MIGUEL CARBONELL
Es probable que el próximo domingo se decida en buena medida el resultado de la elección presidencial. La convocatoria al debate parece ser la penúltima llamada para que AMLO y Vázquez Mota puedan hacer algo significativo que los acerque a las cifras de intención de voto que, según la mayoría de las encuestas, tiene en su favor Enrique Peña Nieto.
Los candidatos del PAN y del PRD se juegan mucho, pero también el candidato del PRI, que tendrá que ser capaz de convencer a millones de mexicanos de que tiene una oferta creíble de gobierno y que le apuesta a algo más que al cambio por el cambio.
Es probable, sin embargo, que el formato tan rígido que fue pactado entre los partidos dificulte un intercambio fluido y espontáneo de ideas. Quizá asistamos en realidad a un concurso de monólogos sucesivos.
Como quiera que sea, es importante que en el análisis que hagamos del desempeño de los candidatos y sus ofertas, reparemos en datos que reflejan profundos problemas de nuestro país y sobre los cuales los candidatos deberían ofrecer respuestas muy diferentes a las que hemos visto en los gobiernos recientes, tanto federales como locales.
Un elemento clave en el que se tienen que enfocar es el del crecimiento económico. Entre 2001 y 2010 los países de América Latina crecieron a un ritmo de 3.9% anual. México estuvo muy por debajo de ese nivel, creciendo a 1.7% anual. ¿Cómo le harán los candidatos para dinamizar la economía y hacer que México crezca, prospere y genere los empleos bien pagados que necesita?
El tema del empleo debe ser otro aspecto clave en el debate. Hay que reconocer que tenemos un severo problema en esa materia. En 2001 la población desempleada era 2.6%, en 2011 es 5.2% Las personas desempleadas se duplicaron en los últimos 10 años. Peor fue la tasa de desempleo entre jóvenes, la cual se triplicó. En 2001 el desempleo juvenil era de 3.31%, mientras que en 2011 esa cifra se ubicó en 9.67%.
Los salarios no han crecido al ritmo que sería deseable. En el año 2000 por cada dólar que ganaba un trabajador mexicano, un brasileño ingresaba 74 centavos de dólar. En 2012 por cada dólar que gana un brasileño, un trabajador mexicano ingresa apenas 39 centavos. En Brasil el salario mínimo es de 347 dólares mensuales, mientras que en México apenas llega a los 140 dólares.
Un tema insoslayable para los candidatos es el de la seguridad pública. Éste es quizá el que más preocupa a millones de mexicanos. Los datos no son alentadores. En 2001 la tasa de homicidios a nivel nacional era de 10.4 por cada 100 mil habitantes. En 2010 fue de 22.9 por cada 100 mil. Retrocedimos más de 30 años en esa materia.
En 2001 fueron denunciados 42 secuestros al mes en todo el país. Para 2011 esa cifra había crecido hasta los 110 casos por mes. Las extorsiones crecieron 244% entre 2001 y 2011.
Los ataques a periodistas sumaron tantos que México ya es el tercer país más peligroso para los profesionales de la información, solamente por detrás de Irak y Filipinas. Es más peligroso ser periodista en México que en Somalia, Paquistán, Sri Lanka o Afganistán. En 2000 se denunciaron 95 agresiones a periodistas; en 2009 fueron 243.
Otro tema indispensable para el debate es la educación, ya que representa la clave del cambio profundo que México necesita. En esa materia, como pusieron en evidencia la película ¡De panzazo! y los detallados informes de la organización Mexicanos Primero, seguimos reprobados. Uno de cada tres jóvenes no puede asistir a la preparatoria y dos de cada tres no podrán estudiar una carrera universitaria. Seguimos siendo el último lugar entre los países de la OCDE en lectura, matemáticas y ciencias. Invertimos apenas 0.36% del PIB en innovación, ciencia y tecnología, pese a que por ley está ordenado que se invierta al menos 1% del PIB. Corea del Sur invierte 3.2% de su PIB.
No sirve de nada decir que toda la culpa de nuestro bajo desempeño es de Vicente Fox y Felipe Calderón. Eso no es cierto y una simplificación así es inaceptable. El fracaso de los años recientes es corresponsabilidad de una clase política bastante patética y mediocre, que ha privilegiado sus intereses por encima de los intereses ciudadanos.
A la vista de todo lo que nos falta por hacer, lo importante no es repartir las culpas, sino exigir a los candidatos proyectos viables, propuestas sólidas para un país que hoy no es ni la sombra de lo que soñó ser hace unos años. Ojalá que de eso trate el debate del próximo domingo.
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