunicado, sin defensa legal, sin posibilidad de ser visitado y en medio de un proceso legal oscuro y preocupante.
La exigencia es clara y única: que se realice un proceso rápido, justo y transparente. Hasta ahora, sólo se ha sabido de un dicho anónimo en su contra, contra demasiados dichos a su favor. Si lo acusan de criminal, deben demostrarlo. De lo contrario están obligados a su pronta liberación. México no está más para ocurrencias judiciales ni, mucho menos, para ver a sus científicos en la cárcel. Es por él y es por todos los demás.
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