El Presidente de la República ha enviado ya al Congreso el paquete económico 2010, que incluye una propuesta de ahorro y reestructuración de la administración pública que, a primera vista, no puede desdeñarse. Será discutido en una Cámara de Diputados presidida por un integrante del partido en el gobierno, mientras el Senado está encabezado, por primera vez, por un legislador del principal partido de izquierda en México. Este solo hecho expresa una circunstancia política digna de análisis. Es un escenario inimaginable si lo contrastamos con el cercano 2006.Por eso conviene hacer un esfuerzo retrospectivo para contextualizar la actitud presidencial que hoy propone dar impulso a "cambios de fondo". En aquel año, varias de las voces que hoy aplauden el planteamiento de un salto cuántico seguían una dinámica polarizante. Los extremos se movían entre quienes buscaban el apoyo sin más a la presunción de triunfo de Calderón y quienes proponían la ruptura institucional, desconociendo cualquier fallo de la autoridad. El país vivió en ese entonces al filo de la crisis constitucional y en esas aguas turbulentas el PRI optó por construir una vía propia, ajena a la confrontación y en el marco de la legalidad.Desde el principio el PRI apostó al diálogo y a la racionalidad política para lograr la reconciliación nacional, con respeto a la ley y en el camino de las instituciones. Propusimos la reforma del Estado y en su contexto, en un crispado ambiente político, se tendieron puentes de conciliación y se restableció la posibilidad de los acuerdos que abrieron el paso, desde el Congreso, a reformas de gran calado que sólo con mala fe se pueden minimizar. En realidad lo que hemos visto en estos tres años es un impulso reformador en el legislativo y un gobierno que se mantuvo distante.Se logró renovar la legislación electoral que gira alrededor de un nuevo modelo de comunicación política, con campañas más cortas y menos costosas, que ha reducido notoriamente las controversias legales de manera que hoy nadie pide el regreso al modelo anterior. En lo económico, la sola reforma del sistema de pensiones ha dado una viabilidad a las finanzas públicas, sin la cual el efecto de la actual crisis sería catastrófico. Eso que algunos simulan haber olvidado.Aún está pendiente de cabal aplicación la reforma energética y la transformación de PEMEX. A partir del Foro "México ante la crisis", se procesaron reformas inéditas para facilitar la ejecución del gasto público en adquisiciones y obra pública, mismas que el gobierno no ha querido o no ha sabido aplicar con oportunidad. Eso para no hablar de las reformas al sistema de justicia, las que protegen a los usuarios de los servicios financieros o las que buscan modernizar la relación del Legislativo con el Ejecutivo.Existe una lentitud deliberada del gobierno federal para aplicar esas reformas, de tal manera que su retraso ha evitado un mejor desempeño ante la crisis. Hace falta aplicarlas. Aun así, existen voces que pretendiendo uniformidad quisieran endilgarle al Congreso los errores y limitaciones del gobierno. Las recientes elecciones muestran que los ciudadanos tuvieron una lectura distinta y reconocieron el equilibrio que el PRI ha mantenido, las reformas que ha logrado construir en la pluralidad y su contribución a la gobernabilidad del país.Tan es así, que hoy el presidente puede hacer su oferta de cambios, aunque tardía, en una circunstancia plural que hasta antes de las elecciones de medio término no le pareció relevante. Es importante el giro de su gobierno aunque será necesario, como hemos insistido, que esa voluntad se exprese en iniciativas y no se agote en propaganda o se pierda en la contemplación narcisista del espejo mediático, pues en una sociedad democrática el diálogo político se da en el Congreso, mediante iniciativas concretas que se someten a discusión.Si bien es relevante, no puede ser suficiente el ajuste de las finanzas públicas, hace falta también la definición de país y de rumbo. Nosotros postulamos que el cambio debe llevarnos a la recuperación del desarrollo, del empleo y a un combate de fondo a la desigualdad. A un país cualitativamente mejor, con perfil propio y seguro de su identidad en su relación con el mundo. Para eso es necesario establecer las bases de un régimen político funcional, basado en nuestra realidad plural y con aliento suficiente para asegurar certidumbre y vigencia de largo plazo. Si queremos ser serios, pasemos de las palabras a los hechos para un cambio, pero con rumbo y certidumbre.
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