miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿CAMBIO O REVOLUCIÓN?

MARÍA AMPARO CASAR

No cabe duda que seguimos siendo un país hiperpresidencialista y cifrando todas las esperanzas de progreso en el Presidente. A pesar de la evidencia en contrario, pensamos que importa más lo que diga y haga un solo hombre que lo que digan y hagan 500 legisladores.He leído y escuchado centenas de comentarios sobre el discurso del Presidente y prácticamente ninguno sobre el posicionamiento de los 7 partidos en San Lázaro.El desbalance resulta sorprendente porque por sí solo el decálogo no pasa de ser un listado genérico de buenos propósitos. Si el Presidente decidiera dotarlo de contenido, el decálogo constituiría no un cambio sino una verdadera revolución: fin de los monopolios, fin de los regímenes especiales, fin del derroche del gasto, fin de la inflexibilidad del mercado laboral, fin de las ineficiencias de las empresas del sector público, fin de la irresponsabilidad política...Pero para que el decálogo deje de ser un manifiesto revolucionario y se convierta en una verdadera revolución hace falta que pase por el filtro de una mayoría de legisladores que, a juzgar por sus ignorados posicionamientos, no andan en ánimo tan radical.Dejo de lado la retórica de cada uno de los discursos de las fracciones parlamentarias del 1o. de septiembre y me quedo con las repulsas y propuestas.PRI: no a la creación ni incremento de nuevos impuestos lesivos a los que menos tienen, sí a la austeridad gubernamental, a la descentralización del ejercicio del gasto, a la universalidad en la educación, salud y seguridad social.PAN: no a una reforma fiscal basada exclusivamente en el criterio recaudatorio, sí a las reformas energética, educativa, en salud, laboral, en banca de desarrollo y desregulación; leyes para los adultos mayores, comunidades indígenas y migrantes; reducción de recursos para elecciones y partidos, reelección, disminución del número de legisladores, reformas al marco jurídico del Congreso.PRD: no al IVA generalizado, sí a un paquete de estímulos fiscales, al seguro de desempleo, a la utilización de fondos ociosos, a un programa alimentario de emergencia, a la defensa de la educación, la universidad pública, el medio ambiente, la equidad de género y a la reforma del Estado.PVEM: sí a programas de ahorro del agua y a proyectos de aguas tratadas, sí a la inversión educativa, a la modificación de contenidos, a la erradicación del desabasto de medicamentos y a la tardanza en la consulta, sí a los programas y fiscalías especiales para combatir los delitos.PT: reforma hacendaria integral, combate a monopolios, entidad autónoma que ataje los abusos de los medios, formas de democracia directa, tribunal constitucional, revisión del pacto federal, autonomía del MP y de la ASF, Constitución para el DF, reducción del gasto.Panal: no al IVA generalizado ni al incremento de impuestos a causantes cautivos, educación de calidad, acuerdo para la emergencia económica, federalismo fiscal, fortalecimiento de Pemex, reelección, candidaturas independientes.Convergencia: no al IVA generalizado, no al alza de mercancías y servicios públicos, gravamen a la especulación, recuperación del empleo, recuperación del Estado de derecho y rendición de cuentas.Paradojas de la vida. Un ánimo más revolucionario en el gobierno y más conservador en la oposición. La distancia entre las posiciones públicas del Presidente y los grupos parlamentarios es preocupante: ¿podrá el Ejecutivo trasplantar su ánimo revolucionario a los legisladores?La verdadera interrogante es si el PRI va a cooperar, porque de entre todos los partidos es el que tiene la llave de las reformas constitucionales en la Cámara de Diputados.En entrevista con Leonardo Curzio (Enfoque, Radio Mil) el Presidente dio una lección de ciencia política. Comentó que a pesar de que los beneficiarios del cambio serían la mayoría y los beneficiarios del statu quo eran unos pocos, las cosas no cambiaban porque los pocos tienen más recursos para movilizarse e impedir el cambio que los muchos para exigirlo. Tiene toda la razón.Le faltó agregar que parte de esos beneficiarios del statu quo son los partidos que ya apuestan al 2012 y no quieren arriesgar su posible victoria. Que para hacer la revolución que propone los partidos tienen que estar convencidos de que si empujan esa revolución no pagarán en las urnas, que si lo hacen juntos el costo se repartirá entre todos o que, idealmente, vale la pena arriesgar los votos en lugar de arriesgar o, de plano, condenar al país. Poco probable, ¿no cree usted?

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