miércoles, 30 de septiembre de 2009

BLOQUE CONSERVADOR

PORFIRIO MUÑOZ LEDO

Después del mensaje del 2 de septiembre algunos entendieron que Calderón retomaba la iniciativa después de su derrota electoral y pretendía exhibir a los priístas como “los verdaderos guardianes del orden injusto y autoritario”. Olvidaron que ambos navegan en la misma embarcación y sólo están disputando la gorra de capitán.
Ricardo Raphael enumeró aquí los poderes reales que vedan la consumación de los cambios anunciados e impiden una reforma fiscal con vocación distributiva. Concluyó que “en las coordenadas donde cohabitan esos intereses se encuentra el anclaje del poder conservador mexicano”.
A cada coyuntura de riesgo se repite sin falla el abrazo de Acatempan. El pacto histórico de 1988 —documentado por Martha Anaya— que hizo posible la entronización de Carlos Salinas mediante el concurso del PAN y la implantación definitiva del ciclo neoliberal. Lo demás es esgrima verbal para deleite de galerías.
Así lo vivimos en el Congreso. La contundencia de los votos acalla las fanfarrias guerreras. Ayer, durante el prolongado eclipse de García Luna, observamos que seis grupos parlamentarios habían solicitado la renuncia del funcionario. Pedimos una votación en ese sentido y la mayoría de los diputados se retractó mediante el silencio.
La cuestión de la huelga de Cananea tuvo un desenlace afrentoso. Un legislador del Partido Verde presentó exhorto al Ejecutivo para que proceda a retirar la concesión a la empresa Minera México, demanda que ya había formulado otro del PRI. El rechazo fue aplastante: 85 votos a favor y 305 en contra.
La ratificación por el Senado del nuevo procurador —75 a favor y 27 en contra— entraña una imperdonable falta de decoro político. Mientras diputados del mismo partido descalificaban con ardor las acciones de seguridad pública, sus colegas de la otra cámara avalaban el nombramiento de quien manifiestamente llega para apuntalarlas.
Había quedado en claro que sus turbios antecedentes no lo hacían elegible para el cargo. El repudio social debiera alcanzar ahora a quienes lo aprobaron. Pretextar que si lo repudiaban el Ejecutivo podría enviarles otro peor es argumento pueril. Nada justifica que los legisladores se hagan corresponsables de un nombramiento artero.
Los líderes de los partidos involucrados propalan que ha llegado la hora de reformar el Estado en tanto que sus representantes eluden lo esencial del debate: una de las más urgentes asignaturas es la autonomía constitucional del Ministerio Público y su elección a cargo del Congreso. Sobre esa reivindicación inaplazable nada se dijo y nada se hará.
En la aprobación del paquete fiscal ocurrirán escenas semejantes. Sólo que la negociación habrá de ser más tortuosa por razones doblemente clientelares. Para sortear cualquier daño a los mayores intereses económicos por el lado del ingreso y para repartir los beneficios del egreso entre una legión de peticionarios encabezada por los gobernadores.
El impuesto del 2% es regresivo y demagógico, pero no es el peor de todos. Hacienda echó sus redes y el gobierno sus megáfonos para atrapar a los incautos y ofrecer salidas a sus cómplices. Es deplorable que traten siempre de pescar en las aguas de los que menos tienen y finjan ignorar que la elevada concentración del ingreso es la causa eficiente de la crisis.
El debilitamiento del Estado y su parálisis frente a los poderes de facto ha sido condición y consecuencia del modelo económico que nos fue impuesto. Imposible transformar éste si no se reconstruyen las instituciones públicas a partir de sus fundamentos. El bloque hegemónico sólo promoverá retoques ornamentales, como la erección de un jefe de gabinete, a fin de mejor compartir la dominación.
El edificio está a punto de desplomarse sobre nosotros. La solución ha de ser radical: venir pronto y desde la sociedad.

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